Hace algunos años leí una entrevista en la que el actor estadounidense Jack Nicholson confesaba echar de menos los años dorados de la industria cinematográfica de Hollywood.
El ganador de tres premios Óscar (Alguien voló sobre el nido del cuco, 1975; La fuerza del cariño, 1983, y Mejor… imposible, 1997) se refería, en ese intercambio de preguntas y respuestas, a cómo habían venido a menos el brillo, elegancia y glamour que alguna vez distinguieron al mundo del sétimo arte.
“Tiene razón —me dije aquella vez—. Salvo algunas excepciones, que siempre las hay, atrás quedó la época del garbo, el donaire y el refinamiento que brotaba de manera natural en artistas de la talla de Audrey Hepburn, Cary Grant, Ingrid Bergman, Gregory Peck, Greta Garbo, Gary Cooper, Vivien Leigh, James Stewart y Judy Garland, por mencionar a unos pocos.
Se lamentaba Nicholson, nacido el 22 de abril de 1937 en Neptune City, Nueva Jersey, de lo deslucido y decolorado que luce ahora Hollywood por causa de escandalillos, vanidades y exhibicionismos ordinarios y chabacanos.
Por supuesto que todos los artistas tienen un ego del tamaño del Empire State, pero una cosa es exhibir esa condición con clase y gracia, y otra muy distinta es exponerla de manera burda y corriente.
Sí, tal y como lo hacen ese tipo de personajes que en Costa Rica llamamos bombetas.
Algo similar a lo que dijo Jack Nicholson me dice con frecuencia mi madre, solo que en relación con otro tipo de actores: los que ejercen el poder en Costa Rica. “¡Cómo se ha perdido el señorío en muchos puestos! Ahora cualquiera aspira o acepta un cargo para el que no está capacitado”.
“Tiene razón —pienso cada vez que ella hace ese comentario—. En este país hay muchas personas que asumen funciones públicas de alto nivel y pasan por ellas con más pena que gloria, pues piensan más en el lucimiento personal que en los intereses, desafíos y necesidades de la nación".
¿Diputado o guasón?
Ejemplos sobran…
¿Uno actual? Con mucho gusto: el diputado, de cuyo nombre no quiero acordarme, que ante un problema tan serio y apremiante como el déficit fiscal opta por hacerse el gracioso, el divertido e ingenioso al entrabar el trámite de la reforma fiscal mediante la presentación de más de 500 mociones; entre ellas, las que proponen eximir del pago del impuesto al valor agregado (IVA) a payasos, malabaristas, magos, actores callejeros, futbolistas, árbitros, vendedores ambulantes, productores de petróleo, limpiabotas, cementeros, consultores de partidos políticos, recolectores de basura…
Una actitud poco seria que me hace recordar al personaje conocido como el Guasón, de Batman, que Nicholson interpretó en una película dirigida por Tim Burton y que fue estrenada en 1989.
Claro, hay actores de actores… Nicholson es un verdadero maestro del humor, la ironía y el sarcasmo. Hasta para ser guasón (“burlón, bromista”, de acuerdo con el DRAE) hay que tener clase.
No solo eso, también hay que saber ubicarse; parafraseando al Eclesiastés, hay tiempo de bromear y tiempo de ser serio; tiempo de ser guasón y tiempo de comportarse como un diputado responsable y que actúa con el señorío que su cargo demanda.
Costa Rica no está para guasones ni para cínicos que regalan llaveritos…