Recientemente hablaba con un amigo sobre el fin de la época productiva del café en Costa Rica. Sus comentarios me hicieron reflexionar sobre el propósito de la productividad, y la percepción del éxito como un conjunto de eventos notorios, pero a veces superficiales. En otras palabras, el resultado –el éxito– no siempre es lo más valioso, como sí lo pueden ser los frutos que genera el proceso.
El éxito puede compararse a las flores de una planta de café: visibles y llenas de promesas, al mismo tiempo que atractivas y pasajeras. Aunque parecieran agotar en ellas el propósito de la planta, son apenas una parte del proceso, porque con ellas inicia el proceso productivo del café. De hecho, para muchas personas, las flores son más llamativas que los granos de café, debido al color blanco y su fragancia, especialmente cuando están en plena floración.
En cambio, los frutos de café, también llamativos cuando están maduros, y cuando cambian de verde a rojo o amarillo, tienen un atractivo visual más discreto. Así, los buenos granos, utilizados para hacer café de calidad son, en términos de nutrición, los que proporcionan más alimento, pero los menos notorios vistos desde lejos.
Las flores, por un lado, aunque sirven para la elaboración de colonias y extractos para otras actividades empresariales, son principalmente ornamentales y no son consumidas como alimento. Cada una marca el comienzo de un proceso que pasa inadvertido, pero quizá más profundo y significativo que es la cosecha, porque determina el fruto del trabajo duro y la dedicación. De modo análogo, en la vida, el verdadero logro se encuentra en el proceso continuo de mejorar y crecer, más allá de los elogios iniciales basados en métricas de éxito superficiales.
Época de cosechar
La temporada de cosecha del café en Costa Rica, que suele concentrarse entre noviembre y marzo, ofrece una poderosa analogía con el proceso de alcanzar el éxito. Así como las regiones cafetaleras tienen diferentes períodos de cosecha, cada individuo también tiene su propio ritmo y tiempo para alcanzar sus metas. Mientras en el Valle Central y en otras regiones la cosecha comienza en octubre, y el momento óptimo se alcanza en diciembre; en la zona de Los Santos, la recolección se inicia en noviembre, y alcanza su punto máximo en enero.
La importancia de recolectar los frutos maduros del arbusto del café no puede subestimarse. Del mismo modo, en la vida, es crucial reconocer y capitalizar las oportunidades en el momento adecuado. Los frutos maduros representan el resultado de un trabajo arduo y persistente, y son la culminación de un proceso de crecimiento y desarrollo personal.
A medida que la temporada de cosecha del café llega a su fin, es importante reflexionar sobre el significado más profundo de este proceso. Más allá de la recolección de los granos de café, la cosecha representa un período de evaluación, aprendizaje y preparación para el futuro. De manera similar, en nuestras vidas, los momentos de madurez son oportunidades para reflexionar, aprender y crecer aún más. Esos instantes quizá no estén marcados por los aplausos, o la belleza aparente de las flores, sino a veces por el cansancio, o incluso el fracaso.
El éxito invisible
Hace unos años recibí un reconocimiento brindado por El Financiero a los empresarios menores de 40 años. Recuerdo que durante el homenaje, un importante empresario y académico de este país dijo en su discurso que los logros más importantes llegan después de los cuarenta años. Y esa lógica es muy propia de las personas que buscan el éxito, no los frutos: posiblemente en la edad madura el impacto sea más notorio que en la juventud.
No obstante, la temporada de cosecha del café nos recuerda que el verdadero éxito no reside en los premios o en los logros momentáneos, sino en el proceso continuo de desarrollo personal y mejora profesional.
En consecuencia, los frutos verdaderos pueden suceder tanto en la juventud como en la vejez: una planta joven es capaz de dar buena cosecha, quizá diferente a la de una planta madura, pero en ambos casos hay fruto. Al igual que los caficultores que se esfuerzan por producir un café de alta calidad, cada uno de nosotros tiene la capacidad de cosechar los frutos del trabajo arduo en diversas etapas de la vida, si se trabaja con perseverancia y existe un compromiso inquebrantable con la integridad. No en vano hay personas mayores que recuerdan con júbilo los logros de su juventud.
Los caficultores, al igual que los buscadores de éxito, trabajan arduamente en preparar las plantas de café para la cosecha y recoger los granos de café a mano. Este proceso requiere paciencia, dedicación y una atención meticulosa a los detalles. Del mismo modo, en la vida, el fruto verdadero no se alcanza de la noche a la mañana; requiere un compromiso constante con la mejora personal y profesional.
Es en esta época cuando los propósitos de año nuevo posiblemente han caído en el olvido. Pero también es el momento en que los caficultores celebran la culminación de su arduo trabajo. Siguiendo esta lógica, es una temporada ideal para reflexionar sobre nuestras propias cosechas personales y el camino que nos queda por recorrer: buscar los frutos, y la plenitud, y dar un nuevo significado a lo que entendemos por éxito.
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El autor es doctor en Gobierno y Cultura de las Organizaciones. Es asesor en procesos de capacitación corporativa, para áreas como negociación, ética, trabajo en equipo, estrategia e innovación.