El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, habló durante poco más de 20 minutos en su investidura este miércoles 20 de enero en Washington. A continuación, unos pasajes de su discurso.
Las elecciones y la democracia
Es el día de Estados Unidos. Es el día de la democracia, un día de historia y de esperanza, de renovación y resolución (...) Estados Unidos ha sido puesto a prueba una vez más, y Estados Unidos ha respondido al reto.
Hoy celebramos el triunfo no de un candidato, sino de una causa, la causa de la democracia (...) Se ha escuchado la voluntad del pueblo.
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Hemos aprendido otra vez que la democracia es valiosa. La democracia es frágil. Y en este momento, amigos míos, la democracia ha prevalecido.
El asalto al Congreso
Aquí estamos apenas unos días después de que una turba desenfrenada pensara que podría usar la violencia para acallar la voluntad del pueblo, para detener el trabajo de nuestra democracia, para expulsarnos de este terreno sagrado. No sucedió. Nunca sucederá. Ni hoy, ni mañana, nunca.
La pandemia
Poca gente en la historia de nuestra nación se ha enfrentado a un mayor reto o vivido en una época tan desafiante o difícil como la actual. Un virus único en un siglo acosa silenciosamente al país. Se ha cobrado tanta vidas en un año como las que perdió Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial. Millones de personas han perdido su empleo, cientos de miles de negocios han cerrado.
En el trabajo que tenemos por delante, nos vamos a necesitar los unos a los otros. Necesitamos nuestra fortaleza para perseverar durante este invierno oscuro.
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Estamos entrando en la que puede ser la fase más dura y mortífera del virus. Debemos dejar a un lado las ideas políticas y enfrentar esta pandemia como una nación.
Justicia racial
Un clamor por la justicia racial iniciado hace unos 400 años nos mueve. El sueño de una justicia para todos no se aplazará más.
Podemos brindar justicia racial y podemos hacer de Estados Unidos una vez más la fuerza líder para el bien en el mundo.
Sé que las fuerzas que nos dividen son profundas y reales. Pero también sé que no son una novedad. Nuestra historia ha sido una lucha constante entre el ideal estadounidense según el cual todos somos iguales y la dura y fea realidad de que el racismo, el nativismo, el miedo y la demonización nos han separado desde hace mucho tiempo.
Un presidente para todos
La política no tiene que ser un fuego furioso que lo destruye todo a su paso.
Todos los desacuerdos no deben conducir a una guerra total.
A todos los que no nos apoyaron, déjenme decirles esto: Escúchenme mientras avanzamos. Evalúenme a mí y a mi corazón. Si siguen en desacuerdo, que así sea. Eso es la democracia. Eso es Estados Unidos.
El derecho a disentir pacíficamente en los límites de nuestra república es tal vez la mayor fuerza de nuestra nación. Pero escúchenme bien, el desacuerdo no tiene que llevar a la desunión.
Y les prometo algo, seré el presidente de todos los estadounidenses.
Debemos acabar con esta guerra incivil que enfrenta a los rojos (republicanos) contra los azules (demócratas). El campo contra la ciudad, los conservadores contra los liberales.
Podemos hacer eso si abrimos nuestras almas en vez de endurecer nuestros corazones. Si mostramos un poco de tolerancia y humildad.
Verdad y mentiras
Debemos rechazar la cultura en la que los hechos se manipulan e incluso se inventan.
Las últimas semanas y meses nos han enseñado una lección dolorosa: hay verdad y hay mentiras.
Y cada uno de nosotros tiene un deber y una responsabilidad, como ciudadanos, como estadounidenses, y especialmente como líderes, líderes que han prometido honrar nuestra Constitución y proteger nuestra nación, defender la verdad y derrotar las mentiras.