La falta de dinero, mucho trabajo o simplemente una preferencia por la vida de pareja hacen que la mayoría de los chinos tenga pocas ganas de tener tres hijos, pese a que el gobierno lo autorizó para combatir el envejecimiento de la población.
A partir de fines de los años 1970, la política de limitación de nacimientos impuso durante décadas el hijo único para las parejas, con excepciones para las minorías étnicas y la población rural.
Pero, frente al envejecimiento de la población, se fueron levantando las restricciones. Y desde el lunes el Partido Comunista autoriza tres hijos por pareja, unas semanas después de haber accedido a los preocupantes resultados del último censo decenal.
Entre trenes eléctricos y osos de peluche, dos niños recorren las estanterías de una juguetería de Pekín, mientras los padres discuten las nuevas medidas del gobierno, recibidas a menudo con comentarios burlones en las redes sociales.
"No tenemos tanto dinero para criar a los niños ni tampoco mucho lugar en la casa. Entonces no hay ninguna razón para tener un tercer hijo", explica el joven padre, Yang Shengyi.
Yang y su esposa ya son una excepción en el país del hijo único, en el que el segundo bebé para todas las parejas recién fue autorizado en 2016, sin que por ello mejorara la natalidad.
"Cuando llegó nuestro segundo hijo, de repente hubo que dividir todo por dos. Ahí donde hubiésemos podido dar 100%, tuvimos que reducir a 50%", precisa este padre de 29 años.
“996” versus los “pequeños emperadores”
Para muchos de sus compatriotas, la perspectiva de un solo hijo, e incluso de un casamiento, es algo impensable: la vida moderna impone largos horarios de trabajo o de transporte, así como elevados costos para la vivienda y la crianza de los niños.
Se trata de un cambio radical en un país en el que tradicionalmente los niños tenían que garantizar el linaje de sus ancestros.
Pero los jóvenes de hoy en día "se ríen de la idea de transmitir su apellido. Para ellos lo que cuenta es la calidad de vida", dice Yan Jiaqi, una estudiante de 22 años.
"A muchas mujeres de mi entorno les desagrada la simple idea de tener un hijo. Así que tres, imagine...", agrega.
El problema es que el hijo único ha creado la costumbre de que los padres se consagren por completo a su "pequeño emperador", con fines de semana devorados por los cursos de inglés o de música, con la perspectiva de que triunfen en la vida.
Hay una gran presión para los padres que, por ser ellos mismos hijos únicos, a menudo están solos para ocuparse de sus propios padres ancianos, sin poder contar con hermanos o hermanas, tíos o tías.
"Se encuentran bajo una fuerte presión", afirma una joven en Shanghái. "No tienen tiempo de ocuparse de sus hijos por el trabajo, y si quieren ocuparse de sus hijos a tiempo completo entonces no tienen trabajo".
En las empresas tecnológicas no es raro tener que trabajar seis días a la semana, de nueve de la mañana a nueve de la noche. Un sistema apodado "996" que los medios critican, pero algunos directores de empresa defienden.
Como la tasa de fecundidad cayó a 1,3 hijos por mujer en edad de procrear, muy por debajo del umbral de renovación de las generaciones, el régimen comunista prometió medidas en educación y salud para incitar a las familias a agrandarse. Pero sin dar detalles.
Si de verdad quiere relanzar la natalidad y garantizar el financiamiento de las jubilaciones, el gobierno chino no tiene que contentarse con flexibilizar las reglas, afirma el demógrafo Yi Fuxian, de la Universidad Wisconsin-Madison en Estados Unidos.
"Tener un solo hijo o incluso no tener ninguno se convirtió en la norma en China", señala.
Permitir un tercer hijo “llega demasiado tarde” y la única esperanza de China es copiar la política de supervivencia de Japón: “Salud y educación gratuitas, y subvenciones para la vivienda para las parejas jóvenes”, advirtió.