El doctor Alfred Sonnenfeld, autor del libro Serenidad: la sabiduría de gobernarse, sugiere varias ideas para aprender a gestionar la serenidad en el día a día. Las quise resumir en cinco:
#1 Gestionar el cambio
Como decía Heráclito, “todo fluye, nada permanece”. En otras palabras, “nadie puede bañarse dos veces en el mismo río”, ya sea porque las aguas han cambiado o porque la persona que regresa no es la misma que antes. Para conseguir la serenidad, tenemos que aprender a gestionar el cambio, pero no sólo el del entorno, sino también el cambio personal.
#2 Evitar el conformismo
Con frecuencia decimos “es que soy así”; sin embargo, la frase que mejor describe nuestro presente es “me he hecho así”. A veces somos tan conformistas que nos consideramos víctimas de las circunstancias, y no cómplices de nuestro yo. Por eso es que cuando expresamos quejas y amargura, quizá somos nosotros quienes debemos cambiar el modo negativo de ver las cosas, en lugar de esperar a que las cosas nos cambien.
#3 Solucionar los problemas internos
Combatir la frustración es un reto, porque suele ser fruto de una derrota, en lugar de ser considerada como una oportunidad para aprender y mejorar. Byron Kathy decía: “lo que provoca nuestro sufrimiento no es el problema, sino lo que pensamos sobre el problema”. En el fondo, cuando algo nos frustra y nos duele, es porque dentro de nosotros mismos puede existir un problema que amerita ser solucionado.
#4 Ponderar las decisiones importantes
Decía san Agustín: “la paz de todas las cosas es la tranquilidad del orden”. Así, las tareas y contradicciones nos deberían llevar a actuar con sosiego. Decidir con precipitación en medio del caos incrementa el riesgo de desacertar. En cambio, ponderar las ideas importantes con serenidad es, en una palabra, reflexionar.
#5 Conectar con las personas
Lo que más caracteriza a los seres vivientes es su capacidad de conectar y de establecer enlaces. Desde un enfoque neurobiológico, las células y las sinapsis neuronales están conectadas entre ellas. De modo similar, sentimientos y motivaciones son producto de conexiones psicológicas y neuronales con las personas. El modo en que nos conectemos con ellas definirá si nuestro devenir será sereno o frenético.
Sonnenfeld termina el libro con esta frase de la Divina Comedia: “el que se lamenta de que haya de morir en la tierra para revivir en lo alto, es que no se ha percatado del frescor que produce la lluvia eterna”. En resumen, hemos de procurar enfrentar la vida con un sentido, recordando cuál es ese “por qué para vivir”, que solo nosotros podemos escoger.