Tecnificar el agro con herramientas de agricultura de precisión, ganadería digital, desarrollos en la nube, sistemas predictivos e Internet de las Cosas que capten miles de datos que se generan continuamente y los racionalicen con herramientas de analítica avanzada son esenciales para empoderar a los productores para lograr más.
Varios estudios han demostrado la necesidad de aumentar significativamente la producción mundial de alimentos para 2050. En un mundo con una cantidad finita de tierra cultivable y una población que se espera que crezca de 7.700 millones a casi 10.000 millones para 2050, producir suficientes alimentos para comer es un desafío hoy y una crisis potencial en el futuro. A medida que la población se expande y las dietas cambian, los agricultores tendrán que aumentar la producción de alimentos en aproximadamente un 70 por ciento.
América Latina es rica en recursos naturales, hogar de casi el 33 por ciento de los recursos mundiales de agua dulce, el 36 por ciento de todas las tierras cultivables adicionales disponibles en el mundo y es la región con mayor biodiversidad del mundo.
La importancia de la región en los mercados mundiales de alimentos ha ido en aumento durante los últimos 30 años: si se incluyen los países del Caribe, Latinoamérica es responsable de casi el 15 por ciento del total de las exportaciones mundiales de alimentos.
Cada vez es más accesible el aprovechamiento de posibilidades tecnológicas que puedan ser empleadas para el mejoramiento de las prácticas agrícolas. La predictibilidad del recurso hídrico, el análisis de datos históricos en las cosechas o la evaluación automatizada de la calidad de los productos son solo algunas de las soluciones ofrecidas desde la innovación para el sector de la agricultura. Los datos, junto con el conocimiento y la intuición del agricultor sobre su tierra, pueden ayudar a aumentar la productividad agrícola y ayudar a reducir los costos.
Microsoft, trabaja hacia un enfoque de extremo a extremo, desde sensores hasta la nube, para empoderar al campo centroamericano y permitir la agricultura basada en datos. Sobre este tema que conversamos con Enrique Andaluz, Director de la Estrategia de Innovación Digital de Microsoft.
¿Cuáles son las posibilidades de mejorar las prácticas en la agricultura en el continente latinoamericano por medio de la tecnología?
Latinoamérica representa el 15% de la superficie terrestre y 23% de su tierra es eventualmente productiva. Sin embargo, está muy desconectada y la tierra se está erosionando. La tecnología moderna ha permitido implementar sistemas de agricultura sostenible para cultivos de alimentos que incrementan la calidad y abre la posibilidad para una nueva forma de alimentación. Pero para que esto ocurra tenemos algunos desafíos, como la inclusión financiera, la posibilidad de compartir conocimiento y el intercambio de información, que permitiría una propuesta de valor más inmediata. La industria del conocimiento y la industria agrícola pueden capturar una oportunidad única para el desarrollo sostenible e inclusivo del país.
El tema de agritech todavía está iniciando en América Latina como sí ha ocurrido en otras regiones del mundo, y es realmente importante que pueda replicarse de la misma forma en Latinoamérica. Estudios del Banco Mundial demuestran que el crecimiento económico originado en la agricultura es 2,7 veces más efectivo para reducir la pobreza y las inversiones en la agricultura, según la FIDA, impactan entre el 30% y el 80% el resto de la economía.
¿Por qué es necesario que a nivel regional se le dé más atención a este tema?
A nivel de mercados emergentes se calcula que cerca del 70% o el 80% de la comida en el año 2050 va a venir de una de las economías emergentes, pero a la vez son estas a las que se les da menos apoyo financiero y de servicios. Eso abre una gran brecha sobre cuán eficiente podemos hacer la comida.
¿Por qué América Latina es uno de los lugares con más potencial en cuanto a la superficie de tierra que es cultivable, versus la cantidad de lo que no se cultiva o que tienen tierras cultivables y no los cultivan? No se trata solo del tamaño de la tierra que es cultivable, sino que también a las condiciones naturales que son óptimas para cultivar, e inclusive para tener ganado.
La brecha más importante que existe está en el sector agropecuario. Más allá de la agricultura, que es de las industrias más viejas que hay en el mundo, precisamente lo que se hacía hace 1.000 años de alguna forma se sigue haciendo igual el día de hoy, si es que no se permite que haya mayor intervención tecnológica, con recursos que vienen desde la tecnología mecánica, entre otras, que puedan acelerar el progreso de esa industria. La implementación de Inteligencia Artificial en el Campo puede hacer crecer aún más este sector con un impacto positivo para la recuperación económica.
El campo genera hoy con millones de datos que la tecnología puede volver inteligente para mejorar cualquier tipo de proceso productivo y, de esta forma, sumar mayor eficiencia a la cadena de valor, a las exportaciones y al mercado interno. Por eso, trabajamos para que el campo en Latinoamérica sea un jugador clave en la economía del conocimiento ya que democratizar el uso de la Inteligencia artificial en el campo permitirá más innovación para un futuro más sostenible.
¿Cuáles son los principales problemas por resolver en este ámbito?
Es necesario prestar atención a la posibilidad de darle acceso de información a los campesinos, aumentar el conocimiento entre ellos para que puedan saber qué pasa, pues es algo que normalmente es bastante empírico. Hoy tenemos desde fotografías satelitales hasta algoritmos que permiten predecir las condiciones climáticas. Si un agricultor tiene esta información, solo con ello ya aumenta sus posibilidades de que las decisiones que tome sobre su cultivo sean más acertadas, le permitan tener mejores rendimientos.
Por supuesto, también son claves el acceso al financiamiento del cultivo y tratar de llevar los cultivos al mercado más allá de la comunidad o el área en la que se producen, ubicar la demanda y poder satisfacerla, integrar mercados extranjeros fuera del área donde estas personas actúan. Es algo que puede hacerse con tecnología.
Se trata de crear no solo capacidades y conocimiento en los agricultores, sino también de crear un ecosistema articulado, comunicado y con acceso a la información, que permita a los agricultores y a todos los actores de la cadena tener la data que les permita tomar mejores decisiones, que la cadena de valor esté conectada desde el clima, las semillas, las condiciones del suelo, los insumos, los mercados, la cadena logística, los intermediarios. Si logramos crear ese efecto, vamos a mejorar los resultados de calidad y también la rentabilidad para el agricultor. Todo esto debe impulsar el campo y generar más bienestar.
Hay otro aspecto importante de la creación de este ecosistema interconectado: estamos en un mundo de economía circular y lo que es desperdicio de una industria es el suplemento como materia prima para otra industria. Un ejemplo de esto son los productos de pan, que cuando no se consumen por humanos se puede convertir en alimento para animales. Poder conectar a estos actores es responsable ambiental y socialmente, es optimizar los recursos y permite producir más con menos. Cada uno de estos productos que van rotando en la cadena de valor pueden añadir en las áreas social, económica y ambiental.
¿Cómo tecnificamos y llevamos estas ofertas a un campo que está desconectado del internet?
El 32% de la población de América Latina y el Caribe, es decir, 244 millones de personas, no tiene acceso a Internet según un estudio realizado por el IICA, el BID y Microsoft. La brecha de conectividad es más pronunciada cuando se comparan las comunidades urbanas y rurales, a veces ascendiendo a una brecha de 40 puntos porcentuales. Del total de personas sin acceso a Internet, 46 millones viven en zonas rurales. Eso las priva de las oportunidades de educación, salud bienestar y desarrollo, pero además de poder hacer más productivas sus tierras y de mejorar sus condiciones económicas.
Acceder a conectividad en el campo permite llevar conocimiento al agricultor, permite asesorarlo, solucionar sus problemas con asistencia técnica. Permite además implementar sensores y conectar servicios de analítica y de agricultura inteligente para ayudarle a tomar las mejores decisiones y ser más productivo. Estos servicios están pensados para que sean muy fáciles de usar. La conectividad permite, además, conectar con el sector financiero y con los mercados nacionales y extranjeros. Pero es cierto que, en nuestra región, hay una brecha de conectividad importante y que la ruralidad no puede acceder a los beneficios de la tecnología. Por eso para Microsoft el programa Airband, -un programa que usa los espacios en blanco del espectro electromagnético que no están siendo usados por los canales de televisión- es una parte fundamental de sus programas para el agro.
Con el programa Airband hemos llegado a las zonas más apartadas del campo en Colombia, Ecuador, Perú, Guatemala y muchos más de la región para abrir todas estas posibilidades y garantizar la inclusión del campo en las oportunidades de un mundo cada vez más digital. Este programa, además, no sólo lleva conectividad para el uso de los agricultores, sino que llega a los territorios apartados con internet de alta velocidad e implementa allí desde programas de habilidades tecnológicas básicas con las comunidades, hasta programas de educación y telemedicina, encadenamiento de cadenas productivas y fortalecimiento de los liderazgos sociales.
En países como Costa Rica ¿cómo juegan las alianzas que se han hecho con entidades como el IICA, desde la parte del acceso a la información y al conocimiento? El desafío de tecnificar el agro y empoderar a los agricultores para que puedan aprovechar todo su potencial, de generar bienestar para los millones de familias campesinas y desarrollo rural, no lo resuelve una compañía tecnológica o de comida, o los granjeros, o los bancos o los gobiernos solamente. Cada uno puede hacer algunas cosas, pero ninguno puede hacer todo. Necesitamos unirnos y trabajar juntos, que hagamos alianzas y todos actuamos en un ecosistema que permita mejorar la calidad, el rendimiento o el entendimiento de conocimiento para maximizar la productividad de una tierra. Las alianzas que hemos hecho con el IICA han sido fundamentales. Es una alianza amplia que ha dado frutos muy concretos, por ejemplo la plataforma IICAPlay, donde los agricultores tienen acceso online a cientos de horas de video con contenido técnico que les ayuda a saber más, a mejorar sus prácticas agrícolas, a tomar decisiones y diagnosticar una plaga, por ejemplo. Con Banrural, en Guatemala, implementamos un modelo de agricultura de precisión y acceso al crédito agrícola muy potente.
Si pensamos en grande y hacia dónde vamos ahora estamos en un punto de inflexión donde el buen uso de los recursos naturales, tecnológicos y financieros nos pueden poner en un consorcio donde el mismo ecosistema está creando esta sinergia precisamente para mejorar las condiciones nacionales, los cultivos, el PIB y la vida de millones de comunidades.
Pero además hay otros potenciales enormes. Con Starbucks, por ejemplo, con los cafetales latinoamericanos, estamos ayudando a hacer seguimiento de los mejores cafés y las mejores prácticas. Hay un sistema de puntos de premio a los campesinos que tienen un café de alta calidad. Este modelo lo hemos implementado en Asia con quienes cultivan arroz.
Y también en el mercado, tener trazabilidad de su producto, de las condiciones ambientales, laborales y de las prácticas agrícolas permite dar certificaciones de origen, certificaciones ambientales y sellos de calidad. Son mecanismos de recompensa que permiten que también se le haga un tracking de la cadena de valor, para certificar que las mejores prácticas laborales como ambientales y eso genera un premium en el precio, favorece el consumo responsable.
Tenemos varios clientes que están usando la tecnología para mejorar la producción forestal. Gracias a la fotografía aérea, sensores, drones y la analítica, pueden monitorear los bosques, hacer inventarios, optimizar su producción, mejorar la calidad de los árboles y de sus prácticas agrícolas y participar de los mercados de bonos de carbono. Este es uno de los casos de AI for Earth.
Para mí lo más importante, para entender por qué Microsoft está hablando de esto es porque la tecnología te permite no solo hacer las conexiones en el ecosistema, sino también institucionalizar la información, el conocimiento, las finanzas y la inclusión social.
¿Y cómo puede la tecnología contribuir a la seguridad alimentaria?
Además de los temas que ya hemos hablado de adopción tecnológica para producir más, mejorar los rendimientos, con menos uso de tierra de agua y de insumos y con mejor calidad, hay un tema que es fundamental para la seguridad alimentaria: combatir el desperdicio de alimentos. Se calcula que el mundo consume solo la mitad de los alimentos que produce, y la mitad restante se pierde. Mientras tanto, según cifras de la OMS de 2019, 690 millones de personas pasaban hambre en 2019. En América Latina, 48 millones de personas pasaban hambre y la OMS prevé aumento de 130 millones en el número de personas afectadas por el hambre crónica en todo el mundo como consecuencia del COVID.
La tecnología es fundamental para solucionar este gran desafío y esta tragedia. Hay mucho desperdicio de alimentos en economías emergentes que se origina en particular es las etapas de de cultivo y de cosecha, antes de llegar al procesamiento o la producción. La tecnología para la agricultura puede mejorar la calidad y el rendimiento de los cultivos, indicar a un agricultor cómo preparar la tierra, cuándo es más favorable sembrar o cuándo debe cosechar para evitar desperdicio. Esto tiene otras implicaciones, porque si la comida que estás cultivando no es de calidad, si la rechaza el que te la iba a comprar, ¿qué haces con esa comida?, ¿a quién se la vendes? Casi todo esto es perecedero. La comida se echa a perder rápido. Tienes un tiempo determinado para venderla, o se convierte en desperdicio. Sin embargo, si todo el tiempo estás monitoreando el producto, que esté bien regado, con buenas semillas, buenos pesticidas, puedes tener alta calidad y vender el producto inclusive antes de cosecharlo.
En cambio, los desperdicios se dan mucho más en zonas urbanas y en países desarrollados, porque hay un desperdicio en restaurantes, en las tiendas y en las alacenas. Por medio de la tecnología se recibe información que permite tener visibilidad de qué es lo que está haciendo todo el mundo. Si tengo más visibilidad para poder tener más calidad, eso me resuelve un problema más grande.
¿Cuántas veces un agricultor hace una revisión de su tierra y tiene el poder económico de no sembrar lo que ya siembra por miedo a que no se lo compren?
En nuestra región, el conocimiento de los agricultores es muchas veces empírico, y han recibido ese conocimiento de generación en generación: el agricultor lleva años con esas tierras, a lo mejor 3 o 4 años generaciones suelen plantar lo que ya saben que funciona en su tierra. Usar la tecnología permite saber si la calidad de tu tierra necesita mejoramiento, si debes rotar los cultivos para que no se agoten ciertos nutrientes, si el régimen de lluvias favorece un sembrío u otro, te dice cómo se comporta tu tierra y cómo se nutre o desnutre en ciertas áreas. También tener visibilidad de la conservación de agua, para que diga cuándo y cómo se necesita más hidratación Con sistemas de visibilidad y sistema de fotografía y con la ayuda de algoritmos se pueden ver varias cosas como si el crecimiento del cultivo va de acuerdo con lo esperado, cómo ciertas áreas tienen más o menos necesidades de agua, de fertilizantes. Si se cuenta con esa información en el día a día puedes mejorar la calidad del producto.