Como porcentaje del Producto Interno Bruto (PIB), Costa Rica es uno de los países de todo el mundo con mayor presupuesto público para la educación. Sin embargo, en las pruebas del Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos (PISA) nos ubicamos en la vergonzosa posición 49 de 79 países y territorios. En dicha evaluación nos encontramos muy por debajo del promedio de los países que conforman la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).
El problema esencial del sistema educativo radica en que sigue un modelo de planificación centralizada donde el ministerio de Educación es el que toma todas las decisiones con relación a la educación: años de estudio, materias que deben cubrirse, selecciones de contenidos de las materias, metodologías de enseñanza y selección de profesores. Es decir, toda nuestra educación está en manos de burócratas.
Una de las consecuencias del modelo de planificación centralizada es que tenemos una educación que ofrece una única camisa de la misma talla y color para todos los estudiantes. Es decir, todos los estudiantes, sin importar las diferentes vocaciones, capacidades e interés por estudiar reciben las mismas materias, los mismos contenidos y avanzan al mismo ritmo. Un sistema así incentiva la mediocridad porque si deseamos que la mayoría de los estudiantes apruebe el año, el nivel educativo debe bajar al nivel de los más mediocres.
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Lo anterior se agrava si tomamos en cuenta que el gobierno de Carlos Alvarado firmó el 29 de abril del 2019 el “Memorando de cooperación entre el ministerio de Educación y el gobierno cubano”. Este tipo de alianzas solo las hace quien pretenda adoctrinar y no educar. Decía el socialista Antonio Gramsci, “tomen la educación y la cultura, y el resto se dará por añadidura”.
No es suficiente cambiar ministros ni cambiar los contenidos educativos que elabora el ministerio de Educación. La reforma debe ser mucho más profunda de modo que sustituya el sistema de planificación centralizada. No es posible dejar en manos de burócratas algo tan valioso como la educación. Necesitamos replantear el sistema educativo e involucrar a los padres en la toma de decisiones.
Valga decir que en Costa Rica no tenemos educación privada porque estos deben enseñar lo que el burócrata dice que deben enseñar, con las metodologías de enseñanza que el burócrata impone y donde solo pueden enseñar profesores autorizados por el gobierno.
En este sentido es importante prestar atención al modelo educativo sueco para diseñar una reforma.
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El modelo de educación sueco se inspira en la reforma propuesta en 1955 por Milton Friedman, quien fuera galardonado con el Premio Nobel en Economía. En su ensayo The Role of Government in Education, Friedman propone que el presupuesto del ministerio de Educación sea entregado a los padres de familia de los estudiantes por medio de bonos para la educación y que estos sean canjeables como pago en cualquier centro de educación, sea público o privado. Debo revisar los datos, pero en Costa Rica, el bono para un estudiante de colegio equivaldría a unos ¢2 millones por año.
Los centros educativos públicos tendrán independencia administrativa y dejarán de recibir dinero directamente del gobierno. Su única fuente de ingreso serían los bonos para la educación de los estudiantes matriculados. Es decir, un centro educativo público que no tenga matrícula no tendrá ingresos y no podrá pagar nada, incluyendo salario de profesores. Sin embargo, los centros educativos que ofrezcan mejor calidad tendrán más ingresos porque tendrán más matrícula. Al haber independencia administrativa, cada centro educativo público podrá contratar a los profesores que desee y pagarle más a los mejores.
En fin, el objetivo de los bonos educativos es introducir competencia y que esta sea la garante de la calidad en la educación y no la planificación centralizada. A estas alturas del siglo XXI, ya todos debimos aprender la lección de la historia que solo la competencia garantiza calidad en los bienes y servicios y que la calidad no se alcanza con leyes, decretos, reglamentos o burócratas.
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Con el sistema de cupones, es el estudiante (o el padre), y no el ministerio de Educación, quien decide dónde y cómo invertir los recursos públicos en la educación.
Además, la reforma debe eliminar la imposición del ministerio de Educación sobre años de estudio, materias a estudiar y contenido de estas. Esto será potestad de cada centro educativo de modo que haya todo un abanico de oferta educativa y que sean los padres de familia (no el burócrata) quienes decidan, con sus bonos para la educación, cuál sistema educativo es mejor.
Cada centro educativo determinará el contenido y metodología de lo que se enseñará. Por ejemplo, el centro de enseñanza que quiera enseñar ideología de género lo podrá hacer, pero si su oferta no es atractiva para los padres de familia, no recibirá matrícula alguna.
Una cosa es que el gobierno destine recursos para financiar la educación de estudiantes de escasos recursos y otra cosa muy distinta es que el gobierno (burócrata) imponga años de estudio, materias a estudiar, contenidos de las materias, metodología de enseñanza, y criterios para seleccionar profesores. Necesitamos libertad de escoger y romper con el esquema de planificación centralizada.
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Desde que cayó el muro de Berlín en 1989 debió quedar claro que la planificación centralizada no promueve la calidad en la producción de bienes o servicios, incluida la educación. Hemos sido necios al creer que dándole más recursos al burócrata tendremos mejor educación. Los burócratas no son ángeles que buscan el bien común sino seres humanos normales que buscan su propio interés. Por eso es que los privilegios a los empleados públicos crecen, mientras la calidad de los servicios públicos cae.
Hemos sido estúpidos como sociedad al despreciar los beneficios que trae la libre competencia al bienestar económico y social, incluyendo la educación. Solo sacando las manos del burócrata de la educación reduciremos los gastos y mejoraremos los indicadores. Solo introduciendo competencia en la educación lograremos mejorar su calidad.
Nota: Este artículo es un resumen del ensayo “El sistema de cupones educativos y más allá”, escrito por José Joaquín Fernández, que recibió mención honorífica en el decimoquinto concurso de ensayo Caminos de la Libertad.