Ha pasado casi un mes desde que comencé a re-aprender a caminar. Yo siento que ya lo hago normalmente pero mi esposo dice que siguen siendo pasos cortos y tiesos.
Por eso, en fisioterapia me ponen ejercicios de coordinación, donde tengo que dar pasos rápidos mientras me concentro en otra cosa, como no majar las líneas o dar tres pasos y una pausa en vez de cuatro seguidos.
“Estamos reformateano el cerebro para que le diga a las piernas que caminen y no tenga tiempo de pensar ni de dictarles maña”, me explicó Alejandro Calvo, el fisioterapeuta que me está atendiendo.
Estoy yendo donde él porque fue el que me recomendó el doctor que me operó, Kobayashi. Nunca antes había tenido sesiones de fisioterapia así: no usamos camilla, punción, electricidad, US, ni esos gadgets... ¡Usamos mi cuerpo, y ejercicios funcionales!
Así que yo siento que ya volví a las canchas, aunque siga en periodo de recuperación.
Este es mi último post de la serie sobre mi cirugía de cadera porque no tengo más nuevo que aportar:
Estoy viviendo lo que hace más de una década, cuando nació Carobicos, no vivía: tiemblo cuando hago plancha, uso las mancuernas chiquititas, me canso a los 20 segundos de sostener un desplante, no puedo tocarme los pies al estirar y, por supuesto, me duele todo al día siguiente ----incluso los ‘músculos que no sabía que tenía’... ¡Y me encanta!
Imagino muchos de ustedes reconocerán esas sensaciones de empezar a hacer/retomar el ejercicio. Sabemos que, a partir de ahora siguen adaptaciones, cambios de programas y motivación clara que lleve a la construcción del hábito.
Así que, queridos lectores, cierro el tema, esperando que mi experiencia les haya sido de utilidad: no pospongan cirugías ni tratamientos por miedo; haciendo caso a los mejores especialistas de cada campo, y haciendo ustedes su parte de la tarea, todo saldrá bien.