Conozco, admiro y respeto a un padre de familia que, al igual que le sucede a muchos costarricenses, suma ya varios años de nadar contra la corriente en un mercado laboral cada vez más complicado y con menos oportunidades.
Sin embargo, se niega a darse por vencido, cruzarse de brazos o malgastar el tiempo lamentándose por las múltiples situaciones adversas que ha enfrentado.
Tampoco invierte tiempo en alimentar resentimientos, buscar chivos expiatorios o enemistarse con la vida.
Es un hombre dispuesto a luchar por sus hijos.
Lo he visto muchas veces lidiando contra una prolongada época de vacas flacas que en múltiples ocasiones se ha empeñado aún más en arrinconarlo, asfixiarlo, ponerlo contra las cuerdas.
No obstante, negarle a sus hijos el derecho a estudiar no ha sido nunca para él una opción a considerar. Entre más crítica la situación, entre más presiones surgen y entre más puertas se cierran, más se sacrifica y esfuerza por sus descendientes.
Me consta que ha renunciado a comprarse ropa, estrenar zapatos, adquirir un libro, someterse a algún tratamiento médico, ir al cine o darse algún gusto con tal de proveerle a sus retoños lo que necesitan para su formación académica.
Se ha reinventado
Como padre amoroso y responsable, pelea con uñas, dientes, ingenio, creatividad y dignidad. A lo largo de los últimos años ha vendido quesos, tamales, chileras, frascos con ajos arreglados...
Asimismo, se ha reinventado. Se ha preparado como barista, chocolatero, cocinero y repostero. ¡Un artista en todos esos campos!
En eso pasa: explorando posibilidades que le permitan ganarse el sustento con honestidad y redunden en el bienestar de sus descendientes.
Un ser humano que no puede darse el lujo de posponer desafíos, desaprovechar oportunidades, derrochar recursos, vivir de discursos huecos, pasar de disfraz en disfraz como si la realidad fuera un carnaval, malgastar el tiempo tomándose selfies en lugar de trabajar, jugando de Big Chief, posando con chanchitos, defraudando a quienes confían en él, alimentando el ego y la vanidad, desentendiéndose de sus promesas y responsabilidades, encementar la imagen y el prestigio del país y desperdiciando cuatro años...
Conozco, admiro y respeto a este padre que sí honra el calificativo de heroico, no con 50.000 páginas de papel que aguantan todo lo que les pongan, sino con sus luchas y ejemplo diarios.