El impuesto a las ganancias de capital ha provocado molestias para muchas personas en ambos lados de la acera. El tema se las trae, es controversial entre filósofos, economistas, abogados tributaritas, y otras de estas especies que se ocupan de los temas fiscales. Sin embargo, algunas personas lo quieren resumir en una lucha de clases, en un tema de ricos contra pobres.
Oliver Wendell Holmes Jr., un abogado que sirvió en la Corte Suprema de Justicia estadounidense, de mirada dura y bigote bien cuidado, decía que “la mente del intolerante es como la pupila del ojo: cuanta más luz brille sobre ella, más se encoge”, recordando a Holmes en un caso que genera tanta indignación como este, es necesario dejar a un lado los prejuicios y repasar un razonamiento que tiene más de 170 años de dar vueltas por el mundo: la inmoralidad de grabar dos veces el ahorro.
Supongamos, para facilitar la explicación, que usted y un grupo de personas bajan hoy, con una mano adelante y otra atrás, o sea, empezando desde cero, de una nave espacial. Como grupo social se organizan, y cada uno se especializa en lo que mejor sabe hacer, y empiezan a intercambiar el fruto de su trabajo.
Si usted se come -consume- todo lo que produce, usted no va a tener ahorros o riqueza, viviría en un mundo coyol partido, coyol comido. Para crear ahorro/riqueza usted tendrá que dejar de consumir, por ejemplo, no se come una papaya hoy, y se la presta al vecino con la condición de que le devuelva otra papaya similar y dos huevos dentro de un mes. Usted, por la acción de ahorrar, que es dejar de consumir hoy para consumir en el futuro, se ganó dos huevos en un mes.
Si usted no hubiera dejado de consumir su papayita, de no realizar ese sacrificio, no habría podido tener dos huevos de más en cuestión de un mes, estos dos huevos es lo que los economistas llaman rendimiento real (¡aburridos!).
Ahora, usted y el grupo de extraterrestres deciden tener un gobierno (¯\_(ツ)_/¯), y este les pide el 18% de lo que producen. Si usted se dedicó a sembrar papayas y en un año produce 100, tendrá que darle al Gobierno 18 papayas, o sea, de 100 papayas que usted tenía, ahora no le quedan más que 82 (¿recuerdan la canción?).
Si usted se come las 82 papayas el enredo con los impuestos termina ahí, entregando 18 papayas por el bien común. Sin embargo, si usted ahorra la cosa se complica, ¡casi siempre el gobierno complica las cosas!, veamos.
Si usted presta las 18 papayas por 10 meses, al cabo de los cuales recibirá otras 18 papayas y 24 huevos, y le cobran 18% de impuestos por esos huevos recibidos “de más”, que no son de más, son realmente el producto de su sacrificio, de cambiar consumo de hoy por consumo futuro, en ese caso entonces usted tendrá que entregar poco más de 4 huevos.
Si suponemos que en el mercado se cambia una papaya por 4 huevos, entonces usted por generar ahorro terminó pagando no 18 papayas sino 19, o si se cambian 2 huevos por cada papaya, usted termina pagando 20 papayas en impuestos. De esta manera a usted el gobierno lo está discriminando, lo está tratando peor que al resto que no ahorra, ¡vaya manera!
”¿Por qué razón debe prevalecer la igualdad en materia de impuestos? Por la razón de que así debe ser en todas las cuestiones de gobierno.” John Stuart Mill.
¿En dónde quedamos? En que este tipo de impuestos constituyen un método para obtener recursos de los “administrados” que sí ahorran, o sea, constituye una discriminación contra el ahorro y favorece el consumo, induciendo a la gente a comportarse diferente, a consumir, distorsiona el comportamiento económico.
¿Qué pasaría si todos nos vemos incentivados a únicamente consumir y dejamos el ahorro de lado? Bueno, piense que usted necesita dinero para un proyecto de inversión, ¿de dónde lo saca? ¿a quién le pide prestado si todo el mundo consume y no hay ahorros para prestarle a usted? En nuestro ejemplo anterior, puede significar que una familia pasó hambre porque nadie le prestó las 18 papayas, mientras se acomodaba.
En términos generales todos los ahorros se invierten, si no hay ahorro no hay inversión, desincentivar la inversión es una aventura que genera bajo crecimiento económico, propiciando el desempleo y la pobreza. ¿No queremos eso verdad?
Este es un tema controversial, sin embargo, la lógica para defender que los impuestos sobre los ingresos deberían únicamente gravar la parte del ingreso que se dedica a gastos, eximiendo lo que se ahorra, está ahí.
Todos podemos -¡y debemos!- ahorrar, como sociedad aún más, ya que esto potencia la inversión, el crecimiento económico, la productividad, el empleo y la riqueza, el ahorro limita nuestra dependencia del ahorro de otros países, nos hace más independientes.
Disminuir la discusión a que solo los ricos ahorran es perder el tiempo, nuestras pensiones son ahorros, estamos posponiendo consumo de hoy para poder pasar una vejez más segura, ¡todos ahorramos!, no se deje engañar. El impuesto a las ganancias de capital, y el impuesto del 8% sobre los intereses que venimos pagando desde hace mucho tiempo, lo pagamos todos, no solo una determinada clase social, no se deje engañar con discursos incendiarios.