¿Cuántos nombres de usuario, claves y contraseñas usa Usted? ¿Lo recuerda todo?
Están los nombres de usuarios y las contraseñas de los sistemas informáticos y del correo electrónico de su empresa o institución.
Las de los sistemas informáticos y del correo electrónico del lugar donde estudia.
Las de sus correos electrónicos personales.
Las de Netflix, Apple Store o Goggle Store, Spotify, Facebook, Instagram, Twitter, LinkedIn o Snapchat.
Las de las consolas de videojuegos.
Las del wifi de su casa, de su empresa, las redes de las casas de sus hermanos o sus padres, algunas de las cuales se programan para que se conecte en automático pero que siempre debe tener por ahí en caso de una visita o de un cambio de dispositivo.
Si sus labores están relacionadas con marketing digital o de gestión de redes sociales, o si Usted mismo se encarga de las redes sociales de su negocio, también debe tener claves o contraseñas para las herramientas que se usan: Hootsuite, Canva, Social Flow, Datawrapper, Tableau, Pixlr, Picktocharp,...
Está la de Wordpress o la de la plataforma que utilice para blogs o para el sitio web de su negocio.
Y su celular le pide una contraseña, la tableta otra y ahora las computadoras de escritorio o portátiles también se activan con una clave.
Saque la cuenta. ¿Cuántas son? ¿Realmente puede acordarse de todas?
En el foro Desafío Digital, organizado por Kölbi Negocios y EF la semana anterior, le preguntamos a los panelistas:
“Todos los usuarios siempre manejan múltiples claves y contraseñas, la mayoría de las veces no de forma adecuada. La revista CIO habla de una crisis de los password. ¿Es relevante enfocarse en cuidar los passwords en una época en que los hackers usan herramientas avanzadas de la inteligencia artificial o consiguen la información que requieren por otras vías?”
La respuesta más contundente la dio Randall Barnett, especialista de seguridad informática del Instituto Costarricense de Electricidad (ICE):
“Las contraseñas están obsoletas”, afirmó.
Si desde el punto de vista de seguridad informática no sirven, menos nos sirven a los usuarios.
Agréguele las claves para su tarjeta de crédito, para su tarjeta de débito y para las cuentas en Internet de los bancos que usa, a lo que se suma que debe tener por ahí la lista de las cuentas a las que realiza transferencias o pagos electrónicos mes a mes.
Y también hay que acordarse de la clave de la alarma de la casa, la del candado que lleva al gimnasio, la del candado de su maleta de viajes y la del portafolio donde guarda documentos (si tiene uno por ahí en el ropero), o la caja fuerte en su negocio o su casa y la de la caja fuerte que el hotel le ofrece en su habitación cuando anda de viaje.
De modo que Usted hace lo que no hay que hacer, pero que la mayoría de los terrestres seguro hacemos.
Aunque hay sistemas para gestionar claves, contraseñas y usuarios, seamos sinceros: las apuntamos en una libreta o en un documento en el Drive, en el OneDrive o en una nota en el celular, en un papel que pegamos en el borde del monitor de la computadora o en la puerta de la refri.
Claro que ya hay dispositivos, incluyendo algunos automóviles, que vienen con mecanismos de biometría, los cuales registran su huella digital, la cara o uno de tus ojos (sí, el iris del ojo) y con solo colocar el dedo, la cara o el ojo en el lector se activan, hacen funcionar los sistemas o lo dejan pasar con un sonoro “Ábrete Sésamo”.
También están las tarjetas electrónicas o los token, pero sólo se usan en algunos servicios, como para ingresar a áreas de su empresas o para la banca en línea.
No queda más que manejar los nombres de usuario, las contraseñas y las claves así nomás.
Son tantas que se olvidan, se mezclan, se cruzan, se pierden, se extravían, se enredan, se traspapelan, se quedan en algún lugar que Usted apuntó y que ya no recuerda, o las digita mal porque usted anda de prisa, cansando, embotado, pensando cualquiera otra cosa o con la mente en blanco y termina bloqueando la cuenta.
Los sistemas y servicios en línea tienen mecanismos para recordarle su contraseña o para que Usted la cambie, por aquello que se le olvidó la que usaba. Pero hay que responder una pregunta. Por ejemplo, el nombre de la mascota. Y sucede que Usted no tiene mascota y se le olivó cuál fue la respuesta que registró. La contesta una y otra y otra vez y nada, hasta que debe generar una nueva.
Entonces cuando va a crear una contraseña se inventa una "supersegura" (para no olvidar) igual a otras tantas que ya usa: con los números del 0 al 10, con los nombres de los hijos, el nombre propio, los cumpleaños, el apodo, el alias, el sitio de residencia, el santo patrono, el equipo de futbol, el jugador preferido, las iniciales, las fechas especiales, las fechas que no son especiales, la comida preferida, el santo y seña.
Y usted dirá: ¿cómo alguien va a averiguarlo?
Lo averiguan los hackers, lo averiguan sus hijos, lo averigua su pareja y, además, Usted se pasa publicando en Facebook las fechas, jugadores y equipos preferidos, nombres de sus hijos y familiares, dónde vive, qué come, el nombre de sus mascotas y las marcas que le gustan, como quien deja las llaves escondidas y un cartel en la puerta del frente de su casa que dice dónde están o como aquel jugador que saludó en televisión a la esposa, a la amante y a la novia.