Durante los últimos años, el término “nearshoring” (y el muy similar “friendshoring”) ha sido objeto de numerosos titulares tanto en prensa general como especializada. En este breve artículo, discutiremos sobre este fenómeno y las implicaciones que tiene y seguirá teniendo para la región latinoamericana.
En primer lugar, es importante entender el término. Su traducción podría ser “trasladar a costas cercanas”. ¿A cuáles costas y en qué términos? La respuesta usual es: cerca del consumidor final o incluso, cerca del país de origen de muchas empresas. Para comprender adecuadamente el fenómeno, es necesario considerar el contexto histórico.
Durante décadas, muchas empresas transnacionales de Norteamérica, especialmente de Estados Unidos, relocalizaron parte de sus operaciones en países asiáticos. La razón principal era una ventaja de costos: los salarios y cargas sociales eran mucho menores que en Estados Unidos debido a un exceso de oferta laboral (es decir, muchos trabajadores y pocos puestos laborales).
Así, muchos países asiáticos como China, Taiwán, Corea del Sur, Malasia e India fueron (y siguen siendo) receptores de inversión extranjera directa (IED) por parte de EE. UU. Esto no se limitó solamente al sector primario o secundario, sino que también encontró un nicho importante al sector servicios. Este predominio se mantuvo durante al menos 30 o 40 años. ¿Qué ha cambiado en el mundo?
En primer lugar, la polarización geopolítica ha llevado a distintas guerras comerciales. La más prominente es la de EE. UU. y China donde, por medio de barreras arancelarias, se desestimula el comercio entre naciones, sumado a crisis de cadenas de suministro. Los aranceles pueden eliminar gran parte de las ventajas competitivas de costos que tenían estas naciones. En segundo lugar, algunos países latinoamericanos han mejorado su competitividad en áreas como servicios, manufactura tradicional y no tradicional, lo cual los hace atractivos para una amplia gama de industrias.
Pero no sólo es atractivo por la competitividad, sino también por factores como menores costos de transporte (por la cercanía geográfica) y diferencias horarias que agilizan el trabajo sincrónico, a diferencia de lugares con zonas horarias diferentes donde el trabajo colaborativo no es totalmente óptimo. Fuentes como Forbes mencionan incluso un factor más: la región se ha convertido en un “hub” tecnológico. Esto convierte aún más a la región en un aliado estratégico en las últimas tendencias, con un costo laboral más contenido que en países desarrollados.
En cuánto a los beneficiados, existen ciertos niveles. México se puede ver como el mayor beneficiado, no sólo por la cercanía a EE. UU., sino por las ventajas que ofrece el reciente tratado de libre comercio norteamericano (USMCA, del año 2020), que estimula el comercio entre los países norteamericanos. México ha tenido un impacto positivo en inversión extranjera directa, en el área industrial, como fabricación de automotores, metales y equipo de TI, donde creció en cerca de un 12% en 2022 . Colombia y Brasil también han sido receptores importantes de ese traslado de esta inversión, gracias a su desarrollo en capacidades digitales y el talento humano.
¿Y Costa Rica? En 2023, los flujos por IED crecieron un 31%, una cifra de crecimiento muy relevante. Del total, los sectores con mayor preponderancia son manufactura y servicios. Se puede decir que el 61% de la IED del 2023 proviene de zonas francas. Costa Rica se ha convertido en un líder (a su escala) en manufactura de dispositivos médicos, establecimiento de centros de negocios y en exportación de bienes de alto valor agregado. Asimismo, se ha hablado de la intención de volver a Costa Rica un “hub” en la fabricación de semiconductores, lo cual puede tener a la demanda en el largo plazo debido al auge de la inteligencia artificial y la robótica.
Sin embargo, todo ese buen desempeño tiene sus retos, y hay uno destacable. La principal ventaja competitiva de Costa Rica siempre ha estado en el talento humano, más que otros factores como tierra o bajos costos energéticos. Esta fortaleza se ha forjado por un nivel educativo competitivo, y por la capacitación en idiomas. Pero si esto no se mantiene, el volumen de IED podría decrecer y afectar el crecimiento económico. Factores como el famoso apagón educativo ya han incidido en descensos en el nivel educativo. Universidades públicas han señalado deficiencias en matemática (disciplina esencial para las ingenierías, área clave en tecnología) y las últimas pruebas PISA también destacan puntajes muy por debajo de la media de la OCDE.
En general, se puede ver que Latinoamérica es una región con un potencial enorme en la llamada cuarta revolución industrial, pero todo eso se apalanca en la educación. Es necesaria una restructuración en todos los niveles educativos a nivel nacional para incentivar el pensamiento crítico y habilidades que nos sigan ayudando a mantener al país a la vanguardia de la economía global.