Hay discursos políticos que no son más que retórica, palabras vacías, verbo que endulza los oídos, por lo que basta con un suave soplo del tiempo para que vuelen y aniden en la paja del olvido.
Grandilocuencia, perorata, retahíla. El arte de los labiosos.
Pero también hay alocuciones políticas cuyos ecos continúan germinando en el suelo de la memoria sin importar la cantidad de años que hayan transcurrido desde que fueron pronunciados.
Visión, perspectiva, panorama. El arte de los líderes.
Dentro de estos últimos se encuentran, sin duda alguna, las palabras que el cuatro veces presidente de los Estados Unidos (1933-1945), Franklin Delano Roosevelt, dirigió a esa nación el 4 de marzo de 1933.
Sí, hace 85 años.
Me refiero al discurso que ese estadista pronunció durante la ceremonia en la que asumió por primera vez el cargo de mandatario; mejor dicho, la brasa de comandar al pueblo estadounidense justo en el momento más crítico de la Gran Depresión económica (1929-1939).
Hace pocos días lo leí en el libro 50 discursos que cambiaron el mundo, escrito por el periodista y editor anglosajón Andrew Burnet, y publicado por la editorial Turner. Una alocución honesta, visionaria, valiente, responsable, desafiante, realista y esperanzadora de un hombre que dejó una huella profunda en su nación y en el mundo.
Costa Rica
Lo confieso: pensé en Costa Rica y en la clase de dirigentes políticos que necesitamos hoy día para guiarnos y orientarnos en el camino que tenemos por delante: con problemas, rezagos, postergaciones, mezquindades, miopías y amenazas, pero también oportunidades, sueños, talento, capacidad, inteligencia y esperanzas.
Reproduzco, entre comillas, algunas de las palabras de Roosevelt, y encierro mis comentarios entre paréntesis:
“Estoy seguro de que mis conciudadanos estadounidenses esperan que, al tomar posesión como presidente, me dirija a ellos con la sinceridad y determinación que exige la actual situación de nuestro país”.
(Lo mismo esperamos y demandamos los ciudadanos costarricenses de nuestros próximos gobernantes: honestidad y valor. Que nos digan con toda claridad —sin rodeos, miedos, cálculos ni eufemismos— la realidad que merecemos y tenemos que escuchar sobre la verdadera situación del país en diversos campos, por más cruda y dura que sea. Por favor, no nos digan que el paciente goza de buena salud, que tan solo tiene catarro y que no hace falta operar, para luego, cuando caiga en estado de coma, se apresuren a trasladarlo a emergencias, ejecuten una cirugía atropellada e improvisada, e informen que se encuentra en cuidados intensivos. ¿El mejor ejemplo? El tratamiento al que fue sometida la crítica situación fiscal durante el gobierno de Luis Guillermo Solís).
“Hoy es más necesario que nunca decir la verdad, toda la verdad, y decirla sin rodeos. Tenemos que afrontar con valor el momento crítico que atraviesa el país”.
(El mensaje que pronunció el presidente electo, Carlos Alvarado, al final de la jornada en la que ganó la segunda ronda electoral me llenó de esperanza en este sentido. Habló de desafíos y problemas cuyas decisiones y soluciones no podemos postergar más, y abrió las puertas de la negociación política, un sano y necesario ejercicio democrático muy venido a menos en Costa Rica. Confío en que, por el bien de todos, el próximo mandatario aproveche el fuerte respaldo que cosechó en las urnas para actuar con coraje en “el momento crítico que atraviesa el país”).
“Permítanme empezar diciendo que de lo único de lo que hay que tener miedo es del miedo mismo: ese temor indescriptible, irracional e injustificado que nos paraliza, impidiéndonos hacer lo necesario para convertir el retroceso en avance”.
(Estoy de acuerdo con lo del miedo que paraliza, pero agrego, en el caso de Costa Rica, mezquindad, egoísmo, cálculo político, patear la bola hacia adelante —hacia atrás o contentarse con mantenerla quieta—, amiguismos, defensa a ultranza de privilegios para unos pocos pero que pagamos todos, ego, orgullo, vanidad, demagogia, populismo...).
“En todas las crisis nacionales, un gobierno honesto y enérgico ha contado con la comprensión y el apoyo de los ciudadanos, fundamentales para la victoria. Estoy convencido que ocurrirá lo mismo en este trance”.
(Parte importante de la ruta hacia el desarrollo: honestidad y firmeza. Muchos ciudadanos estamos dispuestos a comprender y apoyar si se nos exponen los temas con claridad, se nos predica con el ejemplo de la austeridad y constatamos que los sacrificios los asumimos TODOS. Don Carlos, ministros y diputados actúen con valor ante las amenazas, matonismos y chantajes de quienes quieren que todo siga igual, que nada cambie, que no les toquen sus privilegios).
El desempleo
“Lo peor de todo es que numerosos ciudadanos están desempleados y se enfrentan al terrible problema de la subsistencia, y otros tantos trabajan duro sin recibir más que una remuneración exigua. Solo un optimista insensato negaría la gravedad de la situación”.
(Sin duda alguna, parte de nuestra triste realidad. Concuerdo con lo que dijo el diputado Ottón Solís la noche del pasado 1° de abril, en el sentido de que Costa Rica le está dando una nueva oportunidad al PAC para hacer lo que no ha hecho. No es que no se haya hecho nada, pero la cruda realidad superó por mucho las enormes expectativas que le vendieron al país cuatro años atrás. Nos quedaron debiendo, por más que el Gobernante actual asevere que entrega un mejor país que el que heredó, y por más que el próximo 2 de mayo nos quieran hacer creer que somos paisanos de Alicia en el país de las maravillas).
“Hay que poner fin a las prácticas de aquellos banqueros y empresarios que han violado demasiado a menudo la confianza depositada en ellos actuando con egoísmo e indiferencia por el prójimo”.
(¿Cómo no pensar en el “cementazo” y en otros actos de corrupción cometidos en gobiernos anteriores y que nos han indignado a los costarricenses. Desaparecen los colones, no la pobreza extrema...).
“Nuestra misión primordial es poner a la gente a trabajar. El problema del desempleo no es irresoluble si lo afrontamos con inteligencia y determinación”.
(No con metas sin sustento. Tampoco con inflar la planilla del Estado. Mucho menos atacando y obstruyendo a quienes generan empleos).
“Se pueden tomar muchas medidas, pero, en cualquier caso, no basta con discutir el problema. Hay que actuar, y hacerlo con rapidez”.
(Los ticos nadamos —mejor dicho, nos ahogamos— en un mar de diagnósticos, estudios, dictámenes, propuestas, análisis, libros, tesis, seminarios, talleres, discursos, folletos, mesas redondas, etcétera, en torno a nuestros problemas. ¡Basta ya de consultorías! Es hora de actuar).
“A la confianza en mí depositada corresponderé con el valor y la tenacidad que exige el momento actual. No puedo actuar de otra forma”.
(“Cuando me equivoque, corríjanme. Cuando me pierda...”).
“Tenemos fe en el futuro de la democracia”.
(¡Yo también!).