“Entre más fallemos, abracemos nuestros fracasos, mejor equipados estaremos para el éxito y la satisfacción con la vida”
— Tal Ben-Shahar.
Ahora pienso y recuerdo que cuando era una adulta joven e incluso desde la adolescencia, empecé a sentir un intenso temor al fracaso. Ese temor tan fuerte tuvo un efecto devastador en mí y en mi desempeño, pero también en mi nivel de felicidad.
Ahora veo hacia atrás y tenía una gran presión interna dentro de mí para no fallar y creo que mientras más ese miedo me limitó, no logré vivir mi potencial como profesional y como ser humano.
Experimenté muchos años un fuerte temor de no ser competente académicamente, y eso me limitó mucho, pero también posterior a mi vida académica me limitó en las posibilidades laborales. Pero también en mis otros roles personales.
Al final somos uno, quería ser perfecta. Suena raro, pero era así.
Hoy leo a Aita Roddik, la fundadora de The Body Shop que dice: “el mayor error que usted puede cometer es vivir temiendo que va a cometer un error”. Y estoy 100% de acuerdo con ella porque lo cometí por muchos años.
¿Cómo salí de eso? Para mis lectores que puedan identificarse conmigo: Creo que ha sido un trabajo de por vida.
Primero, creo que yo, en la intimidad de mi relación conmigo misma, sabía que este temor me limitaba, el temor al fracaso, y afectaba mi propia imagen.
Luego, creo que permití, por el temor al fracaso, que otros presentaran mi trabajo, o dejé pasar oportunidades laborales, o también trataba por todos los medios de ser pequeña, no protagonista, lo cual me costó muy caro.
Tal vez, el tocar fondo me hizo empezar a nadar (figurativamente hacia arriba). ¿Cómo?
Decirme: “Bueno, esto que estoy viendo frente al espejo no es lo que quiero de mí. Tu puedes dar más. Ser más, hacer más, sentirte mejor. Esta no es la vida que quieres.”
“Tienes que arriesgarte”. Empecé a escribir mucho sobre mi, cómo me sentía, busqué ayuda externa, me alejé de las personas que me reforzaban una imagen pequeña de mí.
Empecé a tomar riesgos calculados y claro que fracasé, pero lo que hacía y vivía lo hacía en alineación con mis valores.
Es como que salí del capullo, extendí mis alas. Pero fue un proceso, lento, doloroso, difícil, de muchos años.
Y luego me dije, “¿por qué no ayudar a otros?”
Y eso es lo que hago hoy…
Pero estuve ahí, solita escondida por mucho tiempo en mis miedos. Todos los tenemos, el tema es que debemos aceptar que nos limitan y ese es el primer paso para caminar con miedo, para no quedarnos paralizados por el miedo de por vida.
Aprendí a que equivocarme no era el fin del mundo. Aprendí que soy humana y a darme permiso para ser humana. Soy la mejor mamá que puedo ser, pero no soy una mamá perfecta.
Soy la mejor profesional que puedo ser, soy bien exigente, pero no soy perfecta.
En cada rol me exijo mucho, trato de aprender, de ser mejor, no solo de actuar sino de reflexionar para mejorar.
Escucha a mis clientes, a mis seres queridos, a mi junta directiva personal.
Y bueno, hoy miro hacia atrás y veo esa veinteañera, que temía fracasar y que estaba fracasando en la vida por no intentar. Esa veinteañera ya no existe, ya no está.