El sábado pasado, cuando fui a buscar el suplemento que me recomendaron, visité los sitios web de varias farmacias en Costa Rica y me decidí, sin mucho esfuerzo, por la que me ofrecía la información completa en Internet, incluyendo el precio.
No tardé mucho en darme cuenta que en este proceso de compra y en otro caso actué de forma como típicamente lo hace un consumidor actual, donde los negocios que no se alineen con el cambio digital pierden. Los que sí se transforman, ganan.
Después del entrenamiento del fin de emana consulté si era necesario y recomendable un suplemento, dado que el trajín semanal no es poco: entre lunes y viernes trotamos en la mañana; al menos tres de esos días vamos al gimnasio a mediodía; y los sábados son los fondos.
Además venimos haciendo algunas carreras de 10 kilómetros (La Candelaria) y las medias maratones de Chepe Corre y La Paz. En la mira, en lo que sigue de este 2019, quedan más carreras en la agenda.
Aparte hay que trabajar y cumplir los deberes domésticos, actualizarse, estar al día en lo que ocurre en el país, no descuidar redes sociales, seguir pendiente de otros asuntos personales...
Tanta actividad debe ir acompañada de una alimentación adecuada, que no siempre se cumple al pie de la letra (que no me lea la nutricionista).
Desde hace algunas semanas tenía la duda de si era necesario algún suplemento. Lo conveniente en estos casos es consultar, pero no a la tienda o a la farmacia donde están muy interesados en vender.
Según la revista Men’s Health, las multivitaminas es el segundo suplemento más utilizado por la gente que hace ejercicios, después de las proteínas en suero o en polvo.
Tengo claro que, fuera de la gente que hace ejercicio, hay muchos mitos sobre los suplementos.
Hay quienes los confunden con los esteroides y anabolizantes, las drogas que mejoran el rendimiento deportivo y aceleran el crecimiento de los tejidos.
Normalmente uno, aparte de mejorar la alimentación, debe estar consumiendo agua. La lista incluye gomitas, “tricopilias”, hidratantes, suero y geles en carreras de fondo.
Los suplementos, como las vitaminas, tienen riesgos: especialmente que uno se crea invulnerable a cualquier enfermedad.
El otro peligro es consumir suplementos no autorizados cuyos efectos secundarios son desconocidos, hasta que alguien aparece con un problema grave.
La BBC recordó en un reportaje al respecto que los suplementos aprobados que se venden en negocios respetados son casi siempre seguros, siempre que se sigan las instrucciones y se consuma lo indicado.
La Organización Mundial de la Salud reconoce que la mayoría de las vitaminas no son tóxicas.
Pero, advierte que la administración prolongada de dosis elevadas de algunas de ellas (retinol o vitamina A, ergocalciferol o D2 y piridoxina o B6) puede producir efectos adversos graves.
El Departamento de Salud de Estados Unidos también recomienda mantener la alimentación adecuada, no exceder el consumo recetado de vitaminas y consultar.
Es claro que cuando se produce un esfuerzo físico se consume más energía y se pierden las reservas de vitaminas y minerales.
Eso puede provocar fatiga y agotamiento, reducción del rendimiento, mayor riesgo de sufrir una infección y falta de concentración.
Las multivitaminas vienen a compensar esas pérdidas.
Teniendo claro todo eso, quedaba la tarea de ir a buscarlas y aproveché que ese es el día de compras del supermercado.
Pero no tenía idea de cuánto costaban ni dónde las podía comprar.
Mientras esperaba en un restaurante a que me sirvieran un casado, aproveché para hacer una búsqueda en Internet.
Google me mostró varias opciones de farmacias.
Ingresé a la primera.
Simplemente me quedé sorprendido. Era una página web con la misión, visión y servicios que brindan, incluyendo el envío express.
Sin embargo, no podía ver los productos (y menos sus precios). Tampoco tenía ningún carrito de compras.
Aunque invita a hacer el pedido en una página electrónica adicional, ahí lo que aparece es un formulario, un número telefónico y el horario de entrega.
Es decir: compre a ciegas.
En el otro caso, de farmacias Sucre, sí se muestran los productos, su información básica, las opciones y los precios.
Tiene una barra de búsqueda en el mismo sitio (para digitar el nombre del producto) y el carrito de compras.
La entrega la prometen en el plazo de las siguientes 24 horas y ofrecen un teléfono para emergencias. Además, reciben pagos de dos marcas de tarjetas.
Incluyen un mapa donde muestran la ubicación de las tiendas o puntos de venta físicos.
Recordé que en el mismo centro comercial había una tienda de esa cadena y decidí pasar después de salir del restaurante.
En todo este proceso de compra fui cumpliendo, paso a paso y sin querer queriendo, lo que varias veces hemos mencionado sobre el comportamiento usual del comprador en la actualidad.
Antes íbamos de tienda en tienda a buscar el producto, preguntar los precios y sufrir el acoso de los vendedores desesperados y presionados para que concretáramos la compra.
Ahora la búsqueda la hacemos por Internet. Esta es la nueva vitrina, como lo contamos en los casos de los nuevo sitio web de Tiendas Universal, de Ekono o de EPA.
Estas cadenas se encuentran entre el 80% de las marcas retail que tienen sitios web y entre el 22% de las que ofrecen la compra en línea, de acuerdo al tercer estudio de Deloitte para EF.
Después de ver la información de productos en la Web, el consumidor queda así ante la opción de ir a comprar al punto de venta o de hacerlo en línea.
Lo mismo está ocurriendo en otros casos, uno de los cuales lo contamos en un próximo artículo sobre los taxis del Aeropuerto Juan Santamaría.
Cuando llegué a la farmacia, la dependiente incluso me dijo que había una oferta.
—De hecho es la última caja de la promoción de dos por uno– me indicó.
Digamos que era cierto lo de la última caja de la promoción. En cualquier caso obtuve un precio 30% menor. Nada mal.
Pedí que no me diera bolsa de empaque, cancelé (como era una compra menor a ¢15.000 no hubo que mostrar cédula ni firmar el voucher) y salí hacia la Librería Internacional, como siguiente parada.
Esta vez no había revisado el catálogo de libros en Internet.
Sólo iba a ver.
Encontré un título que me llamó la atención. Lo miré para ver si me gustaba la edición, el material, el tamaño de la letra, el empaste y el texto.
Lo compraré después. Ya vi que está en la tienda en línea de la librería.