Quizá en otros años, los cambios eran más graduales y podían pasar desapercibidas algunas situaciones en el mercado o en las economías, que nos hicieron sentir en un estatus quo y que los planes iban por la carretera correcta o apropiada.
Cuando nos hablan al mismo tiempo de recesión, inflación alta, problemas geopolíticos, cambio climático, pobreza, entre otros factores; la cobertura de la prensa, las redes sociales, las conversaciones se enmarcan en estos temas, porque no son lejanas en el diario vivir.
Son situaciones que se observan en el supermercado, en las gasolineras, en las tasas de interés que se pagan por sus deudas, en la falta de crecimiento en las nuevas industrias que se desarrollan y en la dificultad por lograr un nuevo trabajo. Existe un ambiente sombrío y que, por tanto, no invita a la toma de decisiones.
Es parte de la naturaleza humana que ante el peligro se activen mecanismos de defensa, intrínsecos del sentido de supervivencia, como parte de nuestra evolución como humanos. Por ello, en este momento, es natural y válido que al ver algunas pérdidas en el valor de nuestro patrimonio existan esas primeras reacciones de querer escapar, de ira, de análisis en retrospectiva o de angustia; todas emociones válidas y normales ante escenarios como los que vivimos.
Sin embargo, en esta ocasión invito que antes de tomar decisiones cargadas de emociones, ponga las “barbas en remojo” y piense cuál fue su plan para estar donde está actualmente.
¿Para qué hizo la inversión?, ¿cuál es el objetivo?, ¿en qué plazo este objetivo se deberá cumplir?, ¿hay otras formas de alcanzar el mismo objetivo? Si bien, es cierto que los portafolios de inversión de manera generalizada en los mercados locales e internacionales han sufrido una pérdida de su valoración, tomar medidas precipitadas sin volver a su plan inicial puede acarrear decisiones que pueden ser costosas.
En este momento hay que recordar que lo único cierto es su plan de vida y que solamente se ha encontrado con una carretera irregular, llena de curvas y quizá con algún precipicio al lado, que nos causa sensaciones incómodas.
Por tanto, lo que sí es válido preguntarse es si ante lo sucedido su plan cambia debido a que en las consecuencias hay algún elemento financiero o familiar que nos exija modificar alguna meta. De no ser así manténgase en el camino, con precaución y sin tomar riesgos adicionales; teniendo una actitud paciente e informándose de manera constante de fuentes fiables.
En esta coyuntura hay cinco consejos a tomar en cuenta:
· Busque siempre el acompañamiento de un asesor, una persona externa que le puede apoyar a encausarse y enfocarse en lo que realmente es importante
· La paciencia es la mejor estrategia en esta época
· Manténgase informado, pero no viva para informarse
· Continúe fiel a su plan (pero revise si sus condiciones han cambiado)
· No tome decisiones por emociones