El relato del Génesis no lo dice, pero imagino a Noé y su familia conversando en el arca sobre sus expectativas en torno al mundo que renacería después de la dura experiencia del diluvio universal.
“Habrá mucho menos maldad”, dijo, quizá, el primer navegante de la historia mientras echaba un vistazo a través de la ventana de aquel navío construido con madera de gofer.
“La gente dejará de ser tan egoísta y practicará la generosidad”, manifestó, tal vez, Sem, el mayor de los hijos.
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Cam, el segundo de los retoños, terminó de recoger los huevos de los nidos de las gallinas, los puso sobre la mesa y manifestó -supongo yo- que confiaba en el surgimiento de un ser humano solidario, honesto, servicial, bondadoso, leal, tolerante, justo, respetuoso, equitativo, sensible, humilde, agradecido.
-¿Y vos Jafet? ¿Qué pensás? -preguntó el patriarca bíblico.
-La experiencia del confinamiento, la muerte y la incertidumbre ha sido tan dura que todos nos veremos obligados a replantear nuestros principios y valores. La vida no volverá a ser lo mismo.
-¡Será un planeta mejor, sin duda alguna! -exclamó Noé.
“No es pesimismo”
De pronto se escucharon unas risas en el arca. Provenían de la habitación de la esposa del navegante y sus nueras, quienes fueron invitadas a unirse al grupo.
-¿Se puede saber de qué les causa tanta gracia? -preguntó Jafet, siempre con delirios de persecución, todo el tiempo a la defensiva.
Fue la esposa de Noé quien respondió. Confesó que les hizo gracia escuchar tal derroche de optimismo. “No es que no tengamos la esperanza de un mundo mejor, más íntegro y balanceado, respetuoso de los derechos y las libertades, pero no estamos tan convencidas de que el ser humano pueda o esté realmente dispuesto a cambiar de la noche a la mañana. Ojalá fuera así y quizá al principio lo parezca, pero solo el tiempo dirá si los discursos, promesas y sueños sobrevivieron al diluvio o si también se ahogaron”.
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-Estás muy pesimista mujer y lo que necesitamos en este momento es optimismo -dijo el patriarca que vivió novecientos cincuenta años, de los cuales los últimos trescientos cincuenta fueron posteriores al diluvio.
-No es pesimismo. Yo también anhelo un mundo mejor, pero sabemos que al calor de las pruebas muchas personas prometen y juran transformaciones que luego olvidan. Muchas ilusiones se evaporan en la nueva normalidad. Prefiero aguardar a ver qué pasa y asumir la realidad tal y como esta se presente y desarrolle, en vez de alimentar exageradamente las expectativas y después sufrir una fuerte decepción.
Una enorme ola golpeó el arca con fuerza, lo que obligó al grupo a dispersarse para ir a constatar que los animales estuvieran bien y revisar que no hubiera filtraciones de agua. Por lo tanto, la conversación se vio interrumpida, aunque todos los miembros de la familia se quedaron pensando en el tema en procura de hallar el balance que más satisficiera a cada quien.
Noé, tan sabio, juicioso y experimentado, comprendió que nadie es dueño de la verdad, mucho menos cuando de vislumbrar el futuro se trata, pues -en la de menos allí nació el dicho- “cada cabeza es un mundo”.
"Además -pensó-, muy arriesgado hacer predicciones y pronósticos en medio de la tormenta.