¿Qué esperaba? Que la claridad con que su Gobierno ha liderado la lucha contra el nuevo coronavirus proyectara también algo de luz sobre el oscuro y contagiado futuro económico del país.
Aguardaba una orientación más precisa, un rumbo más específico, un mapa con trazos de estadista en una hora en la que Costa Rica demanda y merece que se le hable con más transparencia y crudeza. Es decir, un mejor alumbrado, más potente y mejor enfocado, pues no es que hayamos estado 100% a oscuras en este campo, pero como que el voltaje sube y baja.
Sin embargo, me quedó la sensación de una ruta ambigua, una dirección confusa, un norte que puede ser este o este. Una vez más, la palabra reto se quedó escondida dentro del vocablo retórica.
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Considero que mis expectativas eran moderadas.
No soñaba yo con el audaz e irresponsable ejercicio de sacar una bola de cristal y jugar a adivinar el mañana, o que el Auditorio Nacional se transformara en una especie de oráculo de Delfos, pero sí creía que todos los actores y sectores de la nación íbamos a terminar este 4 de mayo con al menos una hoja de ruta que nos hiciera dormir un poco más tranquilos (¡o nos desvelara!) en torno a la compleja reactivación económica que tenemos por delante.
Derrotero
Sí, un derrotero en materia de medidas, acciones, planes, prioridades, sacrificios, cirugías institucionales, programas, recortes de gasto público, objetivos, metas y plazos, golpes de timón, etcétera, basados en la relevancia del uso de datos que usted mencionó en su discurso de hoy, y que fuera mucho más allá de “El equipo económico del gobierno presentará el detalle de estas y otras iniciativas esta semana” o el consabido “zocarse la faja”.
En mi opinión, esta era una excelente oportunidad para que usted, con su investidura de Presidente, Gobernante, Mandatario y Jefe de Estado arrojara más luz sobre el verdadero estado de la economía (es vital que los ciudadanos tengamos una mejor idea acerca del terreno que pisamos) y la senda a seguir, así como lo ha hecho su Gobierno -lo cual agradecemos- en materia de salud.
Sin embargo, se conformó con hacer repasos de obras relevantes pero ya conocidas (bueno, ¡al menos no cayó en la vanidad y el despilfarro de entregar un memoria de 50 tomos!) y reafirmar la voluntad y determinación de tomar las decisiones que sean necesarias.
Nos habló mucho del ¿qué? (el impacto económico de la pandemias), pero, nos quedó debiendo -más importante aún- el ¿CÓMO? (la ruta a seguir para que las finanzas públicas, los estados financieros de las empresas y los presupuestos de los hogares salgan de la Unidad de Cuidados Intensivos). Nos dejó con una vela encendida en medio de tanta oscuridad. Al volante del país, encendió la luz corta pero queríamos ver, necesitamos ver, la luz larga.
Ojalá que efectivamente esta semana algo de la claridad con que su Gobierno ha liderado la lucha contra el COVID-19 proyecte también más luz sobre el sombrío porvenir económico de Costa Rica, para que no terminemos diciendo -como paráfrasis de un refrán popular- “candil de salud, oscuridad de la reactivación”.