“No me importa que me agarre el baldazo mientras ando corriendo o cleteando afuera y mojarme ahí. Pero salir a entrenar lloviendo…”.
¿Se identifican? Lo escuché en Intelec cuando fui a probar equipos de realidad virtual y finalmente me hizo sentido por qué alguien querría comprar ese aparato en vez de un rodillo o una bici estacionaria.
Los simuladores inteligentes de ciclismo no solo pueden replicar visualmente la ruta que el usuario quiera entrenar —algo que pueden disfrutar con visores inmersivos o simplemente viendo la toma en primera persona en cualquier pantalla—, sino que replican el terreno sobre el cual se pedalea.
Es decir, entrenadores, como el Wahoo Kickr o el Bkool, saben dónde en la ruta hay una cuesta, y aumentan la fricción para que el ciclista deba pedalear con más fuerza, a diferencia de un rodillo de equilibrio convencional donde se trabaja la resistencia aeróbica, la estabilidad en la bicicleta y la técnica de pedaleo.
Incluso, se puede añadir el componente climber a la experiencia para replicar grado a grado la inclinación que se experimenta en ese tracto de la ruta. De acuerdo con Christopher Alvarado, gerente de promoción de Intelec, el rango de movimiento va desde lo 20o hasta los -10o de inclinación.
Así es como este tipo de aparatos logran simular efectivamente el entrenamiento: en los ojos se ve la cuesta y en las piernas, se experimenta.
Además, plataformas permiten pedalear con otras personas en todo el mundo e incluso, hacer pelotones virtuales, y ver dónde se encuentran en la ruta, muy parecido a como Waze nos dice dónde están nuestros contactos en carretera. Y si alguien nos adelanta pedaleando, también en la pantalla vemos su avatar pasando por delante del nuestro.
Hasta ahí, todo muy chiva, muy vacilón, muy en la onda de gamercising de la que les había comentado antes.
Sin embargo, el verdadero valor agregado que le veo a estos simuladores inteligentes de ciclismo es que usted no entrena en una bici genérica esa ruta que planea hacer: usted entrena en su bici, replicando sus platos, sus piñones, su trasmisión y todo lo que quiera configurar y replicar en el simulador.
Así, si está entrenando para la etapa 3 de la Ruta de los Conquistadores, no tiene que manejar hasta Turrialba y empezar a pedalear hasta Limón. Puede hacerlo desde la sala de su casa, sobre la bicicleta que usará ese día, y sabiendo que la altimetría, esfuerzo, velocidad, etc es una copia de lo que puede esperar experimentar en la carrera.
Ahora, se ahorra la gasolina y la mojada pero no su bici no se ahorra el desgaste de la bovina, de la cadena, de los piñones, etc.
Por eso, también existen simuladores que no requieren que usted monte su bici en ellos, sino que son una “bicicleta” en sí mismos, que usted puede configurar al tamaño y demás especificaciones propias de su biciclo.
Modelos de este tipo tiene Wahoo, TrueKinetix —cuyo algoritmo toma también en cuenta el peso del usuario—, Stages y otros fabricantes de smart bikes.
Pero aún con todas estas facilidades que ofrecen, consideren este tipo de equipos como un excelente complemento a su entrenamiento en carretera. Por más que replique todas las condiciones técnicas, hay variables de la vida real que no se pueden simular, por más inteligente que sea el aparato. Esas hay que entrenarlas afuera.