Fundada en 1889 en Monterrey, California, Pacific Grove es una ciudad con un área de apenas 10,3 kilómetros cuadrados que se parece mucho a Costa Rica.
Me enteré de su existencia durante los primeros días del presente mes, cuando leí la novela “Jueves, dulce día”, del escritor estadounidense John Steinbeck, premio Pulitzer 1940 y Nobel de Literatura 1962.
En el capítulo 8 de esa obra, publicada por primera vez en 1954, el autor habla de Pacific Grove como un pueblo que en algún momento de su historia se convirtió en residencia de estadounidenses jubilados.
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Sin embargo, cuenta el relato, lejos de gozar del retiro laboral los nuevos inquilinos de aquel sitio se tornaron gruñones y amargados.
Fue entonces cuando un benefactor llamado Deems le donó a la ciudad —en aras de fomentar la diversión y el entretenimiento— dos pistas de roque, una variante del croquet que se juega con bolas, arcos estrechos y mazos de mango muy corto.
A alguien se le ocurrió que tenía que organizarse un torneo anual que fomentara la competencia y otorgara un trofeo al equipo vencedor. La idea cayó en tierra fértil y los participantes se dividieron en dos equipos: “Azules” y “Verdes”.
Con el paso del tiempo, lo que integraba, fomentaba el sentido de comunidad, estimulaba las buenas relaciones y el espíritu deportivo se transformó en motivo de una rivalidad feroz.
Armonía, camaradería, diálogo, respeto y tolerancia fueron desplazados y reemplazados por odio, insulto, intolerancia, intransigencia y violencia.
Cualquier parecido...
Así, los integrantes de cada bando no se hablaban durante los partidos; eran incapaces de comportarse como personas maduras, civilizadas y sensatas.
Un miembro de una familia de los “Azules” no podía casarse con una persona de los “Verdes”. Un individuo de los “Verdes” no podía votar, en las distintas elecciones, por un candidato de los “Azules”. En efecto, actitudes irracionales, posiciones absurdas, reacciones sin sentido.
En la iglesia se sentaban por separado, de un lado los “Azules” y del otro los “Verdes”. Sí, muy cristianos y religiosos, de los de arrodillarse, “hermanito” para arriba y para abajo, y darse con una piedra en el pecho, pero a la hora de ofender ¡adiós espiritualidad! ¡Adiós amor al prójimo!
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Ningún “Verde” compraba en el negocio de un “Azul”, y viceversa. Un pueblo adicto a dividirse por cualquier razón.
La situación se tornó tan violenta que a un “Azul” le quemaron la casa y un “Verde” apareció muerto en el bosque, asesinado con mazos de roque. El eterno peligro de alimentar irresponsablemente la tensión y la hostilidad; echarle leña al fuego.
Cansado de tanta división, odio y violencia, el señor Deems ordenó que las dos pistas fueran destruidas por un buldócer durante una noche. Luego tuvo que huir de Pacific Grove porque tanto los “Azules” como los “Verdes” querían lincharlo.
No era para menos, el benefactor los desarmó, los privó de los juguetes que les impedían pensar y recordar que en la vida hay asuntos más importantes, muchísimo más relevantes, que perder el tiempo sembrando odio, alentando rencores, promoviendo divisiones, inyectando veneno, peleando por cualquier motivo.
Cualquier parecido entre Pacific Grove y Costa Rica no es mera coincidencia...