Sí, somos una nación con dos caras...
Por un lado, el semblante bondadoso, amable, compasivo, generoso, solidario, fraternal, espléndido, empático, virtuoso, afectuoso, leal, altruista, humanitario, gentil, cortés, educado y respetuoso.
Sin embargo, también una faz cruel, burlona, agria, bestial, ruda, grosera, feroz, tosca, arrojada, inmisericorde, inquisidora, prepotente, ególatra, sanguinaria, ácida, chabacana, mordaz, despreciable, brusca, adusta, violenta y de muy mal gusto.
Polos opuestos. Uno enorgullece; el otro, avergüenza.
Algo así como los "dos" protagonistas del relato de horror y misterio El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde, escrita por el inglés Robert Louis Stevenson (1850-1894) y publicada por primera vez el 5 de enero de 1886.
Entrecomillo "dos" porque en realidad no se trata de dos personajes, sino de uno solo con dos personalidades antagónicas.
Henry Jekyll es un hombre distinguido, elegante, de buenos modales, un caballero; un científico que personifica la parte más humana de una persona.
No obstante, en cuanto se toma una pócima que él mismo creó en su laboratorio se transforma en una especie de monstruo, un criminal capaz de cualquier cosa, un ser atroz, malvado, perverso, misántropo y repugnante: Edward Hyde.
He tenido muy presente esta historia luego de que la Costa Rica de las redes sociales trocara su imagen de país pacífico, feliz y civilizado por una fisonomía de odios, resentimientos, enemistades, rencores, ataques personales, golpes bajos, embestidas, insultos, agravios, condenas y vilipendios luego de que la Corte Interamericana de Derechos Humanos le ordenó a nuestro país garantizarles a las parejas del mismo sexo todos los derechos existentes en la legislación, incluido el derecho al matrimonio, sin discriminación alguna frente a las parejas heterosexuales.
Fue como abrir de nuevo la caja de Pandora, solo que esta vez no escaparon de su interior todos los males del mundo, sino las palabras más hirientes, afiladas, lacerantes, malintencionadas, vulgares, chabacanas, punzantes, irrespetuosas, despreciables y rastreras.
Se puso de moda pisotear
Con excepción de unos cuantos argumentos, análisis y reflexiones serenas, respetuosas y maduras, en las redes sociales se puso de moda pisotear, aplastar, triturar, rebajar, apocar, humillar, generalizar, desprestigiar, menospreciar y mancillar a todo aquel que emitiera una opinión diferente en uno u otro sentido.
En efecto, así se han comportado muchas personas de ambos bandos: los que apoyan y celebran la orden de la Corte Interamericana de Derechos Humanos y quienes la adversan y atacan. En los dos grupos hay gente que ha derrochado prejuicios, censuras, maldiciones, reproches, veneno, bilis y ponzoña.
No deja de sorprenderme como un país generoso y solidario como el nuestro, que se ha comportado con la categoría del Dr. Jekyll tras las tragedias ocasionadas por el huracán Otto y la tormenta tropical Nate, y causas benéficas como la Teletón y los 90 minutos por la vida, de repente se convierte en un Mr. Hyde de retórica destructiva, violenta, irrespetuosa y denigrante.
¿Por qué tanto odio y violencia? ¿Qué ganamos como país atropellando a los demás con furia, rabia y grosería? ¿De dónde ese afán obsesivo por creer que la única verdad es la nuestra? ¿Vamos a seguir aferrados a la visión maniquea de dividir el mundo y la vida entre "buenos" y "malos"?
Me inquieta el rumbo cada vez más incendiario que toman las diferencias de criterio en Costa Rica. Poco a poco hemos sustituido el diálogo inteligente, el debate respetuoso, la polémica enriquecedora, la argumentación serena y la controversia elegante y constructiva por la bajeza, la falta de decoro, la pachucada y las actitudes corrientes.
Me gusta y enorgullece la Costa Rica del Dr. Henry Jekyll; me preocupa y angustia la nación de Mr. Edward Hyde.
No pretendo con estas líneas plantear soluciones, pues honestamente no las tengo, sino llamar la atención sobre una situación que nos aleja cada vez más de los tan necesarios acuerdos y entendimientos.