Todos los reportes, tanto los que revisan el año 2020 como los que enumeran las tendencias del próximo año, apuntan a una aceleración en la adopción de tecnologías, la digitalización y la venta en línea, en Internet o apps de delivery. ¿Realmente es así? La experiencia de cada persona lo confirma, como en el caso de a quienes nos gusta correr.
Como buena parte de las personas, cada corredor revisamos el calendario de carreras del año y definimos las de 10, 20, 32 o 42 kilómetros que realizaremos, cuáles en el país y cuáles en otros países. Lo mismo ocurre con quienes optan por las competencias en montaña o que practican triatlón. Todo eso se vino al suelo en el 2020.
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Durante los primeros meses del confinamiento hubo mucha incertidumbre sobre cómo practicar deportes individuales sin riesgo. Conforme todo se fue reactivando, también nos fuimos reactivando, tomando medidas de precaución y cumpliendo protocolos, apoyándonos en la tecnología. ¿Cómo ocurrió esto?
Cada vez que uno sale a correr, activamos el reloj. Normalmente hay que esperar a que se establezca la conexión satelital para que registre la ruta desde el inicio. Muchas veces no lo hace tan rápidamente como uno quisiera, por lo que el enlace se logra a unas cuadras e incluso a unos kilómetros de haber iniciado.
La ventaja es que, aún así, el dispositivo va indicando datos de tiempo, distancia y ritmo. La conexión satelital sirve para que el recorrido salga completo en el mapa que se despliega al actualizar la información en la app.
Entre mis amistades en redes sociales es normal que compartamos algunos de nuestros entrenamientos. En las apps como Strava también podemos ver los entrenamientos de las personas a las que seguimos y los rankings de los grupos.
Al llevar el registro de cuántos kilómetros se recorrieron en la semana o en el mes, puedo hacer comparaciones con periodos similares anteriores, establecer metas y monitorear su cumplimiento. A otros contactos les sirve también para registrar y compartir sus entrenamientos de natación, ciclismo o gimnasio.
Los “me gusta” son un empujón de motivación personal. Cierto, la vanidad no tiene límites; pero, sí ayuda. La revisión de esa información me sirvió para estar enganchado con el ejercicio en varios meses, especialmente desde agosto a la fecha, con pocas interrupciones.
La tecnología me ayudó con otra situación que enfrenté desde marzo.
Durante muchas semanas tuve problemas para dormir: me costaba conciliar el sueño y, cuando lograba dormirme, me despertaba y duraba horas desvelado. Ese fue el problema que afectó la continuidad de los entrenamientos. Una recomendación y el problema se resolvió. El reloj y la app me sirvieron para ver el progreso.
Empecé a ver las horas que dormía, el tiempo de sueño profundo y los momentos en que me despertaba. Los datos se convirtieron en una motivación adicional y tiene mayor valor para mí, por encima de si estoy entregando información privada a las compañías. Además, es información que puedo compartir con un especialista si es necesario.
La tecnología puede servirle a uno en más casos. Para ver datos de hidratación, por ejemplo.
Las apps permiten a los entrenadores supervisarlo a uno y hacerle recomendaciones. En un recorrido se puede ver el ritmo de entrenamiento, si se cumplió las indicaciones del plan de entrenamiento y los progresos. También se pueden agregar otras variables.
Hay apps como Sensorium Endurance, desarrollada en Costa Rica, orientadas a monitorear el cumplimiento del programa y los resultados a partir de las sensaciones de la persona más que en los datos del reloj, ya que el rendimiento también es afectado por factores como el sueño, enfermedades y su estado emocional.
El uso de dispositivos y apps deportivas es ya viejo. Pero durante este año fue mayor.
Un estudio divulgado por la Maratón de Nueva York, reveló que durante el año aumentó en un 50% el uso de relojes inteligentes, dispositivos de realidad aumentada, calzado o calcetines inteligentes y aplicaciones de hidratación y nutrición.
Dos de cada tres deportistas dijeron que correrían más con tecnologías como ropa inteligente que se ajusta automáticamente, parches para la piel que evalúan la hidratación y extremidades biónicas o exoesqueletos.
Hay más cambios. Durante el año también se popularizaron los eventos virtuales. La proyección es que, como son otra fuente de ingresos para las organizaciones y la industria deportiva cuando volvamos a la “nueva normalidad”, en el futuro tendremos competencias presenciales y de competencias virtuales para elegir.
Definitivamente, sí. Muchas cosas cambiaron o al menos se intensificaron en el 2020.
Es solo el inicio. Y es un ejemplo de los cambios a los cuales las empresas deberán ajustarse si no quieren ser desplazadas.
La gran incógnita para el inicio del 2021 es cuántas empresas no aguantaron la crisis al no haber logrado apoyarse en la tecnología para adaptarse a la situación causada por la pandemia. Las siguiente incóginita será sobre cuántas no aguntarán el ritmo de la transformación digital en los próximos años, más por visión que por un problema de costos.
En mercados como Estados Unidos, según McKinsey, la tasa de caída de empresas que estaban establecidas aumentó 40% entre 1965 y 2012. En ese periodo se vieron algunos cambios tecnológicos, pero no con la magnitud y la velocidad de este último año. Por supuesto, los empresarios quieren resultados (ojalá inmediatos) cuando implementan alguna tecnología o hacen una apuesta a lo digital.
Según McKinsey las empresas esperan que las inversiones digitales les den un crecimiento entre 5% y 10% en los próximos cinco años. Pero para eso, las inversiones digitales, la cultura de adaptación continua, las decisiones basadas en datos y el uso de tecnologías modulares y de entrega ágil deben ser parte central del negocio, no algo que se hace al margen o como si fuera otro negocio.
Las empresas deben responder varias preguntas sobre sus mercados:
—¿Cuáles son las amenazas y las oportunidades digitales más interesantes?
—¿Con qué rapidez y en qué escala es probable que ocurra esa disrupción digital?
—¿Cuáles son las mejores respuestas para aprovechar estas oportunidades de manera proactiva y reasignar recursos?
Agregamos una:
—¿Dónde se encuentran sus cliente?
En diciembre pasado reinicié los entrenamientos en el gimnasio, pues los ejercicios que se realizan ahí son más que un complemento. A la hora de la matricula me indicaron que debía descargar una app.
En este momento, la app sirve para apartar el espacio en el horario al cual uno asistirá. Eso permite cumplir con la ocupación permitida por las autoridades de salud y para poder mantener el distanciamiento.
Cada persona debe cumplir la rutina en el bloque de tiempo elegido. Al finalizar, los clientes deben abandonar el sitio para que se realice la desinfección (que conste que cuando se va a usar cada máquina, banca o pesa también hay que desinfectarlas) y después ingresen las personas del siguiente bloque.
La app podría tener otras funcionalidades a futuro, sin duda.
Se podría incluir ahí la rutina personal, los datos de la evaluación In Body y del avance (como mínimo una tabla e incluso gráficos que se generen automáticamente), el plan de nutrición y algunas funcionalidades para marcar el cumplimiento y los cambios, entre otras muchas cosas.
A través de la app se podría brindar recomendaciones, información e inscripción a grupos, horarios, pago de la mensualidad, ofertas, historias de éxito, guía de entrenadores personales, blogs sobre ejercicios y videos, entre otros contenidos.
Al negocio también le serviría disponer de la información permitida por sus clientes, de forma segura y según la legislación de protección de datos, para mejorar y ofrecer más y nuevos servicios. ¿O no?
Eso esperamos. Además, porque la evolución del mercado es acelerada y yo, como la gran mayoria de los consumidores en la actualidad, no somos fieles a ninguna marca. Nos vamos con las que nos resuelvan nuestras necesidades, deseos, gustos y expectativas. Y eso pasa hoy por lo digital.