Un país de 51.100 kilómetros cuadrados y con solo cinco millones de habitantes lidera el mercado mundial de la piña. Un exclusivo y dorado fruto posicionó a Costa Rica en el mapa como un productor de alta calidad de un cultivo exótico que llama la atención de los paladares en Norteamérica, Europa y Asia.
Las exportaciones de piña se cuadruplicaron en un periodo de 20 años, desde que la transnacional Fresh Del Monte liberó la patente de una jugosa variedad que se empezó a cultivar en el país y que luego cautivaría los mercados internacionales. Lo hizo al aprovechar el talento nacional y las condiciones climatológicas que convirtieron al terreno costarricense en el epicentro de la explosión internacional de este manjar tropical, según distintas voces expertas consultadas para este reportaje.
“Antes la piña era en su interior blanca y rajaba la lengua, pero todo cambió cuando se comenzó a producir la variedad MD-2 que introdujo Del Monte. Cuando vimos que ahora la fruta era color amarillo dorado y con un sabor dulce nos dimos cuenta de que había mucho potencial,” relata Jorge Sánchez, gerente de la empresa productora y comercializadora de piña Nico Verde.
Con una trayectoria de 18 años en la industria, Sánchez es testigo del dulce sabor que produjo el incremento de las exportaciones de esta fruta. Un éxito que ha transformado el campo y ha posicionado a Costa Rica como potencia piñera.
El recuerdo de las piñas Cayenna Lisa y Champaca —dos variedades iniciales con propiedades menos atractivas— evoca un tiempo pasado, menos halagüeño. La llegada de la variedad MD-2 o “Golden” fue un parteaguas para la industria y catapultó a un pequeño país hacia el liderazgo en la producción de este producto a nivel global.
Para comprender qué fue lo que detonó el boom de la piña en Costa Rica hay que remontarse al inicio de esa piña “dorada” de la que hablaba Sánchez.
Fresh Del Monte, una empresa establecida en 1886 en California, Estados Unidos, es uno de los principales actores en la producción, comercialización y distribución de frutas y verduras frescas. A lo largo de varios años la empresa llevó a cabo un proceso de investigación en un laboratorio de invernadero en la isla Maui, Hawái. El objetivo de esta investigación era desarrollar una variante de fruta que tuviera una mayor aceptación en el mercado y, al mismo tiempo, fuera más resistente a las plagas.
En el transcurso de los ensayos, uno de los brotes de siembra captó la atención debido a su color dorado brillante, en marcado contraste con el amarillo pálido de otras variedades como la Champaca. La “nueva” piña era más dulce, menos ácida y altamente resistente a parásitos y a la pudrición interna. Su cáscara se tornaba de color ámbar soleado cuando estaba madura, mientras que la Champaca se mantenía verde.
Al ver este resultado, los investigadores se dieron cuenta de que tenían en sus manos un producto con mucho potencial. El siguiente paso fue buscar el territorio ideal para aprovecharlo. Ese espacio fue Costa Rica.
“La piña se desarrolla en lugares del trópico y había todo un proceso de investigación en Hawái. Algunos de quienes lideraban esos proyectos de investigación eran costarricenses. Por esa razón es que se define la posibilidad de encontrar lugares en Costa Rica y se logra identificar Buenos Aires de Puntarenas como una zona con las condiciones óptimas para desarrollar la piña”, explica Michael Calderón, director legal regional de Fresh Del Monte.
Así, en 1978. Pineapple Development Corporation (Pindeco) —una subsidiaria de Fresh Del Monte— inició su labor productiva en el país, y con ella el desarrollo de la actividad piñera a gran escala.
Esta llegada coincidió con la adopción costarricense, en los años 1980, de un enfoque de desarrollo que redefiniría la industria agropecuaria: los Programas de Ajuste Estructural (PAEs).
Estos programas abrieron las puertas a una liberalización del comercio exterior y a la promoción de productos no tradicionales. Con el respaldo estatal y un cambio en la mentalidad hacia nuevos cultivos, la piña comenzó a establecerse como protagonista.
Los incentivos del Estado ayudaron a que la piña comenzara a expandirse por el país. En los 70 la producción estaba focalizada en la Zona Sur, pero a partir de los 80 se abrió paso en la Zona Norte. Más recientemente, en los años 2000, se extendió hacia el Caribe.
La tecnología se convirtió en una aliada clave que ayudó a impulsar la productividad y dio origen a complejos industriales destinados a la recolección y empaque de la fruta. Estas acciones transformaron el panorama piñero inicial, que se limitaba a pequeñas porciones de tierra y un consumo localizado.
Cuando Pindeco ya tenía listas sus primeras fincas y cultivos en el país, empezó la producción a gran escala de la variedad Gold Extra Sweet Pineapple. En aquel entonces lo hizo bajo la protección de derechos de propiedad, es decir, ningún productor que no tuviera autorización por parte de esta compañía podía cultivar esta variedad de fruta. Esto es exactamente lo que sucede hoy con la piña rosada.
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“Al inicio, Pindeco escogía solo a ciertas piñeras para entregarles sus semillas para producir la MD-2. Había que firmar contratos de confidencialidad y solo un sector muy exclusivo podía producirla”, recuerda Gema Hurtado, quien vive de la piña desde que tenía 18 años. Ella empezó en este sector en el año 1993, cuando llegó a una piñera a hacer su práctica profesional, y hasta la fecha se desarrolla en la industria de ese cultivo.
Esta protección se terminó en el 2003, cuando la transnacional Del Monte abandonó sus pretensiones sobre los derechos exclusivos de esta variedad de piña y dejó ir la patente que tenía.
“En Pital había muchos tubérculos, ya después del 2000 comenzó a repartirse las semillas de esta variedad de piña por todas partes y así fue como varios terrenos se dedicaron exclusivamente a esta fruta”, agrega Hurtado.
Más actores se sumaron a esta producción y tuvieron acceso a las apetecidas semillas. La piña “dorada” ya causaba furor a nivel mundial, pero la apertura de su uso supondría una nueva revolución, como auguraban las páginas de The Wall Street Journal de entonces.
Según dicha publicación, Del Monte enviaba cartas que advertían a científicos y a otros agricultores que trataban de reproducir su fórmula de que aquello era ilegal, pero los días de advertencias estaban contados.
“La compañía contrató guardias para patrullar sus plantaciones en Costa Rica y vigilarlas 24 horas al día”, relataba un artículo con fecha de octubre de 2003.
Los productores costarricenses iniciaron con la exportación de la variedad de piña denominada Cayenna Lisa en 1986. Posteriormente se continuó con la Champaca y a partir del 2001 con la variedad que le ha dado a Costa Rica un lugar de preferencia a nivel mundial: la Golden.
El 2003 fue un año de mucho crecimiento. Por eso fue necesaria la creación de la Cámara Nacional de Productores y Exportadores de Piña (Canapep) como una organización privada y sin fines de lucro con el objetivo de incentivar a los productores, industrializadores y exportadores de piña a trabajar en apego con las normas ambientales, laborales y sociales del país, así como con las exigidas por organismos internacionales.
“Cada empresa que quiera ser parte de Canapep se le debe hacer un diagnóstico para saber que cumple como mínimo con una calificación de 70% en el cumplimiento de las normas”, explica Abel Chaves, presidente de Canapep.
Con una profesionalización en marcha y un gremio definido, el sector comenzó a tener sus primeros frutos.
Basta con ver las cifras de exportación para notar que, cuando se retiró la patente que protegía a la MD-2 y con un gremio más robusto, la colocación de piña en el extranjero comenzó a generar resultados importantes para Costa Rica. Las exportaciones del producto pasaron de $208,3 millones en 2003 a $1.021,4 millones en 2022, 20 años después de aquel cambio de mercado.
Con ese nivel de exportaciones, el país actualmente se adueña de un 50% del mercado mundial, seguido muy de lejos por países como Filipinas (con un 15%), Países Bajos (8%) y Estados Unidos (4%), según datos del Observatorio de Complejidad Económica (OEC).
La piña es el segundo producto más exportado, por debajo de los insumos médicos, junto con el banano. Ambos son los dos productos agrícolas con un mayor peso para el comercio internacional del país en la actualidad, según los datos del primer cuatrimestre de 2023 recopilados por la Promotora del Comercio Exterior (Procomer).
El banano y la piña ya superan considerablemente las cifras del café. El “grano de oro” fue clave en la Costa Rica poscolonial, pero dejó su trono tras la transformación agrícola de los años 80.
El podio que lidera Costa Rica
La revolución agrícola que generó la piña en Costa Rica es evidente.
Según los datos de la Secretaría Ejecutiva de Planificación Sectorial Agropecuaria (Sepsa), la superficie destinada al cultivo de piña experimentó un crecimiento explosivo: de 2.476 hectáreas en 1984 a más de 40.000 en 2021. Esto significa que en 37 años se otorgó a este cultivo una extensión equivalente a 2.000 veces el Estadio Nacional.
Y esta cantidad de hectáreas podría ser incluso mayor. Estudios como el del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), a través de su iniciativa del sistema de Monitoreo del Cambio de Uso y Cobertura del Suelo en Paisajes Productivos (Mocupp), indican que la cifra realmente podría ser de unas 65.000 hectáreas en 2021 con base en imágenes satelitales de organismos especializados.
Con todos estos recursos el país mantiene su liderazgo en exportaciones; basta con mirar las cifras globales. Al 2021, el comercio mundial de piña alcanzó el valor de $2.260 millones y en este mercado Costa Rica acapara más de la mitad del total.
¿Cómo logró un país pequeño liderar con creces la exportación mundial de piña? Los expertos del sector aseguran que son tres razones: clima, talento humano y las opciones de logística.
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El primer factor que ayudó a la piña dorada a seducir los paladares internacionales fue el clima tropical del país.
“Tenemos de todo. Hay exceso de agua y el promedio de temperaturas permite que el cultivo sea muy estable. El clima hace que crezca de todo y eso hace que haya microorganismos dentro de nuestra biodiversidad que permiten un proceso de simbiosis. Todo, en conjunto, ayuda a producir”, relata Yoriely Villalobos, gerente de comercio de Probio, compañía costarricense dedicada a la producción, empaque y exportación de piña.
Para Villalobos, si bien es cierto que el clima ayuda en gran parte a la producción, el factor que marcó la diferencia en Costa Rica es el talento humano. Ella se dedica a este negocio desde el 2005 y dice que el cambio principal que ha visto en estos años es la profesionalización del sector.
Los productores conocen los tiempos que tardarán sus cosechas y saben cómo estresar correctamente a las plantas para que den sus mejores frutos.
El cultivo de la piña varía entre productores. Normalmente se tarda aproximadamente un año y dos meses para obtener el fruto.
En Probio siembran y a los nueve meses hacen la inducción floral para estresar a las plantas y que de esta manera den las frutas juntas y programadas, según las necesidades que haya de entrega.
Ellos saben que, entre 20 a 22 semanas, ya tienen una producción lista para cargar los contenedores.
“El sector ha cambiado mucho desde que inicié. Las prácticas de cultivo han cambiado y eso hace parte de lo que ha hecho que la piña sea exitosa. Tanto los productores como las fincas se han preocupado por hacer un cultivo más eficiente, más limpio. Existe mucha investigación, desde las fincas grandes hasta productores pequeños”, añade Villalobos.
El protagonista de la historia de la piña en el país, Del Monte, asegura que el estudio y la innovación ayudaron a potenciar este sector, “desde cómo se elige la semilla, la cantidad de plantas por hectárea, las cosechas que se puede obtener de esa planta para que todo esto sea un proceso productivo armonioso y que comercialmente sea factible para llegar al mercado con un producto atractivo”, señala Michael Calderón, de Del Monte.
Los productores de piña consultados por EF coinciden en que el talento costarricense se expandió a medida que la producción cobraba fuerza. El hecho de que los trabajadores se trasladen de una finca a otra fue un factor clave para difundir el conocimiento y las técnicas en distintos cantones e incluso en otros países.
“La explosión de la piña fue primero que todo por la capacidad productiva de la piña (terrenos que eran ocupados por otros cultivos fueron reemplazados por esta fruta), lo segundo fue por la calidad de la piña y lo tercero porque todo lo que aquí se hacía era aplicando ciencia y tecnología”, explicó el presidente de Canapep.
La logística es otro factor que ayudó a florecer esta industria. Los productores relatan que gracias a las diferentes opciones de transporte, la piña llega a los distintos mercados en los plazos necesarios para garantizar la calidad de la fruta.
Además de Estados Unidos y Europa, que son los mercados más populares para la piña, otros países también muestran su interés por la fruta dorada, como es el caso de Rusia y más recientemente de Israel.
En el caso de Unifruit, firma costarricense, comercializa el 80% de su producto a Rusia.
“Una de las estrategias de Unifruit después de la pandemia es enfocarnos en nichos en donde la parte comercial es de bajo riesgo. En los mercados tradicionales como Norteamérica y Europa hay más competencia y hay muchos riesgos adicionales. Logramos identificar el mercado ruso y manejar sus riesgos. Hemos trabajado con clientes leales, responsables, exigentes y entendiendo la cultura se logra hacer una buena relación con los clientes”, explicó Luis Carballo, gerente comercial de Unifruit.
El lado amargo de la historia
Los dulces resultados de las exportaciones de la piña tienen un lado amargo: los severos cuestionamientos ambientales y laborales que se le ha hecho al sector durante estos 45 años.
Dentro del rosario de críticas está el uso intensivo de agroquímicos, como pesticidas y fertilizantes, que suscitaron preocupaciones sobre la contaminación del suelo y el agua. La expansión de las plantaciones de piña ha sido asociada con la deforestación y la pérdida de hábitats naturales que afecta la biodiversidad y la fauna silvestre.
También están las preocupaciones sobre las condiciones laborales en las plantaciones, por cuestiones que van desde los salarios de los trabajadores hasta sus condiciones sanitarias o su seguridad durante las jornadas diarias.
Investigaciones realizadas por el Programa Estado de la Nación (PEN), así como en universidades públicas y organizaciones ambientalistas arrojaron una luz sobre los impactos que conlleva la actividad de los monocultivos, especialmente en lo que respecta a la piña y su relación con el entorno ambiental. Estos estudios han revelado concentraciones considerables de agroquímicos e incluso sustancias prohibidas en el país, algunos presentes en acueductos cercanos a las zonas de producción de piña.
En los casos más recientes, los químicos encontrados fueron clorotalonil, los insecticidas acefato, malatión y metamidofos, y el herbicida butacloro, los cuales están relacionados con matanza de peces en ríos e intoxicaciones de trabajadores.
También se identificó la presencia de plantaciones de piña en las fronteras de áreas protegidas, lo cual genera repercusiones en los ecosistemas locales debido a su proximidad y a las características de estos entornos.
“No contamos en el país con un informe que analice en su conjunto o en su totalidad cuál es el impacto real que se tiene en términos ambientales con respecto a esta actividad. Pero lo que sí es cierto es que cuando hemos hecho alguna aproximación, por ejemplo con el Censo Agropecuario del 2014 para analizar la incorporación de prácticas amigables o sostenibles con el ambiente en las fincas agropecuarias, lo que identificamos es que en promedio la incorporación es baja en la mayoría de fincas y la mayoría de actividades productivas, con algunas excepciones”, afirma Karen Chacón, investigadora del Programa Estado de la Nación (PEN).
La investigadora enfatizó en que se puede identificar que hay algunas fincas que están haciendo esfuerzos importantes, pero en términos generales el sector agropecuario tiene retos importantes en cuanto a alcanzar la sostenibilidad ambiental.
Las denuncias de trabajadores en fincas que sufren de malas condiciones laborales y los informes de organizaciones como Oxfam desde hace ya varios años, hacen parte de una crítica recurrente que se ha conocido a veces como “piña de la discordia”.
“La gente sufre problemas de piel, mareos, gastritis e incluso hay más casos de cáncer. La situación es insoportable”, dijo en 2016 la entonces jefa de la misión de la entidad, Francisca Humbert, cuando publicó una radiografía sobre el caso de este cultivo en el país.
Ante estos señalamientos, los piñeros se sacuden de las críticas y afirman que su producción se profesionalizó y que ahora más que nunca se enfocan en la sostenibilidad.
“Estamos trabajando en desarrollar nuevas técnicas, nuevas variedades, usar biofertilizantes. Nos preocupamos por productos más sostenibles, más amigables, y sobre todo que garanticen que es un producto inocuo y donde se usaron las mejores técnicas de cultivo”, explica Calderón.
Nuevo manjar exclusivo
La historia pareciera repetirse con la exclusiva piña rosada o Pinkglow, debido a que fue Fresh Del Monte la empresa que la desarrolló y que tiene los derechos exclusivos sobre el cultivo.
La piña rosada nació luego de 17 años de investigación (2003-2020). Se trata de una variedad de piña genéticamente modificada (OGM) que la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA) aprobó en 2016 como segura para consumo.
Tal es su atractivo que a nivel internacional influenciadores y celebridades la llaman “joya de la selva costarricense”.
El precio de la unidad de piña rosada en el extranjero oscila entre los $29 y $39 (entre ¢15.500 y ¢21.000, al tipo de cambio actual), según se indica en el sitio web de la empresa. Cada piña ofrece un certificado de autenticidad.
“Son tres años en los que se producen dos cosechas. A hoy ha sido muy bien acogida en los países donde se exporta, son mercados muy exclusivos porque es una piña muy exclusiva. Eso nos ha permitido colocar en el mapa a Costa Rica como el único país que produce piña rosada”, comenta el director legal regional de Fresh Del Monte.
Este atractivo de la fruta peculiar provocó que otros fabricantes intentaran imitar su producción, lo cual podría amenazar la salud de los consumidores y los cultivos, según Del Monte. El fenómeno actual de la piña rosada es similar al que ocurrió antes de 2003 con la MD-2.
La variedad de piña rosé está registrada ante el Departamento de Biotecnología del Servicio Fitosanitario del Estado, y cumple con los requisitos que autoriza la siembra, movilización, exportación, experimentación, multiplicación, transformación en alimentos procesados de la semilla y fruta fresca, de forma exclusiva.
La empresa comenzó en 2003 un proceso de investigación a través de bioingeniería para alterar la genética de la fruta de color amarillo en su interior hasta conseguir que naturalmente creciera con tono rosa.
La clave para lograrlo es el licopeno, compuesto que es un pigmento natural que contienen muchas frutas y verduras de color rojizo.
Fresh Del Monte exporta la piña rosada a mercados como Estados Unidos, Canadá, Emiratos Árabes Unidos, Qatar, Kuwait y Hong Kong.
Su unicidad y precio se debe a que la compañía exporta vía aérea la fruta (solo se traslada a Estados Unidos y Canadá vía marítima) para poder garantizar a los clientes que la fruta llegará fresca y en su mejor momento para ser consumida, subraya Calderón.
El reto de mantener la corona
Costa Rica ya tiene el reconocimiento de ser el principal exportador de piña en el mundo, pero mantener la corona no es del todo sencillo.
Para los próximos años el sector deberá cumplir con una serie de regulaciones que exigen los grandes mercados en cuanto a medidas sanitarias y medioambientales.
El “Pacto Verde Europeo”, por ejemplo, establece objetivos ambiciosos: una reducción del 50% en el uso de pesticidas para el 2030, carbono neutral para el 2050 con énfasis en el uso de madera reforestada y la eliminación de plásticos de un solo uso. Estas fechas y compromisos no son simples certificaciones, sino leyes ineludibles que requieren tiempo y trabajo, según detalla Jorge Sánchez, gerente de Nico Verde.
En esta carrera contra el tiempo, Sánchez señaló que su empresa ya se alinea con las exigencias, y enfatizó en que es necesario que el sector productivo nacional haga lo mismo y trabaje con suficiente anticipación para no quedar rezagados.
En 2023, la rentabilidad del negocio piñero no está bajo cuestionamiento. Los productores y las empresas de comercialización enfatizan que la competencia y los mercados se mantienen estables, a pesar de los aumentos en los costos de materias primas y transporte internacional.
“Tengo un emprendimiento de waffles y trabajo con la piña. Lo que me puedo ganar en tres meses haciendo waffles, lo gano en un solo contenedor de piña”, comparte Gema Hurtado como ejemplo.
El sector de la piña genera 38.000 empleos directos, representa alrededor de un 1,8% del Producto Interno Bruto (PIB) del país y “es un motor de la economía que cada vez más busca cómo mejorar con la técnica y la ciencia para que el país pueda mantenerse como líder”, señala el representante de Canapep.
En los campos costarricenses, un cambio en la paleta de colores y sabores transformó la historia de la piña. Ahora se requiere una serie de esfuerzos adicionales para asegurar la sostenibilidad del producto. A medida en que la demanda de la fruta dorada perdure, se acrecientan las expectativas de consumidores y mercados por cultivos que sean tanto dulces y con buena estética como limpios y ambientalmente responsables. Por ahora Costa Rica es campeón del mundo en exportación de piña, y con buena diferencia. En la industria nadie ignora lo que el país debe hacer para serguirlo siendo.