La discusión es global, todavía no hay consenso y alguien dirá: “se los dije”, si las consecuencias son positivas (quienes están a favor) o negativas (quienes están en contra). Ya hay algunos estudios de los resultados las pruebas de jornadas de cuatro días en algunas empresas globales y países, pero la discusión parece debería ser más sobre la modalidad del trabajo, incluyendo lo de la cantidad de días y horas por semana.
En mi primer trabajo en una fábrica de maquila trabajábamos de lunes a jueves desde las 7 a.m. hasta las 5 p.m., con microespacios para almuerzo a mediodía y café a mitad de la mañana y a mitad de la tarde. El viernes almorzamos y luego la gente de contabilidad entregaba la paga de la semana en efectivo en sobres pequeños de papel. Después, cada quien salía disparado a la casa, a hacer mandados, a visitar a algún familiar y no pocos se iban a bailar.
La medida era práctica y realista. Con la tarde libre del viernes uno tenía más oportunidad para recuperar fuerzas. Típicamente un viernes en la tarde la productividad no es la misma. No he visto estadísticas, pero si muchas personas que desde la mañana de los viernes generan más mensajes positivos sobre este día (del tipo Thank God It’s Friday, como la canción de música disco y la pelicula de 1978) que sobre un lunes. En mi caso, saco fuerzas de voluntad para terminar ese día.
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La jornada de ocho horas no se logró fácilmente. Hizo falta mucho tumulto para que se aprobara. Desde hace cuatro décadas, los sindicatos europeos plantean que el nivel tecnológico y el nivel de riqueza alcanzado permite reducir la jornada semanal a 32 horas, al tiempo que reduciría el desempleo.
Ahora la industria lo promueve en función de la productividad laboral. Empezó a formularse antes del 2020, pero había dudas. La pandemia del Covid-19, el trabajo remoto y los resultados de los avances tecnológicos de estos dos años parecen haber cambiado la resistencia. “La noción de la semana laboral de cuatro días está ganando popularidad”, indica una publicación del Foro Económico Mundial, bastante optimista. La aceptación parece que va de la mano de las edades a nivel global. La población de 18 a 24 años la apoya, pero los mayores de 45 años la rechazan.
El mismo Foro advertía, en una publicación del 2017, que en muchos sitios donde se han realizado pruebas piloto no hubo una disminución de las horas por semana, lo que podría venir acompañado —según un estudio de la Ohio State University— de un aumento en los riesgos por accidentes de trabajo para personas que trabajan más de 12 horas al día. En el caso de las mujeres, cuyas jornadas se extienden por las tareas de sus hogares, los riesgos de enfermedades se triplican (problemas cardíacos, cáncer, artritis o diabetes) o se duplican (enfermedades crónicas de pulmón o asma).
Allard Dembe, quien realizó la investigación de la Ohio State University, también cuestionó que se obtengan ahorros energéticos y dio como ejemplo que en 2008 se estableció la jornada de cuatro días con esa justificación en el estado de Utah, también en Estados Unidos, pero nunca se materializaron los ahorros. En 2011 se volvió al régimen anterior.
Daniel S. Hamermesh, profesor emérito de economía de la Universidad de Texas en Austin, también cuestionó el propósito de la jornada de cuatro días y dijo que, si el objetivo es que la gente tenga más tiempo libre, se puede otorgar un mayor periodo de vacaciones. Hamermesh advirtió que se corre el riesgo de que decline la productividad en jornadas diarias extensas y se reduzcan las horas con la familia durante esos cuatro días de trabajo.
Tal vez por eso las empresas que implementan pilotos lo vienen haciendo con algunos cuidados.
En Reino Unido se realizó un piloto en 30 empresas con la idea de ver el impacto en la productividad y el bienestar de los trabajadores, recibiendo estos la misma remuneración. El programa es dirigido por el Think Tank Autonomy e investigadores de las universidades de Cambridge, Oxford y Boston College.
En noviembre, Atom Bank se convirtió en el más grande empleador del Reino Unido con una semana de cuatro días para 430 trabajadores, sin reducción de salario.
Microsoft puso a prueba la semana de tres y de cuatro días sin disminución de salario en su oficina de Japón en 2019, con un programa denominado Work Life Choice.
En él cada persona colaboradora elige una variedad de estilos de trabajo flexibles de acuerdo con las circunstancias de trabajo y vida, con el desafío de “trabajar en poco tiempo, descansar bien y aprender bien” para mejorar la productividad y la creatividad.
El programa dio la opción de semanas de tres y de cuatro días y fue acompañado de iniciativas de apoyo, incluyendo subvenciones de gastos de autodesarrollo, de viaje de la familia y de actividades de cotización social, así como se implementaron cambios en la operación y la comunicación interna.
La empresa afirmó que la productividad aumentó en casi un 40%, los costos de electricidad se redujeron 23% y, con los viernes libres, se redujo en 60% la impresión de documentos.
En Islandia se realizó un piloto entre 2015 y 2019 a gran escala de una semana laboral de 35 o 36 horas sin reducción de salario. El reporte del Foro indica que fue aclamado como un “éxito abrumador”: 2.500 trabajadores (1% de la población activa) participaron en la prueba y los resultados revelaron que el bienestar de los trabajadores aumentó en áreas como el estrés y el agotamiento, la salud y el equilibrio de la vida laboral.
Los resultados fueron analizados en un proyecto conjunto de Autonomy y la organización de investigación Association for Sustainability and Democracy (Alda) en Islandia.
En la evaluación se destacó que el 86% de la fuerza laboral del país ahora trabaja menos horas y tiene el derecho a reducirlas, al tiempo que la productividad y la provisión de servicios permaneció igual o mejoró en la mayoría de los lugares de trabajo donde se realizó la prueba y el bienestar aumentó “drásticamente” en varios indicadores (estrés percibido, agotamiento, salud y equilibrio trabajo y vida).
En Nueva Zelanda, en 2018, los planificadores patrimoniales de la firma Perpetual Guardian inscribieron a sus 240 empleados en una prueba de la semana laboral de cuatro días. ¿El resultado? El 78% afirmó que era capaz de gestionar mejor su equilibrio entre el trabajo y la vida personal.
“No es sólo tener un día libre a la semana: se trata de ofrecer productividad y cumplir con los estándares de servicio al cliente, cumplir con las metas y objetivos empresariales personales y de equipo”, dice Andrew Barnes, fundador de Perpetual Guardian.
En 2020, Unilever también dio un paso adelante en Nueva Zelanda con planes para una semana de cuatro días. La empresa realizó la prueba con sus 81 empleados con sede en el país, trabajando 80% por el mismo salario con el objetivo de mantener la ventaja competitiva, aumentar la productividad y mejorar el bienestar.
“Creemos que los antiguos métodos de trabajo son anticuados y ya no son adecuados”, dijo en ese momento Nick Bangs, director general de Unilever Nueva Zelanda. “Se trata de eliminar las barreras que limitan la creación de valor y nos ralentizan, y centrar nuestras energías en generar impacto y generar resultados”.
Como parte del plan se capacitó a los colaboradores en el método de gestión de proyectos Agile, que divide el trabajo en fases cortas con frecuentes reevaluaciones y adaptaciones de planes, así como elimina el trabajo que no agrega valor y la burocracia innecesaria. Además, se trabajó en conjunto con la Escuela de Negocios de la Universidad de Tecnología de Sydney para medir los resultados cualitativos de la prueba.
En Irlanda se empezó a realizar una prueba a inicios de este 2022 en 17 empresas con la idea de comprender mejor las implicaciones de la reducción del tiempo de trabajo para la productividad, el bienestar humano y la sostenibilidad medioambiental.
España puso en marcha una prueba de la semana de cuatro días en 2021, tras las peticiones del partido de izquierda Más País. La prueba tendrá una duración de tres años. “Con la semana laboral de cuatro días (32 horas), nos lanzamos al verdadero debate de nuestro tiempo”, dijo el líder de Más País, Iñigo Errejón.
De todo esto resalta que en los países de verdad el paso a la jornada de cuatro días no se decreta para que las empresas simplemente la implementen. Se prueba, se ven resultados (con apoyo de las universidades o centros especializados en talento humano) y se acompaña con programas de capacitación y paquetes de beneficios.
En el reciente encuentro global realizado por el Foro Económico Mundial, en Davos, se evaluó el caso de los Emiratos Árabes Unidos, donde el gobierno introdujo una semana laboral más corta a principios de este año ya que ahí también vieron otro beneficio: la gente sale a gastar más en su tiempo libre. (Algo que se ha comprobado en Costa Rica cuando hay “lunes feriado” y medio país se va de paseo… o los que pueden.)
Según el reporte de Bloomberg, en el Foro se indicó que alrededor del 70% de los empleados en los Emiratos informaron trabajar de manera más eficiente y hubo una reducción del 55% en el ausentismo.
Pero parece que, más que la menor extensión de las jornadas, la discusión debería estar en un ámbito mayor o superior: el trabajo flexible (incluyendo las menores jornadas), un tema en el que se ha venido insistiendo cada vez más después del 2020. “La flexibilidad que la gente más quiere en el trabajo es cuándo y cuánto trabajar”, dijo Adam Grant, psicólogo organizacional de la Escuela Wharton de la Universidad de Pensilvania.
Es una conclusión que va en sintonía con la opinión de Allard Dembe, Ohio State University y que -como dijimos- cuestionó la medida de una jornada de menos días: mejorar la vida de los empleados no pasa por la sobrecarga de trabajo ni por alargar los horarios en la oficina. Sí, por flexibilizar las condiciones laborales, como facilitar el teletrabajo y la elección de horarios (o, directamente, reducirlos).
El Foro Económico Mundial reconoció que esa es también la opinión de gran número de expertos en recursos humanos. Es esa flexibilidad lo que ayudaría a atraer y retener a los mejores talentos para aumentar la participación y la productividad.
“Quizá la solución la haya aportado Lonnie Golden, profesor en la Pennsylvania State University, proponiendo la semana laboral de Ricitos de Oro: aquella que no es ni demasiado larga ni demasiado corta; que satisfaga los intereses en cuanto a productividad de los empresarios y los intereses en cuanto a salud y bienestar de los trabajadores”, dice el artículo del Foro.
Tomemos en cuenta esto en Costa Rica, pues acá se discute una iniciativa de ley para que los trabajadores laboren las mismas 48 horas semanales en cuatro días. La reforma debería ir más bien hacia un trabajo flexible en horarios y lugar de trabajo, sin deteriorar derechos legales ni condiciones y tampoco salarios, con programas para mejorar la productividad y el rendimiento.
Porque no se trata de que el tiempo libre solo sirva para ver cómo uno resucita y no llega al día siguiente o al lunes igual o más agotado, con jornadas tan extenuantes que el fin de semana largo es insuficiente. Se trata de que al final del día y de la semana uno recupere fuerzas físicas y mentales disfrutando un tiempo libre de calidad.