Nasiriya, Irak. La rabia y las lágrimas cubren sus rostros, gritan su cólera entre los escombros todavía humeantes de la unidad coronavirus del hospital de Nasiriya, en el sur de Irak. Sus primos, sobrinos o vecinos murieron en el incendio que dejó 64 muertos el lunes por la noche.
“Vinieron para curarse y salen en féretros”, clama un hombre desesperado, Abu Nur al Shawi, que perdió a varios miembros de su familia. “Este hangar no servía ni para acoger animales”, afirma rodeado de decenas de vecinos venidos para contemplar el desastre.
Construido a finales del 2020 en el recinto del hospital Al Husein de Nasiriya para tratar a los enfermos de covid-19, el vetusto hangar (sin aislamiento ignífugo), podía acoger hasta a 70 personas. El fuego, que se desencadenó por la explosión de las botellas de oxígeno, según una fuente sanitaria, se propagó rápidamente sin dejar ninguna oportunidad de huida a los pacientes y visitantes.
La destrucción es total: techo hundido, muros ennegrecidos y caídos, ropa y mantas desperdigadas por el suelo, un silla de ruedas incrustada entre los escombros todavía calientes.
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El caos reinó durante buena parte de la noche: los bomberos luchaban por controlar las llamas mientras que cientos de vecinos se acercaban al lugar para intentar evacuar a los pacientes de esta trampa mortal.
“Escuchábamos los gritos pero no podíamos hacer nada”, cuenta Hisham al Sumeri, un joven militante que vino a auxiliar por la noche.
“Siempre es la misma situación, todos los días, los mismos mártires, las mismas tragedias. En este país, son los hospitales de los pobres los que se incendian”, se lamenta Udaye al Jaberi, que perdió a cuatro familiares.
Corrupción, negligencia, fallos de la autoridad: la lista de males que gangrenan al país está en boca de todos.
Un incendio similar (y por las mismas causas) arrasó en abril de este año un hospital que acogía a enfermos de covid-19 en Bagdad, con un saldo de más de 80 muertos.
“No tenemos un gobierno, tenemos una mafia, criminales que gobiernan el país”, grita Al Jaberi.
Tensos funerales
Los funerales de varias de las víctimas (no se han podido identificar todos los cuerpos, según la morgue) se llevaron a cabo en un clima de tensión este martes, las familias manifestaban su rabia contra “los corruptos”, explicó Abbas Agil, un jubilado.
En el cementerio de Najaf (centro), un hombre y una mujer se abrazan mientras entierran a sus familiares. En Al Nasr, al norte de Nasiriya, cuatro hermanos y hermanas fueron enterradas; en Al Dawaya, al este de la ciudad, fueron seis miembros de una misma familia.
Al mismo tiempo, las manifestaciones se multiplicaron en Nasiriya, una ciudad que fue uno de los epicentros del levantamiento popular de finales del 2019 contra la corrupción y la negligencia del gobierno.
Decenas de habitantes bloquearon las entradas de varios hospitales con pancartas en las que se podía leer: “Cerrado por orden del pueblo”, exigiendo que se envíe a los pacientes a un establecimiento de 400 camas construido por Turquía e inaugurado en junio por el primer ministro pero que sigue inexplicablemente vacío.
Los manifestantes consiguieron sus propósitos a lo largo del día, las autoridades ordenaron que todos los pacientes del hospital Al Husein fueran transferidos a este nuevo centro con el objetivo de liberar camas para los nuevos casos de coronavirus.
El director del hospital Al Husein y el responsable de las autoridades sanitarias regionales fueron apartados de sus cargos por orden del primer ministro Mustafá al Kazimi, pero estas medidas se consideran insuficientes.
“Los políticos han vuelto a demostrar su incapacidad para gestionar el país. Saltamos de tragedia en tragedia, la situación de los iraquíes empeora cada día y nadie rinde cuentas por ello”, explica indignado Yaser al Barrak, un profesor de la universidad de la provincia de Di Car.
Los incendios son habituales: entre enero y marzo del 2021, el ministerio del Interior contabilizó 7.000 incendios.
A su vez, el sistema de salud lleva décadas en un estado precario, a causa de las crisis económicas, las guerras y la corrupción. La pandemia vino a agravar esta situación: el país tuvo 1,4 millones de casos de coronavirus y más de 17.000 muertos.