En mi experiencia en materia de asesoría de inversiones hay tres preguntas que se abordan para buscar la mejor solución para cada patrimonio. La primera pregunta es acerca del objetivo que tiene el cliente al invertir, la respuesta inmediata y más común es: “lograr el mejor rendimiento posible”. La segunda pregunta es ¿cuál es el riesgo qué está dispuesto a asumir?, y la respuesta es: “el mínimo, porque soy muy conservador”. Por último, se puede abarcar la tercera pregunta, relacionada con las necesidades de liquidez, en este caso la respuesta, está relacionada a la certidumbre de acceso a la liquidez en el corto plazo (lo que ha caracterizado al mercado costarricense por sus productos de corto y mediano plazo, con poco desarrollo en el largo plazo).
Cuando un asesor viene a la “mesa de dibujo” con este requerimiento es difícil de plasmar en un portafolio, ya que como se sabe, la primera lección de finanzas es a mayor rendimiento mayor riesgo. Además, la experiencia nos ha enseñado que la paciencia y el tiempo son los mejores factores de rédito en un mercado de capitales; y así se pueden desarrollar una serie de ejemplos donde buscar el mayor rendimiento posible, con el menor riesgo y la mejor liquidez se vuelve una tarea titánica.
Adicionalmente, estos objetivos plantean una tarea aún más compleja: el seguimiento, que se torna subjetivo, ya que el mayor, el menor y el mejor son términos que varían en la expectativa y la realidad de cada sujeto inversionista y, del experto en inversiones.
Por ello, en mi lucha interna por lograr cada día buscar entender mejor el proceso de inversiones vivido desde la trinchera del inversionista, encontré sentido cuando en un estudio sobre gobernanza del proceso de inversión plantean el concepto de la importancia de partir de un proceso de establecer OBJETIVOS VITALES.
¿Qué es un objetivo vital?
El objetivo vital es aquel que subyace realmente en la necesidad del cliente, el motivo de vida que lo lleva a realizar un plan de trabajo para la gestión de su patrimonio. Este o estos objetivos redactados desde la visión del inversionista deberán ser muy claros, escritos en un lenguaje plano (no técnico) y tendrán que ser una afirmación que siga la metodología de un objetivo en cualquier campo; ser Específicos, Medibles, Relevantes, Alcanzables, y con un Tiempo Definido.
Un objetivo busca dar respuesta al para qué invertir, lo cual da un tiro de 180° al sentido de la asesoría y al proceso de inversión del cliente, ya que se coloca el dinero como un medio para el logro de objetivos, los cuales estarán relacionados con el propósito de vida, con los valores de cada familia, con sus principios, con las personas que son relevantes en la vida; de esta manera el desafío, aunque más complejo, es de mayor satisfacción para todos los que intervienen en el proceso.
Por ello, independientemente de la cuenta de ahorros o de la cuenta de inversión, o cuando su objetivo sea iniciar un plan de ahorro, piense primero en para qué y para quién, de esta manera se dará cuenta que su decisión no pasa solo por temas monetarios, sino que trasciende y, además, se dará cuenta que su patrimonio va más allá del monto en su entidad de confianza.