¿Qué es la responsabilidad afectiva en el trabajo? Es algo más que ser amable con sus compañeros
Blog La ruta hacia el liderazgo | “Es esencial practicar la escucha activa, brindar retroalimentación constructiva en privado, reconocer los logros, evitar que el estrés personal trascienda a nuestro círculo social”.
“De cuando en cuando algunas personas eligen desaparecer y evitar confrontar sus problemas, acumulando miedos e inseguridades, en lugar de abordarlos directamente”. Eso me dijo una importante ejecutiva, a quien aprecio por su asertividad. Y es que tanto en la vida diaria como en el trabajo, la convivencia no es siempre fluida y, lejos de facilitarla, incluso sin darnos cuenta, tendemos a entorpecerla. En muchos casos, eso se debe a que nos comportamos de forma poco amable, ignorando las consecuencias que nuestras acciones y omisiones tienen en otros. Esa ligereza en el trato profesional y personal, se debe a la ausencia de responsabilidad afectiva.
La responsabilidad afectiva se refiere a la capacidad de gestionar y cuidar de manera consciente las emociones propias y ajenas, promoviendo relaciones interpersonales saludables y empáticas. Es como una moneda con dos caras que le dan valor. Por un lado, la empatía, que es fundamental en este proceso, porque facilita la conexión emocional con otros, permitiendo una comprensión más profunda de sus experiencias. Su etimología se remite al griego “empatheia” (en = en, pathos = sentimiento); o sea, “sentir en el otro”, hacer propios los afectos ajenos, “ponerse en sus zapatos”. No solo constituye un valioso componente de la responsabilidad afectiva, sino también un rasgo fundamental de la inteligencia emocional.
Por otro lado, la inteligencia emocional, que para Daniel Goleman es la habilidad de gestionarnos a nosotros mismos y a nuestras relaciones con eficacia. Va más allá de la empatía, porque incorpora aspectos como la autoconciencia, la autogestión, la conciencia social y las habilidades sociales. En el ámbito laboral, la inteligencia emocional fomenta un ambiente de seguridad psicológica donde los colaboradores pueden compartir sus emociones. Esto contribuye al desarrollo de relaciones interpersonales duraderas, la resolución efectiva de conflictos y la promoción de un clima laboral positivo. En la medida que somos emocionalmente competentes, incrementamos la capacidad de entender las perspectivas de nuestros colegas y tomar decisiones que consideren el bienestar de muchos.
Querer es poder
Comprender estas dos caras de la responsabilidad afectiva nos invita a querer cambiar positivamente el alcance de nuestras palabras y acciones, reconociendo el impacto que tienen en las relaciones con familiares, amigos, parejas y compañeros de trabajo. Cada uno de nosotros puede reaccionar de forma muy distinta ante un mismo estímulo o situación. Así, la responsabilidad afectiva construye vínculos más humanos y sostenibles, porque reconoce esa diversidad en el ámbito laboral.
La falta de escucha, las críticas públicas, la ignorancia de los logros, la indiferencia ante los fracasos ajenos, no gestionar bien el estrés personal y evadir la comunicación transparente, son conductas típicas de alguien afectivamente irresponsable. Para corregir estos errores, es esencial practicar la escucha activa, brindar retroalimentación constructiva en privado, reconocer los logros, evitar que el estrés personal trascienda a nuestro círculo social, y procurar una comunicación abierta y cuidadosa.
Varios autores han abordado la responsabilidad afectiva desde diferentes ángulos. Además de Goleman, Howard Gardner, Stephen Covey, Travis Bradberry, Jean Greaves y Peter Salovey, han contribuido a su comprensión desde diversas perspectivas. Incluso a Gandhi se le atribuye la frase “La verdadera educación consiste en obtener lo mejor de uno mismo y de los demás”. En este contexto, el plano personal y profesional no se pueden desvincular. Incluso a pesar de la creciente aplicación de la inteligencia artificial a las múltiples tareas de la vida, los protagonistas del comportamiento organizacional seguimos siendo los seres humanos. En consecuencia, nuestras expectativas con respecto al trato de las demás personas seguirán siendo altas, y nos corresponde dar esa milla extra que exige ponernos al servicio de los demás, en lugar de pensar que son los demás quienes deben estar a nuestro servicio.
Roy es doctor en Gobierno y Cultura de las Organizaciones. Es asesor en procesos de capacitación corporativa, para áreas como negociación, ética, trabajo en equipo, estrategia e innovación. Es profesor de la Escuela de Negocios de la UCR y autor del libro "Integridad 24/7: ¿cómo liderar siempre?”.
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