La psicología del inversionista puede jugar un papel determinante en resultados de corto plazo.
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PorMauricio Moya, Gestor de Inversiones de Mercado de Valores
A inicios de agosto de este año, muchas bolsas de valores a nivel mundial cayeron fuertemente durante uno o dos días, para luego recuperar paulatinamente su valor en los siguientes días. En la bolsa, días como estos no son comunes, a pesar de la volatilidad usual de los mercados accionarios. Muchos inversionistas pensaron que había ocurrido algún suceso que cambiaba completamente las valoraciones de los activos cotizados en estas bolsas, pero en realidad no existía algo crucial o determinante que justificara variaciones tan abruptas. En el caso del índice S&P500, este cayó casi un7% entre el 01 y el 05 de agosto. Pero ¿qué provocó todo esto tanto en Estados Unidos, como en otros mercados?
Lo primero que hay que mencionar es la encuesta de empleo. El Bureauof Labor Statistics de EE. UU informa en los primeros días del mes sobre el dato de nuevos puestos de trabajo y de desempleo, principalmente. El 30 de julio informó que la tasa de desempleo de ese mes era de 4.3%, 0.2% más que el anterior, y muy por encima de los niveles de 3.5% de hace un año, lo cual revivió los temores de una recesión. Esto no es algo inesperado: la política monetaria de la Reserva Federal, con tasas de interés altas, ha afectado al consumo y a las finanzas de las empresas, lo que ha generado una serie de despidos. Aún así, 4.3% está lejos de ser un nivel alarmante, dado que incluso está por debajo del 5.5%, que se dice es la tasa de desempleo promedio de largo plazo. Incluso, yendo más allá, el mercado había recibido otros aumentos en desempleo de manera favorable, porque implicaría que la Reserva Federal empezaría a rebajar tasas, y esto afecta positivamente los valores de los activos transados en las bolsas de valores, especialmente los bonos.
La situación anterior no parece ser tan desastrosa, y esto lleva al tema de los sesgos conductuales en los mercados de valores, parte de la rama de las Finanzas Conductuales, y de los cuáles veremos dos sesgos que se dieron en esta coyuntura de mercado. En primer lugar, es importante definir qué es un sesgo conductual; estos son simplificaciones que realiza la mente humana y que conllevan una respuesta automática. Como decía el premio nobel de Economía, el profesor Daniel Kahneman, tener respuestas rápidas no es del todo malo, ya que nos ayuda a simplificar tareas y ahorrar tiempo, pero no todas las tareas se pueden hacer “en automático”.
Con esto claro, veamos el primero: el sesgo de la racionalidad. Usualmente se asume que los individuos son racionales, es decir, analizan una situación sin sesgos y con base en datos. Asimismo, se piensa que en los mercados bursátiles los individuos tienen estudios y experiencia, y, por ende, son menos susceptibles a dejarse llevar por sus emociones. Sin embargo, esto no se cumplió del todo a inicios de agosto. ¿Por qué? Por un tema de datos: la economía de EE. UU creció en el segundo trimestre un 2.8%, 0.7% más que lo esperado. A pesar de que el desempleo aumentó, y es una señal de que la actividad económica podría desacelerarse, este dato de crecimiento económico es muy robusto. Es irracional pensar inmediatamente en recesión luego de haber tenido un dato que les ganó por tanto margen a los pronósticos, a pesar del dato de desempleo no tan favorable.
Relacionado con ello, tenemos el segundo sesgo: la representatividad, o también llamado el sesgo de la sobre reacción. Esto se define como sacar conclusiones a partir de datos que no son significativos o representativos de una situación. El dato negativo de desempleo es de un solo mes y se analizó de manera aislada, por lo que no era representativo para poder dar un pronóstico de recesión con tan pocas variables, y con tan poco tiempo. No hemos tenido una tendencia de varios datos abruptos para hacer tal aseveración, aun así, este sesgo no tuvo discriminación: desde analistas hasta expertos del mercado comentaron a la prensa que la FED debía de hacer recortes de emergencia esa misma semana, lo cual era totalmente apresurado.
En conclusión, los pánicos y caídas en los mercados no siempre tienen explicaciones racionales o basadas en los fundamentos económicos, sino que la psicología del inversionista puede jugar un papel determinante en resultados de corto plazo. Lo anterior se demuestra basándose en los resultados de los días posteriores: el S&P500 recuperó la caída en pocos días, y se enfila a tener un agosto positivo; si el pánico hubiese estado justificado, no se habría dado esta situación.
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