La época es más que la adecuada para llamar la atención sobre la importancia del capital, como fuente básica de financiamiento de una empresa.
Estamos frente a una inminente contracción de la actividad económica de duración incierta, porque aún no podemos medir cuán grave será, cuánto durará y cuánto afectará a los diferentes sectores de la economía. Ya el gobierno y los legisladores anuncian, con buen tino y oportunidad, posibles medidas para mitigar el impacto que tendrá esta contracción económica sobre los agentes económicos, originada en la pandemia del COVID-19.
Las empresas se enfrentan típicamente a la difícil decisión de establecer la composición de su estructura financiera, cuánto de capital y cuánto de deuda.
Esto va a depender de múltiples variables muy particulares de cada empresa: la actividad a la que se dedique, su posición en la industria, el tamaño, las estacionalidades, el grado de concentración y dependencia de líneas de productos, su historial financiero, su récord en la banca, las opciones de financiamiento, la condición de flujo de caja y muchas otras.
Pero más allá de plantear elementos generales que al final deben evaluarse para cada caso, quiero llamar la atención en la importancia siempre de dotar la empresa de una buena base de capital, aunque este tenga un costo considerablemente más alto que las otras fuentes de financiamiento.
Capitalizar adecuadamente la empresa es fundamental. Genera confianza en las fuentes de financiamiento (bancos, inversionistas en bolsa) y brinda un nivel de tranquilidad que permite concentrar los esfuerzos gerenciales y directivos en los negocios, y no en la preocupación de cómo llegar a pagar los préstamos mes a mes, y más aún en circunstancias como la actual en la que se pueden agravar las perspectivas de flujo de caja.
Decía que era un buen momento para destacar la importancia del capital, porque es precisamente sentirse cómodo con una estructura bien capitalizada, lo que puede permitirle a la empresa afrontar situaciones inesperadas como las que están viviendo ya muchas empresas en la actualidad. También es positivo tener la opción de capitalizar para atender contingencias del negocio.
De no ser así, y ante una alta dependencia del financiamiento externo, la presión inevitablemente implicará buscar condiciones más flexibles con los bancos, extender los plazos, generar esquemas no tradicionales de financiamiento, sacrificar libertades para atender los nuevos requisitos de las fuentes de financiamiento, comprometer garantías que de otra manera nunca se habrían ofrecido o tener que realizar recortes en otros rubros de gastos que pudiesen considerarse estratégicos para la emrpesa.
Es cierto, no siempre es posible lograrlo y posiblemente los empresarios buscarán aprovechar las condiciones de financiamiento que las fuentes ofrecen, especialmente en las coyunturas de excesos de liquidez, para balancear su costo promedio de capital (WACC) y para aprovechar las opciones comerciales. Por su parte, los bancos típicamente tendrán las empresas en niveles de endeudamiento cercanos a los límites de riesgo que ellos estiman razonables.
Entonces, como gerentes, directivos o socios, debemos buscar el fortalecimiento de las fuentes de capital para enfrentar los momentos difíciles, así como para aprovechar las oportunidades comerciales. Es una parte esencial de la estrategia financiera que como he dicho debe apoyar la estrategia competitiva de la empresa.
Precisamente, aquí es donde entran a jugar los mercados de capitales y las bolsas de valores como fuentes por excelencia del financiamiento.