En lo que llevamos del siglo XXI, la forma de llevar a cabo la actividad empresarial ha cambiado sustancialmente debido a la evolución tecnológica, la difusión de Internet, los cambios en las estructuras empresariales, el deterioro del medio ambiente, así como por eventos globales (como la pandemia de COVID-19, las crisis financieras, etc.). De ahí la necesidad de establecer un nuevo marco de acción empresarial para el desarrollo de la actividad económica en este mundo cada vez más complejo.
Ante este nuevo y desafiante escenario global, las actividades empresariales (de todo tamaño y condición) deberían contribuir al uso sostenible y eficiente de los recursos naturales, del capital, la tecnología, los recursos humanos y otros; y entender que el bienestar general debe ser la base del desarrollo económico.
Son muchas las empresas (sobre todo multinacionales, pero no únicamente), quienes han demostrado su respeto a estrictas normas de conducta empresarial, lo cual no solo incide positivamente en el crecimiento de la empresa, sino también en la mejora en las relaciones entre ella, sus colaboradores y el entorno.
Estas acciones deben permear también en las empresas locales (grandes y pequeñas) y el Estado. Lamentablemente, así como existen buenas prácticas, se observa también que las crisis económicas, el incremento de la competencia, o el simple afán desmedido de lucro puede tentar a las empresas a desatender normas y principios de conducta empresarial responsable (CER) para obtener ventajas indebidas, a veces violentando la ley, y en otros casos, utilizando las grietas presentes en ellas.
Al mismo tiempo, las empresas de menor tamaño muchas veces no cuentan con los recursos o el conocimiento para adaptarse a normas que -por lo general- se han hecho pensando en empresas grandes. De ahí la importancia de contar con un conjunto de criterios que marquen una senda hacia el desarrollo sostenible pero que a la vez puedan -de manera realista- empezar a ser implementadas por empresas de cualquier tamaño y condición (especialmente las pequeñas y los nuevos emprendimientos).
Entendemos por conducta empresarial responsable que las empresas se hacen cargo de las consecuencias negativas de sus operaciones y contribuyen al desarrollo sostenible, independientemente de su tamaño o nivel de desarrollo. Esto va mas allá del concepto de responsabilidad social empresarial que se refiere a acciones voluntarias hacia la mejora del entorno.
Sobre lo anterior, es importante señalar que las empresas difieren considerablemente en sus conductas y capacidad de acción de acuerdo con su tamaño, nivel de experiencia empresarial, la competencia, el marco normativo u otras consideraciones. De esta forma, es necesario tomar conciencia que las empresas de menor tamaño están en desventaja respecto de las más grandes y/o consolidadas; por lo que cualquier apoyo a las empresas debe tomar en cuenta esta situación.
LEA MÁS: Auge mantiene dos convocatorias a programas de apoyo y financiamiento para startups
Por ello, se requiere de una propuesta que involucre el trabajo conjunto entre empresas (de todo tamaño y nivel de desarrollo), Gobierno, trabajadores y consumidores (sociedad civil), para la construcción de un conjunto de directrices que enrumben a las empresas hacia una conducta específicamente responsable con los consumidores, sus aliados, el entorno y la sociedad. Ello es lo que da pie a la creación de una guía para la conducta empresarial responsable en la que se presentan recomendaciones respecto de cómo mejorar las actuaciones empresariales, transparentar sus relaciones, y adoptar buenas prácticas que las lleven a su sostenibilidad.
Las empresas, los consumidores, el Gobierno y los demás actores del proceso económico, tienen una responsabilidad no solo con ellas mismas sino también con el entorno en que llevan a cabo sus actividades. Esa responsabilidad está asociada tanto al impacto que generan en el medio ambiente, como en la forma de actuar de cada uno de ellos; particularmente la empresa, sea en sus relaciones con el Estado, otras empresas, los consumidores, o bien con la sociedad en general.
En el caso de las micro y pequeñas empresas, así como los emprendedores, el camino hacia una conducta empresarial responsable es más complejo y costoso (respecto de las empresas más grandes). Por ejemplo, las micro y pequeñas empresas se relacionan entre sí y con empresas de mayor tamaño, sin embargo, con estas últimas, el poder de decisión no está en las primeras, sino que muchas veces están subordinadas a los requerimientos de las grandes empresas con las que se vinculan.
Los temas fundamentales de la CER tienen que ver con las relaciones de las empresas con sus trabajadores, su impacto en el medio ambiente, su relación con el Estado y la institucionalidad, sus relaciones comerciales con otras empresas y finalmente pero, no menos importante, su vinculación con los consumidores, en principio, la razón de ser de las empresas.
Sabemos que las empresas contribuyen al crecimiento económico por medio de la creación de bienes y servicios, la generación de empleo, el pago de impuestos, la innovación y el eslabonamiento con otras empresas y proveedores. Pero para que su contribución supere ese aporte y se enrumbe decididamente al desarrollo sostenible, los bienes y servicios que ellas crean deben contar con atributos reconocidos y aceptados que mejoren la calidad de vida de los consumidores, el empleo generado debe proveer las condiciones para una vida digna de los trabajadores, el pago de impuestos debe ser calculado de acuerdo a los auténticos resultados económicos de las empresas, la innovación debe poner su atención en mejorar las condiciones de vida y bienestar de los consumidores, y la articulación con otras empresas debe darse en condiciones de equidad y justicia.
Solo así superaremos el concepto clásico y estático del crecimiento económico para pasar al desarrollo sostenible y mejorar de esa forma la calidad de vida de la sociedad.