No dormir lo suficiente es quizá la causa de olvido más severa y que a su vez pasamos más inadvertida. Dormir mal puede provocar cambios de humor y ansiedad, lo que a su vez genera problemas de memoria. Es decir, tener un sueño reparador es esencial para el aprendizaje óptimo y la función de la memoria.
No todos los investigadores están convencidos de que el sueño juega un rol tan importante en la consolidación de la memoria, pero otros sí lo están. Aunque son fenómenos complejos difíciles de comprender, investigaciones sugieren que el buen dormir ayuda al aprendizaje y a la memoria en dos dimensiones. Por un lado, una persona trasnochada no puede enfocar la atención de manera óptima y, por lo tanto, no puede aprender de manera eficiente. A esto se le llama “adquisición”, y consiste en la introducción de nueva información en el cerebro.
Por otro lado, el sueño en sí tiene un papel insustituible para afianzar la memoria, que es esencial para aprender nueva información. A esto se le conoce como “consolidación”, y representa los procesos por los cuales la memoria se refuerza. Solo si estas dos dimensiones se dan apropiadamente, surgen los recuerdos: estos se refieren a la capacidad de acceder a la información (ya sea consciente o inconscientemente) después de que se ha almacenado.
Dormir mal
Según Robert Stickgold, profesor de psiquiatría de la Escuela de Medicina de Harvard, cada una de estas dos dimensiones es necesaria para el correcto funcionamiento de la memoria. Adquirir conocimiento y recordarlo ocurren mientras estamos despiertos. Sin embargo, la consolidación de la memoria sucede cuando dormimos, porque es cuando se fortalecen las conexiones neuronales que fijan nuestros recuerdos. Es por eso que la privación del sueño tiene efectos nocivos en el aprendizaje y el desempeño laboral.
Stickgold, junto con otros investigadores han analizado el impacto que tiene la falta de sueño en el aprendizaje y la memoria. Por ejemplo, cuando estamos privados de sueño, nuestro enfoque y atención se desvían, lo que dificulta la recepción de información. Sin el sueño y el descanso adecuados, las neuronas ya no pueden coordinar correctamente la información y perdemos nuestra capacidad de acceder a la ella, aunque previamente la hayamos aprendido. Además, nuestra interpretación de los eventos puede verse afectada. Perdemos nuestra capacidad de tomar decisiones acertadas porque ya no podemos evaluar con precisión la situación, planificar y elegir el comportamiento correcto: el juicio se deteriora.
En resumen, estar crónicamente cansado hasta el punto de la fatiga o el agotamiento reduce las probabilidades de tener un buen desempeño. Las neuronas no funcionan de manera óptima, los músculos no descansan y los órganos del cuerpo no están bien sincronizados. Así, los lapsos de concentración debidos al mal dormir pueden incluso provocar accidentes o lesiones. Aunque la privación crónica del sueño afecta a diferentes personas de diversas formas (y los efectos no se conocen del todo), está claro que un descanso reparador tiene un fuerte impacto en el aprendizaje y la memoria.