La encuesta del CIEP-UCR le movió el piso a más de uno. Se confirma que la decisión de la Corte IDH que legalizó el matrimonio igualitario desató una reacción virulenta por parte de la mayoría del electorado que es conservadora. También aceleró un fenómeno que ví venir a inicios de mes: que una masa de votantes agazapados del PAC iba a encontrar una excusa para salir a apoyar a Carlos Alvarado.
Debo confesarlo: así como me desconcierta ver los candidatos que encabezan la intención de voto, igualmente me perturba que tanta gente educada, leída y entendida de la actualidad nacional salga a apoyar entusiastamente al oficialismo después de todo lo que hemos visto en este gobierno. Por eso, quiero presentar aquí mi caso contra el PAC.
La ética y la transparencia en la era de la “Casa de Cristal”: Hay algo particularmente pesado acerca de los seguidores del PAC y es la superioridad moral con la que se conducen. En inglés hay una expresión que los ilustra: “holier than thou.” Esta pretensión al menos tenía algún asidero hace cuatro años, cuando los rojiamarillos se presentaban como el cambio ante un PLN acechado por la corrupción. Pero hoy, ya hemos visto que todo era apariencias.
El PAC como partido ha sido condenado por estafar al Estado por casi ¢353 millones –un monto superior por el que condenaron al Movimiento Libertario–. Al llegar al poder, el PAC prometió una “casa de cristal”, pero desde un inicio se ha caracterizado por el secretismo, el amiguismo y la falta de transparencia. Luis Guillermo Solís incluso se dejó decir que el famoso código de ética de su partido fue pensado para ser oposición, no gobierno. Es decir, fue hecho para señalar a los demás, no para regir la conducta propia.
La RAE define “cinismo” como la desvergüenza en el mentir o en la defensa y práctica de acciones o doctrinas vituperables. Esa ha sido la tónica del PAC y sus seguidores ante los múltiples casos de corrupción y tráfico de influencias en los que se ha visto envuelto. ¿Poner a la presidenta del PAC en plaza de chofer de la Asamblea Legislativa con salario inflado? Silencio. ¿Pago ilegal de pluses salariales a viceministros? Eso siempre se ha hecho. ¿Premeditar una pifia en la vía de acceso al megapuerto de Moín que le costará al fisco ¢7.900 millones? Aquí no hay nada que ver. ¿El caso de la viceministra de Vivienda que la pasan al Banhvi para que pudiera ganar más y así devolver la plata que había recibido ilegalmente? Grillos de fondo.
Y luego tenemos el “cementazo”. No está de más decir que se trata de uno de los mayores casos de corrupción en tiempos recientes. Y, aun así, mucho seguidor del PAC afirma que todo fue obra del diputado Víctor Morales Zapata que, según ellos, ya fue expurgado del oficialismo. Pero, ¿cómo olvidar el berrinche presidencial diciendo que todo se trataba de una conspiración mediática –“los tengo bien identificados”– ? Estos son los hechos: fue Casa Presidencial la que recibió 7 veces a Juan Carlos Bolaños. Fue Casa Presidencial la que puso a Mario Barrenechea y Paola Mora –amigos íntimos de Mariano Figueres– al frente del Banco de Costa Rica. Fue Casa Presidencial la que presionó para que se agilizaran los trámites para la importación de cemento chino. Fue Luis Guillermo Solís –el “Big Chief”– el que describió a Juan Carlos Bolaños como un empresario honesto. Y sí, fue el PAC la única fracción en la que la mitad de los diputados votaron contra el informe legislativo del “cementazo”.
¿En dónde queda Carlos Alvarado en todo esto? En un audio “filtrado” claramente falso donde supuestamente muestra su “enojo” con la administración Solís y en salir a decir que si no fuera por el “cementazo”, él tendría 50% en las encuestas. La realidad es que, en materia de ética y transparencia, el PAC no ofrece nada diferente a los partidos tradicionales, excepto cinismo y desvergüenza.
Irresponsabilidad fiscal: La delicadísima situación fiscal es sin lugar a dudas el mayor problema que debería ocupar nuestra atención en estas elecciones. Estamos a las puertas de una grave crisis económica y el PAC ha probado ser altamente irresponsable en el manejo de la Hacienda pública: habiendo encontrado un gobierno bien encaminado hacia la bancarrota, la administración Solís aumentó significativamente el gasto público, particularmente en aumentos salariales a los empleados públicos y transferencias a las universidades estatales. Aquí hago un repaso de todas las medidas de la administración Solís que nos dejan con una situación fiscal más precaria a la que encontró –a pesar de haber prometido disminuir el déficit por la mitad en dos años sin necesidad de nuevos impuestos–.
Cuando el gobierno finalmente admitió la gravedad del desbalance en las finanzas estatales, su énfasis ha sido exclusivamente en más impuestos, nunca en recortes de gasto. El oficialismo ha saboteado cualquier esfuerzo por una ley de empleo público, por ejemplo. No es casualidad que los sindicatos no hayan chistado con este gobierno. Y cuando han salido a las calles, el gobierno pactó con ellos de antemano todas sus demandas. Además, el partido que se presentaba como el abanderado de la austeridad en la función pública ha gastado a manos llenas en publicidad y viajes.
¿Dónde queda Carlos Alvarado? Bueno, dentro de los logros que él destaca de su paso como ministro de Trabajo está la renegociación de varias convenciones colectivas, lo cual supuestamente le ahorró dinero al fisco. Pero eso es falso. La convención colectiva de Recope costará más plata este año debido a la inclusión de nuevos beneficios. ¡Chingo de renegociación! También, no olvidemos que su candidato a vicepresidente es sindicalista y lideró la huelga de educadores del 2014. Que no digan que no estamos avisados.
El candidato oficialista es muy claro en que su énfasis para resolver la crisis fiscal será aumentar impuestos. De hecho, casi no menciona reformas que tengan que ver con el gasto. No solo es absurda su premisa de que “si queremos ser desarrollados, tenemos que pagar impuestos de país desarrollado” (Brasil paga impuestos de país desarrollado y va como el cangrejo), sino que está ampliamente demostrado que cada vez que en Costa Rica hemos aumentado impuestos para enfrentar la situación fiscal, esta termina deteriorándose nuevamente.
En resumen, en el tema que más nos debería preocupar en esta elección, votar por el PAC sería premiar la irresponsabilidad, empoderar a los sindicatos y darle luz verde a recetas que empobrecerán a los contribuyentes y agravarán la crisis que enfrentamos.
Magro récord de empleo: El PAC prometió la creación de 217.000 empleos, pero en este gobierno si acaso se han creado 32.000 puestos de trabajo, según datos oficiales. La tasa de desempleo al tercer trimestre del 2017 (último dato disponible) está en 9,4%, prácticamente sin variación al que había al final de la administración Chinchilla, con el agravante de que en este gobierno la tasa de participación laboral ha caído significativamente –menos gente está trabajando o buscando activamente empleo– del 63,7% al 59,4%. Esto significa que, aunque la tasa de desempleo nominalmente se ve igual de mala a la del gobierno anterior, en realidad es peor.
No podemos dejar de lado en este apartado la guerra sin cuartel que este gobierno ha desatado contra Uber, incluso utilizando al aparato represivo del Estado para amenazar a otras empresas que hagan alianzas con este. Esto no solo demuestra lo retrógrado que es el PAC al negarse a abrazar la economía colaborativa y nuevas tecnologías, sino que es contraproducente en tiempos de alto desempleo y cuando Uber les genera ingresos a 40.000 personas. Carlos Alvarado ha respaldado el accionar del gobierno contra Uber.
Seguridad ciudadana: Los hechos hablan por sí solos. Nunca antes ha vivido Costa Rica una oleada de violencia como la que nos azota actualmente. El 2017 cerró como el año con la tasa de homicidios más alta desde que se tienen registros, un récord que ostentaba el 2016, y que antes de eso tenía el 2015. Mientras el gobierno aumentaba a doble dígitos las transferencias a las universidades estatales, el presupuesto destinado a seguridad pública apenas creció 3,6% anual desde el 2014. La presencia del crimen organizado se ha acelerado en la administración Solís –la cual incluso ha afirmado que el aumento en la cantidad de muertes por rencillas de drogas significa que su estrategia de seguridad está funcionando–. En el mundo alternativo en el que se maneja el oficialismo, en donde los datos pueden ser torturados hasta que les den la razón, el flamante ministro de Justicia se dejó decir que si suprimimos los delitos relacionados por el crimen organizado, vivimos en uno de los países más seguros de América Latina. Voilà! Carlos Alvarado ha dicho que combatirá el crimen promoviendo el arte y la cultura, como si los cacos dejarán de traficar drogas y matarse entre ellos si hay más FIAs en sus comunidades.
Proteccionismo: Uno de los aspectos más chocantes –e indefendibles– de la política económica del PAC es su defensa del proteccionismo agrícola, ejemplarizada por la infame prohibición a la importación de aguacate mexicano, que ha hecho de esa fruta un ítem de lujo en la mesa de los costarricenses (¿cómo olvidar la imagen del ministro de Información con una bolsita de aguacates frente a un Subway?). Pero peor que eso fue la decisión de la administración Solís de aumentar significativamente la salvaguarda al arancel al arroz. El 50% del consumo de este grano lo realiza el 40% más pobre de la población –y la medida del gobierno a quienes benefició es a grandes industriales–. Fue tan arbitrario el decreto de la administración Solís para favorecer a los arroceros que un Tribunal recientemente lo suspendió. Igualmente, este gobierno ha obstaculizado la importación de otros bienes agrícolas, con el consecuente resultado de un aumento en los precios que pagan los consumidores.
Carlos Alvarado ha sido inequívoco en este tema. Él es un convencido proteccionista y continuará las políticas del gobierno en esa dirección. Recientemente su candidata a vicepresidenta, Epsy Campbell, dijo que el PAC cree en el proteccionismo porque estabiliza los precios y distribuye la riqueza. Tiene toda la razón: el proteccionismo estabiliza los precios al alza y distribuye la riqueza de pobres a ricos. La economía social solidaria que pregona el PAC consiste en encarecerle el precio de los alimentos básicos a los consumidores pobres para proteger a grandes carteles como Dos Pinos, Conarroz y Laica.
Infraestructura: La administración Solís renegó de la figura de concesión de obra pública por razones ideológicas. En su lugar le confió a la Oficina de las Naciones Unidas de Servicios para Proyectos (Unops) la construcción de obra pública, a pesar de ser una opción mucho más cara. El presidente Solís dijo que prefería pagar más caro a Unops en aras de la transparencia, pero si algo ha caracterizado al paso de esa agencia en el país es el secretismo, al punto que la Contraloría recientemente anuló sus contratos por su negativa a entregar los expedientes de contratación. De tal forma que el país terminó pagando más, no tuvo transparencia y se quedó sin las obras prometidas. Carlos Alvarado, a pocos días de las elecciones, no le quedó otra que decir que no le confiaría más proyectos a la Unops. Pero ojo: tampoco cancelará los que ya se tienen con ese mecanismo.
Propaganda y hechos alternativos: Una constante del gobierno del PAC desde su llegada al poder es la manera en que la propaganda oficialista trata de verle la cara a los costarricenses con hechos alternativos, datos amañados y estadísticas torturadas. Más frustrante aun es ver a los acólitos del gobierno repetir estos datos sin ningún sentido crítico y objetivo. Que el simpatizante promedio del PAC por lo general se mueva con un aire de superioridad intelectual hace más chocante esta actitud. Por ejemplo, el gobierno destaca –y los seguidores repiten– que el crecimiento económico del año pasado fue más alto que el promedio de América Latina. Cierto, pero eso oculta el hecho de que la tasa promedio de crecimiento durante este gobierno (4,1%) está por debajo del promedio nacional de los últimos 25 años (4,5%) y es básicamente el mismo al de la administración Chinchilla. También está el caso de cuando el ministro de Hacienda culpó a los TLC por el déficit fiscal, una falsedad a todas luces. Presidencia ha dicho que Costa Rica tiene las tarifas eléctricas más baratas de Centroamérica, algo que también resultó ser mentira. Tampoco era cierto que la reducción de la pobreza experimentada en este gobierno rompiera dos décadas de estancamiento en ese indicador. Y así podemos continuar con múltiples ejemplos.
Honor donde sí lo merece: Para finalizar, quiero concluir con un aspecto de política económica donde el gobierno del PAC sí merece todo el crédito: el control de la inflación. En los últimos 25 años, la inflación había sido un lastre para los más pobres del país. Años de políticas mercantilistas en el BCCR habían generado altos niveles de inflación, todo con el fin de contar con un tipo de cambio “competitivo” que favoreciera a exportadores y banqueros privados. A pesar de las fuertes presiones al inicio de esta administración, el BCCR ahora premia la estabilidad de precios como el norte de la política monetaria. Bravo.
La reducción del índice de pobreza en dos puntos porcentuales bajo este gobierno –al nivel que estaba en 2013, no nos hagamos ilusiones– probablemente ha tenido algo que ver con esta disminución de la inflación (aunque también ha habido un notable aumento en la cantidad de plata que se gasta en programas sociales). Si hay un área donde me gustaría que el PAC deje un legado perdurable, es en el control de la inflación.
Conclusión: Los votantes no enfrentamos opciones atractivas para el 4 de febrero. Yo personalmente sigo indeciso. Pero bajo ninguna premisa se puede decir que el PAC ha hecho un buen gobierno, o tan siquiera uno aceptable. Y a diferencia de muchos, me niego a ver con entusiasmo cuatro años más de cinismo en la función pública, alta inseguridad, irresponsabilidad fiscal y estatismo anticuado.