Ernesto Castro Meléndez obtuvo el primer promedio de admisión de la Universidad de Costa Rica (UCR). No solo eso: fue nota perfecta. 800 de 800. Qué envidia.
Siempre estuvo cerca de las matemáticas, donde destacó en la escuela y en el colegio, compitió en las Olimpiadas, participó en muchos otros proyectos en esa rama y, estando en décimo año, aprobó cálculo 1, de acuerdo a la nota de mi colega Irene Rodríguez.
Él anunció que deseaba combinar estudios de psicología con filología, especialmente en lingüística, pues su idea es convertirse en un investigador de la psicolingüística.
Cuenta que gente que no lo conoce le escribió diciendo que se va a desperdiciar si no estudia ingeniería. Él lo tiene muy claro si lo que piensan es que se va a morir de hambre. “Una persona buena en su campo le va a ir bien”, le dijo Ernesto a Irene.
Junto a que puede elegir qué quiere estudiar por la vocación personal que sienta o escoja, hay otras múltiples razones adicionales para que lo haga y, por mi sesgo con la tecnología, voy a darles algunas desde esta perspectiva.
1. La informática no es un seguro de vida
El otro día me topé como chofer de un Uber a un informático de una universidad costarricense. Lo que no le pregunté era si trabajaba en el departamento de tecnología de la información o era docente de esa universidad.
Me explicó porqué era conductor de Uber también: todavía tenía hijos a los que debía financiar los estudios y la economía se había puesto cuesta arriba.
Por dicha, me dijo, la universidad no despreció su experiencia ni la vio como una desventaja. Tampoco su edad fue un obstáculo. El mercado laboral está difícil para personas de cuarenta años en adelante.
Ni siendo informático ni por el déficit local y global de talento en áreas de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas (STEM) se salva uno de que lo descarten de buenas a primeras solo por la edad o por tener ya una carrera laboral.
“Y te ven caro”, me dijo el informático-chofer de Uber.
De modo que una ingeniería no es un seguro de vida, tampoco.
2. Se requieren personas para diseñar productos y crear contenidos
En algún momento escuché a un empresario de una importante firma de tecnología de Costa Rica despotricar contra la formación en humanidades, artes, ciencias sociales y letras. A los años, me lo encontré con otra opinión: ahora las veía como necesarias. ¿A qué se debe el cambio?
Recuerdo a otra firma tecnológica contratando antropólogos. ¿Para qué? Porque requería entender cómo usa la población los dispositivos. De esa forma, podría diseñar y producir productos de acuerdo a las necesidades de las personas.
Cuando hablamos de la experiencia de usuario —desde un software y un equipo hasta una app y un sitio web— se requiere también una comprensión de la forma cómo una persona se acerca y usa la tecnología. Podríamos seguir con más ejemplos.
Yo mismo estoy terminando un máster en escritura creativa de la Universidad de Salamanca y he llevado talleres y lecturas aparte, con costos y gratuitas, sobre storytelling y copywriting. ¿Para qué?
Porque actualmente la creación de contenidos (en medios, en videos, en comunicación digital, y en videojuegos, entre muchos otros) debe competir con millones de otros contenidos.
De hecho, el storytelling se puso de moda a nivel empresarial como una estrategia de comunicación interna y de enganche del personal y los clientes.
Y en Linkedin los puestos relacionados —por ejemplo en Amazon— piden gente que sepa escribir y editar, con conocimientos en copywriting o copy, como simplifican. También para escribir los textos de los post en redes sociales buscan personal que sepa copy.
3. Es necesaria la visión integral
Otra razón es que la especialización automáticamente es excluyente de otras perspectivas y conocimientos.
Siempre he creído en la formación integral de las personas y no solo por mi afición a la literatura, la historia o la filosofía.
Con el informático-chofer de Uber comentamos la falta de formación integral en muchas carreras y, en particular, el vacío de universidades y profesiones que le dan la espalda a la formación humanística y en lógica. ¿Y para qué sirve?
Un ejemplo: entre las habilidades blandas más demandadas están la adaptación al cambio, la empatía y la comunicación, la crítica y el trabajo en equipo.
Tenemos gente que conoce muy bien su área, pero ignora lo demás y tiene dificultades en todas esas habilidades porque no tiene las bases para establecer puentes de comunicación y de trabajo con otras personas.
Son los nuevos analfabetos, que llamaba Pedro Salinas. Es la barbarie del especialismo que advertía José Ortega y Gasset hace un siglo.
De hecho, uno puede descubrir con facilidad si una persona profesional ha llevado un curso de lógica en la universidad: cuando no entiende qué es una falacia, que en un mismo hecho hay contradicciones, que las cosas no son solo en blanco o negro y que todo cambia, por ejemplo.
4. Es necesario gente con los pies en ambos mundos
Hace unos años se realizó en la Antigua Aduana un congreso de sociología. Un buen amigo sociólogo panameño vino al país, almorzamos después de casi dos décadas de no conversar y luego fui con él a la inauguración del evento un domingo en la tarde.
Cuando revisé el programa y los títulos de los debates, me llamó la atención la brecha de los temas del congreso con la evolución de la economía, la sociedad y el rol que pueden cumplir las ciencias sociales para la integración de diferentes grupos sociales o, por lo menos, para que diversos grupos de población no queden excluidos.
No es necesario que las ciencias sociales —como la psicología, la antropología o la sociología— o las letras, la filosofía y la filología abandonen su vocación crítica e independiente. Más bien, deben mantenerla y profundizarla. Pero no en un sentido luddista o de rechazo total a la tecnología.
La tecnología nos acompaña desde el inicio de la modernidad. La misma posibilidad de estudiar o trabajar, escribir o leer se basa en la tecnología. Se requiere, entonces, profesionales que conozcan y dominen la teoría, las metodologías y las técnicas para investigar, comprender y ayudar a resolver los problemas con un instrumental que vaya más allá de las fórmulas, los prejuicios y los esquemas.
Las universidades deben dar un salto en ese sentido en las carreras tradicionales que ya tienen. Se requieren más profesionales de leyes, medicina, veterinaria, agronomía, psicología, sociología, economía, literatura, educación, artes, filosofía, arquitectura e incluso ingeniería civil, por ejemplo, con habilidades técnicas en sus propias áreas, con habilidades en nuevas tecnológicas y con habilidades blandas.
El chofer de Uber me contaba que una de sus hijas estudiaba arquitectura e informática y yo le dije que eso tenía su lógica: hoy muchos servicios en arquitectura requieren aplicaciones de realidad virtual y van evolucionando al metaverso. Que lo diga la firma Gensler.
¿Podrían ayudar las diferentes profesiones a que los sistemas de inteligencia artificial no tengan los sesgos raciales o de género que se han delatado en los últimos años? Sin duda.
5. No hay una solución; hay muchas soluciones
Las estadísticas de la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT) indican que, de los 8.000 millones de personas en la Tierra, hay 2.700 excluidos de la conectividad.
Y eso implica otras exclusiones: del empleo, de la producción, de los negocios, de los servicios de salud cada vez más digitalizados, de la educación, de la información y del conocimiento.
La misma entidad, que pertenece a las Naciones Unidas, señala que el 95% de la población mundial vive y trabaja en áreas geográficas que están dentro del alcance de alguna red de banda ancha móvil pero que no todos están conectados.
Al menos 390 millones de personas no tienen posibilidad de conectarse a Internet. Y no se debe solamente a su situación socioeconómica.
Una de cada tres personas, que podrían conectarse, elige no hacerlo, dice el informe de la UIT.
En Costa Rica los operadores que participan en los programas del Fondo Nacional de Telecomunicaciones (Fonatel) se han topado con padres o madres que rechazan la donación de la computadora y la línea de Internet que se realiza en el programa de hogares conectados.
El Programa Institucional de la Sociedad de la Información y el Conocimiento (Prosic), de la UCR, indica que en el país casi 19% de los hogares están desconectados.
El Prosic llamó la atención sobre otra brecha digital que se abre entre aquellos que tienen enlaces de fibra óptica y los que no, en especial con solo el móvil, por las diferencias en la calidad del servicio y en el tratamiento de la información.
¿Cuáles son las razones de las disparidades? Aparte de quienes tienen razones religiosas o de autoexclusión y de los factores de costos (del servicio y del dispositivos), hay otras causas de la negativa a conectarse: “Falta de conocimiento, habilidades o propósito”, dice el reporte.
Ahí es donde pueden ayudar o trabajar los profesionales de diferentes áreas, pues se requieren múltiples perspectivas, múltiples propuestas, múltiples soluciones que se puedan integrar en una sola.
Un último apunte...
¿Y quién dice que por estar en ciencias sociales, educación o letras no se requieren matemáticas? Que lo digan quienes, huyendo de las matemáticas, eligieron una carrera de ciencias sociales, administración, educación o letras para chocar de frente con cursos de estadísticas, matemáticas, microeconomía, macroeconomía, contabilidad o finanzas, por citar algunos.
En las áreas de ciencias sociales y también de lingüística o letras se requiere una base matemática para el análisis cuantitativo de un texto (una técnica que conocí hace cuarenta años y seguro tenía más años de aplicarse en Estados Unidos o Europa) y en la actualidad para lo que se llama el análisis de los datos.
En el caso de la psicolingüística (hago una rápida búsqueda en Google) existe una relación con las matemáticas y aplicaciones algorítmicas para el conocimiento de la evolución y funcionamiento de la mente.
Hasta Mark Zuckerberg o Elon Musk seguro se enstusiasman con la idea de aprovechar todos los datos que tienen de nosotros para entender mejor cómo funcionamos los usuarios.
Y, por último, que no se nos olvide: a las siglas de STEM le agregaron una A, de arte. Por algo será.