“Con los nervios en tal estado de tensión, la mente de los hombres reacciona de las más imprevistas maneras. Y hablan de cuanto ellos temen como si se tratara de que temer algo llevara de la mano el que se produjera necesariamente eso mismo que se teme. Y entonces dan lo temido como una realidad que fatalmente ha de llegar”.
Ese texto pertenece a la novela Una vez hubo una guerra, del escritor estadounidense John Steinbeck, premio Nobel de Literatura 1962. La obra narra algunas de las experiencias que vivió ese autor y periodista en 1943 como corresponsal durante la Segunda Guerra Mundial.
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Con esas palabras, introdujo un tema tan antiguo como el ser humano: “... un barco de transporte de tropas es un nido de rumores que constantemente van ascendiendo de tono”.
El vocablo rumor procede del latín rumor, rumoris, y significa ruido, habladuría, sonido confuso, caótico, vago e impreciso. “Voz que corre entre el público”, es la primera definición que brinda el Diccionario de la Lengua Española.
Steinbeck identificó siete rumores comunes en aquellos navíos que transportaban tropas estadounidenses. Los resumo:
1. La nave está rodeada de submarinos enemigos que en cualquier momento la torpedearán y hundirán.
2. Los cañones del barco estuvieron a punto de atacar y destruir a un submarino del mismo ejército, que al parecer tiene dañados los aparatos detectores.
3. Gran cantidad de oficiales están detenidos para ser juzgados de acuerdo con la Ley Marcial debido a delitos “terribles e incalificables” que no se han revelado.
“Algo terrible sucede”
4. Las botellas de refrescos gaseosos que se reparten entre oficiales y tropas contienen, en “realidad”, cerveza.
5. La proa del barco no es segura; es débil y está remendada luego de un choque contra un destructor. Luce bien en apariencia, el problema es que surja una tormenta.
6. La noche anterior la radio informó que el barco había sido hundido.
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7. Han brotado diversas epidemias a bordo. Los oficiales ocultan los hechos para no causar pánico, pero la verdad es que durante las noches numerosos cadáveres son arrojados al mar.
Cuenta John Steinbeck que la inquietud y los temores aumentaban conforme pasaban los días, lo cual se convirtió en terreno fértil para nuevos rumores: “las cosas se ponen feas”, “algo terrible sucede en al algún sitio” y “algo terrible va a obligarnos a cambiar de ruta”.
De acuerdo con esta historia, los rumores eran efímeros, pasajeros, pues una nueva habladuría desplazaba a la anterior y así sucesivamente. La producción de sonidos confusos no se detenía.
Asimismo, esas voces caóticas e imprecisas no aportaban evidencias sólidas ni solucionaban problemas; su único objetivo era cocinar el nerviosismo a fuego lento, mantenerlo con calor.
“Sería interesante que los oficiales confeccionaran una lista de los rumores oídos en el barco; se eliminarían algunos, así. Además de que sería interesante saber cuál es el que más ha progresado en las mentes de los hombres”, escribió el corresponsal de guerra.
El mismo ejercicio podría hacerse en la Costa Rica de hoy, donde los nidos de rumores no contribuyen a mantener la calma ni aportan soluciones.