El 2023 fue especialmente volátil para los mercados bursátiles en general. Después de un año 2022 con inflaciones sumamente elevadas, los bancos centrales alrededor del mundo tomaron medidas de política monetaria para mitigar este impacto y devolverla a sus niveles meta. La principal herramienta para lograr este propósito consistió en aumentos de sus tasas de referencia, de tal manera que afectaran el consumo y la inversión, que lograría un descenso en los precios. El 2023 se perfilaba como un año donde este escenario se relajaría, pero este no fue necesariamente el caso, ya que la inflación fue más persistente de lo que se creía.
Un escenario macroeconómico como el anterior usualmente empuja a la baja a los mercados de bonos (renta fija) y a los de renta variable (acciones). Y efectivamente lo hizo en el 2022: fue uno de los peores años en términos de rendimientos. El 2023 debía ser similar, pero no lo fue: el índice S&P500 —que mide el desempeño de precios de las 500 empresas de mayor capitalización de mercado de la Bolsa de Nueva York— creció cerca de un 24%; esto se dio por varios motivos. El primero de estos factores era la tasa de desempleo, que, al estar en mínimos históricos, seguía empujando un sano consumo, y los resultados corporativos a nivel financiero se veían, en promedio, más positivos que negativos. Esto es importante para un mercado como el estadounidense, cuya economía tiene una gran influencia del consumo dentro de su crecimiento económico.
Ahora, el segundo factor es el punto principal del artículo: el “boom” de la Inteligencia Artificial (IA). La inteligencia artificial es una serie de desarrollos informáticos que logran generar capacidades cognitivas e intelectuales, de tal manera que estos desarrollos imiten la inteligencia humana. Si bien es cierto, hace dos décadas o menos este concepto era exclusivo de la ciencia ficción, ya hoy se ha perfilado como una realidad cotidiana de los próximos años. Su importancia radica en la automatización de procesos, la generación de algoritmos más certeros, y en la reorganización del trabajo humano, enfocado en labores no automatizadas que agreguen valor, y se nutran de la ayuda que provee la IA. El hecho de que ya no sea ciencia ficción se da porque la capacidad de procesamiento que se ha alcanzado en la actualidad tiene la potencia suficiente para generar sistemas que aprendan y sean adaptables.
Del lado de hardware, el principal beneficiado ha sido Nvidia, que además de su negocio clásico de tarjetas aceleradoras gráficas, se ha aventurado en la generación de procesadores enfocados en IA, y su gran poder de mercado en este lado de la cadena de valor ha impulsado enormemente el precio de su acción-para darse una idea, hace cinco años rondaba los $40, y a abril del 2024 estaba cerca de los $800. Del lado del software, se tienen muchas empresas de distintos tamaños en diversas etapas de desarrollo y entrenamiento. Las más grandes y conocidas son Microsoft, Google, META y Open AI (desarrolladora de ChatGPT). Este “boom” ha continuado, de una manera un poco menos pronunciada, en este 2024.
Dado lo anterior, ¿cómo se explica este aumento tan pronunciado? Lo primero es entender qué es el fundamento de valor de una acción. Los precios crecen porque se tienen expectativas de crecimiento. ¿Dónde se ve ese crecimiento? En las ventas, ganancias, pero, sobre todo, en los flujos de efectivo libre —lo que le queda a la empresa luego de cancelar sus gastos operativos en efectivo, sus necesidades de capital de trabajo y su inversión de capital o CAPEX—. La manera de valorar esos flujos de efectivo futuros es traerlos a hoy, lo que se llama en matemática financiera, valor presente. Entre más cercanos estén esos flujos, valdrán más hoy, y entre más lejanos estén, menos valdrán al presente. ¿Qué está pensando el mercado implícitamente sobre esto? Existen dos posibilidades: que los flujos de efectivo de estas empresas van a ser mayores en el futuro de lo que esperaban antes; y/o que estos flujos se perciban antes, es decir, que los beneficios de la IA se verán antes de lo esperado.
En resumen, la temática de la IA seguirá teniendo incidencia en el mercado bursátil, porque tiene el potencial de transformar muchas áreas de la actividad humana. La interrogante en estos momentos es si deberían seguir creciendo los precios de las acciones relacionadas con ella al ritmo actual; porque es un tema aún nuevo, y cuyos alcances, limitaciones y regulación asociada no se han visto aún.