Según Google Trends, durante la pandemia, las búsquedas en Costa Rica por servicios como YouTube y Netflix han mantenido una popularidad muy superior a la de libros electrónicos y formatos afines. Datos como ese podrían explicar por qué la lectura se ha vuelto un hobbie poco concurrido, y los videos, en una fuente suprema de entretenimiento. Esta realidad no es irrelevante a la vida de los ejecutivos.
El ritmo acelerado de muchos profesionales impide tener espacios para leer y reflexionar. Aunque algunas prácticas como el yoga, o tendencias como el mindfulness están en auge, la costumbre imperante es leer notas cortas, titulares, artículos breves. En el largo plazo, es un riesgo potencial.
Las decisiones, sobre todo las importantes, exigen un proceso de reflexión y análisis, de abstracción incluso, que no es trivial ni aleatorio. La administración de empresas no es una ciencia exacta, en todo caso, es una ciencia empírica, que se asemeja más al arte que a la técnica. Por ello, la imaginación creativa para enfrentar situaciones complejas se robustece cuando el intelecto encara realidades ficticias, como las que promueve la lectura.
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¿Videos o libros? Los videos de speakers y “gurús” se asemejan a las fábulas, ese género literario tan antiguo como eficaz, donde un sencillo relato, fuese en prosa o en verso, lograba capturar la atención de las personas para transmitir una moraleja. Así, un video, un podcast e incluso las redes sociales son más un recurso unidireccional, un tipo de monólogo, en el que se escucha, se entretiene, se aprende una idea valiosa, para aplicarla en algún momento de la vida. Por su parte, los libros son un diálogo del lector con su autor, porque permiten la discusión personal de ideas, una reflexión individual, que motiva el autoconocimiento. Los libros provocan una especie de catarsis, donde el lector se identifica con personajes o planteamientos propuestos por el autor, para examinar su vida, e incluso reavivar ciertos valores.
Tiempo para reflexionar. Así, la lectura propicia el desarrollo del sentido común, que no se aprende a base de cursos, aunque también son necesarios. El sentido común es un sentido de obviedad, de encontrar lo que era lógico y evidente, pero lo subestimamos, posiblemente porque exige humildad. Muchas veces eso no es cuestión de entrenamiento técnico, sino de lo que Aristóteles llamaría el ejercicio de la prudencia. De hecho, Platón afirmaba que la virtud propia del gobernante es la prudencia, la cual consiste en un tipo de sabiduría práctica.
¿Acaso el apogeo de la dirección de personas no es lo que podríamos llamar el buen gobierno? De hecho, la relevancia del gobierno corporativo surgió con fuerza a partir de la crisis financiera del 2008, causada por los mayores escándalos de corrupción, provocados por profesionales preparados en las mejores escuelas de negocios del mundo. Tomaron importantes decisiones técnicas, pero no necesariamente las más prudentes, y mucho menos las más rectas. Posiblemente una mayor capacidad de reflexión les habría movido a actuar diferente.
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En resumen, la gran oferta y consumo de videos ha hecho que los libros parezcan pasados de moda, y la lectura, un pasatiempo de lujo. Este fenómeno no deja indiferente a los ejecutivos. En efecto, investigadores como David Kolb han encontrado que los administradores son más ejecutivos y pragmáticos, que reflexivos e introspectivos. Se avecinan las fiestas navideñas y de fin de año. Es una buena época para que los profesionales de los negocios se tomen tiempo para descansar en la lectura, y emprendan con nuevas perspectivas el año venidero.