Luis Bermúdez es un biólogo costarricense con especialización en genética humana y biología molecular que desde hace tres años vive en Cambridge, Reino Unido, donde estudia un doctorado en ciencias médicas.
El joven profesional considera que es tradición salir a realizar posgrados más avanzados al extranjero, ejemplo que vio en muchos profesores universitarios. Al ser becado por Cambridge no tiene la obligación de volver al país luego de finalizar sus estudios, como sí es común cuando la beca es del gobierno de Costa Rica o de otras entidades.
Por eso, quiere aprovechar esa ventaja para quedarse más tiempo en Europa una vez se gradúe del doctorado. Es más, asegura que no se ve de vuelta en Costa Rica en los próximos cinco años.
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“Yo no veo opción (de regresar), al menos en el corto plazo. Ya sea en Reino Unido o en otro país europeo hay muchas más oportunidades”, comentó.
Aunque ir a estudiar un posgrado o trabajar al extranjero es un deseo común entre distintos profesionales, el hecho de que estos no quieran volver al país puede convertirse en un problema de fuga de talento.
Costa Rica se está volviendo menos atractivo para los propios científicos nacionales que estudian o trabajan en el exterior. Esta idea se confirma con los datos recientemente actualizados del portal Hipatia, un proyecto del Programa Estado de la Nación (PEN) que mide, entre otras cosas, el perfil de un grupo de casi 800 científicos ticos que residen fuera de las fronteras nacionales y al que denominan “diáspora científica”.
Las razones para permanecer fuera son múltiples y los motivos para regresar, escasos. Por ello, el país tiene el reto de atraer y retener este talento, aunque también se piensa en cómo vincularlos a distancia con investigaciones y la comunidad científica local.
“En la ciencia es muy natural que uno tenga que salir del país”.
— Luis Bermúdez, científico costarricense radicado en Reino Unido.
Más desencanto
En 2022, EF reportó, también con base en Hipatia, que el 41% de los científicos ticos radicados en el entranjero descartaba volver al país en los cinco años siguientes. Ocho años antes, en 2014, esa cifra era del 37%, también informado por este medio. En estos casos la población de la muestra fue de 758 y 219 personas, respectivamente.
Los últimos datos esbozan un crecimiento del deseo de permanecer fuera: un 45% de los 784 profesionales no tiene planes de regresar a Costa Rica en el próximo lustro. El 38% sí piensa retornar, mientras que el 16% se dijo indeciso.
Si bien es difícil establecer una tendencia clara, pues esta comunidad es solo una muestra y sus miembros e intenciones fluctúan cada año, el PEN cree que hay indicios de que el deseo de no volver crece.
“Si tomamos cada consulta como un evento independiente, ese porcentaje sí es más alto y es muy importante porque es un acervo valioso que al día de hoy eso es lo que tienen en mente: no regresar”, analizó María Santos, coordinadora de Hipatia.
Estos porcentajes varían entre áreas de conocimiento y también de acuerdo a la actividad que la persona realiza.
La idea de mantenerse lejos del país es mayor en los profesionales de ciencias médicas e ingeniería y tecnología, con cifras que pasan el 45%. El caso opuesto es el de ciencias agrícolas, en el que poco más de la mitad planea regresar. No obstante, en las cuatro áreas la proporción de indecisos es similar, entre el 16% y 19%.
Encontrar un trabajo pesa más en el deseo de seguir en el extranjero. Entre quienes no planean regresar, la mayor parte se trata de personas que trabajan (un 86,5%) y otra porción del 6,2% estudia y trabaja. También más de la mitad de indecisos trabajan, mientras que entre los que piensan regresar la mitad solo estudia actualmente.
A este fenómeno, que se repite en América Latina, se le ha denominado en ocasiones como “fuga de talento” o “fuga de cerebros”. No obstante, Santos tiene una perspectiva más positiva y afirmó que más recientemente no se ve como pérdida, sino como una oportunidad de vinculación.
Ese término se refiere a la posibilidad de que los científicos que no quieren volver participen a distancia en investigaciones o proyectos. También puede darse el escenario de transferencia de conocimientos o mentorías.
“Muchas de estas personas van al extranjero a prepararse académicamente o a trabajar en áreas en las cuales el país no tiene experiencia”.
— Vanessa Gibson, directora de Clima de Inversión de Cinde.
Santos mencionó que durante la pandemia se dio una vinculación más fuerte cuando científicos ticos en el extranjero dialogaron con la comunidad científica en el país sobre temas relacionados a vacunas. Además, Hipatia está consultando a la diáspora científica su disposición de ser mentores ad honorem de proyectos a escala local, a lo cual cerca de 400 han respondido positivamente.
Para Cristina Cubero, consultora en transformación y talento, aunque la migración ha sido históricamente una vía de movilidad de capital humano, empujada por la globalización, en este proceso el país pierde capacidad y competencias del talento, además se limita el potencial de investigación e innovación.
“No solo perdemos al talento que migra, sino la oportunidad de desarrollo y transferencia a las nuevas generaciones de científicos, tanto en entornos académicos como laborales”, comentó Cubero.
No obstante, la consultora coincidió en que el ecosistema actual permite moldear los flujos de talento, sin importar el origen o ubicación.
Esta vinculación puede fortalecerse a través de la creación de redes de especialistas, el acercamiento con universidades para preparar a las nuevas generaciones, espacios de transferencia, o convenios entre academia y empresas.
La Coalición Costarricense de Iniciativas de Desarrollo (Cinde) considera que este fenómeno representa una pérdida de conocimiento que Costa Rica podría utilizar a favor. Por ejemplo para crear las capacidades necesarias para identificar, absorber y adaptar nuevas tecnologías o repensar la currícula y la creación de nuevas carreras en las diferentes universidades.
Según los datos de Hipatia, la mayor parte de la diáspora científica reside en EE. UU. (278 personas), seguido de Alemania, España, Países Bajos y Canadá.
En Latinoamérica, el país con más población identificada es Brasil, con 27. También hay presencia de científicos ticos en países menos comunes como Costa de Marfil, Albania o Trinidad y Tobago.
¿Por qué no volver?
Alejandro Tenorio es graduado de Ingeniería Civil y es otro de los científicos ticos en el exterior. Desde inicios de este año vive en una pequeña ciudad de Pensilvania, Estados Unidos, donde realiza un doctorado en Ingeniería de Recursos Hídricos al que le dedicará cinco años.
Aunque apenas inicia sus estudios, ya visualiza las razones por las cuales preferiría quedarse en el exterior. En primer lugar sería el hecho de conseguir un trabajo.
“La realidad con que me he encontrado es que las oportunidades de crecimiento en investigación, al menos en el área que me desarrollo, solo existen en el extranjero”, contó.
Por lo anterior cree que el país carece de las condiciones para considerarlo como opción laboral viable. No obstante, manifestó que le encantaría aportar de vuelta a Costa Rica con su proyecto, enfocado en métodos de medición de ríos.
Bermúdez, desde Reino Unido, fue aún más tajante y detalló varios factores que dificultan su desarrollo profesional en Costa Rica.
Uno es específico de su profesión, pues afirmó que una modificación legal no permite a biólogos especializados ser regentes de laboratorio, tras diferencias gremiales con microbiólogos.
Otro factor es que, en su opinión, las universidades públicas tienen escaso financiamiento para hacer investigación pesada, lo que nos deja muy atrás de Europa. Y, por otra parte, aún está poco posicionada la industria de investigación y desarrollo, conocida como I+D.
Pero también enumeró factores que denominó sistémicos que alejan las ganas de regresar. Por ejemplo, elogió la seguridad en Europa y el hecho de que allá puede tener más garantías laborales, más flexibilidad de horarios y más vacaciones.
Por esa razón, ve poco espacio para su desarrollo profesional luego del doctorado, aunque afirmó que en el país hay optimismo en otras áreas como dispositivos médicos, semiconductores y biotecnología.
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Las tareas pendientes
La capacidad de atracción de talento incluye la articulación de planes y estrategias específicas. En este tema Costa Rica tiene tareas pendientes.
Cubero y Santos señalaron que se deben establecer alianzas público-privadas para proyectos de I+D.
“El país no genera incentivos para empresas que hagan I+D”.
— María Santos, coordinadora de la plataforma Hipatia.
Otro reto es crear condiciones laborales atractivas con planes de desarrollo y crecimiento para estos profesionales científicos, lo que va más allá de la manufactura básica.
También se requieren cambios regulatorios. Por ejemplo, Santos mencionó la necesidad de agilizar la entrega de permisos de trabajo así como la posibilidad de diseñar incentivos como exenciones tributarias.
Cinde manifestó que el país requiere implementar programas migratorios especiales para atraer talento especializado o dirigido a subsidiar el retorno de la diáspora, así como conectar conocimientos y promover enlaces con el ecosistema local, relacionado a la idea de vinculación.
Un punto a favor del país es la coyuntura favorable en el campos de semiconductores, a raíz de los incentivos financieros estadounidenses del Chips Act. La investigadora del PEN considera que puede servir como oportunidad para traer al país talento especializado tico y de otras nacionalidades, mientras se forman estos perfiles a nivel local.
Los científicos ticos consultados también hicieron énfasis en su hambre por hacer I+D, en crear innovaciones dentro del país para el contexto local y en encontrar puestos que combinen conocimiento, experiencia y salario.
Mientras eso sucede, ambos tienen su mirada puesta en un horizonte allende las fronteras costarricenses.
“Volver no está en mis planes actuales, pero cualquier cosa puede pasar en cinco años”, afirmó Tenorio, desde Pensilvania.