Cuando faltaban 10 días para la elección, la última encuesta publicada por el Centro de Investigación y Estudios Políticos (CIEP) de la Universidad de Costa Rica (UCR) mostraba un empate técnico entre los dos candidatos presidenciales.
El primero de abril, los números fueron muy distintos. Carlos Alvarado fue elegido como presidente 48 de Costa Rica al conseguir más de 1.290.000 votos. Un 60,6% del total.
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El candidato ganador fue el que en la primera ronda solo consiguió 439.000 votos y logró cruzar a la segunda con apenas un 21,6% del apoyo.
El que casi siempre estuvo de segundo o más abajo en las encuestas, al final logró aglutinar alrededor de su nombre a personajes de partidos tan opuestos como Liberación Nacional y el Frente Amplio. Pero no solo personajes, al final lo que contaron fueron los votos.
Carlos Alvarado no solo ganó con votos con los que no contaba cuando se lanzó como candidato. Su contrincante, Fabricio Alvarado también consiguió un caudal inimaginable al momento de su postulación.
Ambos se beneficiaron de la polarización marcada de la sociedad costarricense que desnudó esta elección, la cual sí tiene que ver con religión, pero también con factores sociales, económicos, de libertades y sentimientos.
Causas de la polarización
A Fabricio lo prefirieron en las costas. El la primera ronda el candidato de Restauración Nacional (PRN) dominó cuatro de las siete provincias del país, siendo tres de estas de la periferia.
En la segunda ronda el panorama cambió un poco. Algunos de los votos en Alajuela y Guanacaste se volcaron a favor del Partido Acción Ciudadana (PAC) pero el PRN volvió a ganar en Puntarenas y Limón.
Esta división de provincias responde a factores económicos y sociales, según Ronald Alfaro, investigador del CIEP. Pero no solo se visualizan a nivel provincial sino que incluso en distritos son visibles.
Por ejemplo, en Goicoechea el distrito de Guadalupe – más céntrico y con mayor nivel de desarrollo– fue dominado por el PAC en ambas rondas. Por el contrario Purral, distrito del mismo cantón y con menores índices de desarrollo fue ganado en ambas rondas por el PRN.
El mismo caso se repite por ejemplo en Tibás con distritos como San Juan (PAC) y León XVIII (PRN).
Estas diferencias marcadas por los niveles socioeconómicos se acompañan de factores religiosos y culturales.
Hay dos matrices culturales grandes en el país, una muy conservadora y otra contraria, según Alberto Rojas de la Escuela Ecuménica de la Universidad Nacional.
La matriz conservadora no había encontrado una forma de manifestación política tan específica como sucedió en esta elección y fue un conjunto de actos encadenados el que la hizo manifestarse.
La reinstauración de la Fertilización In Vitro (FIV), la guerra en contra de la llamada “ideología de género”, la oposición a las guías de afectividad y sexualidad, la marcha pro familia y finalmente el fallo de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (Corte IDH) fueron las chispas para el despertar político de este grupo.
En el lado contrario, el hoy Presidente electo dominó el centro del país y los cantones y distritos con accesos a más servicios y con mayores niveles socioeconómicos desde la primera ronda.
Sin embargo, para la segunda ronda se vio acompañado por la otra matriz de la población señalada por Rojas. No se puede hablar meramente de progresismo, porque en este grupo además de las personas con esa inclinación, entraron todos los que tienen la visión de un Estado más libre.
La amenaza de la restricción hace que este grupo reaccione y se una: el miedo a perder libertades religiosas, morales o de derechos humanos.
Los sentimientos negativos son movilizadores fuertes, ya que activan, hacen reaccionar y movilizan con más fuerza que un sentimiento positivo, según Alfaro.
Esto se refleja en la última encuesta del CIEP. La angustia fue el sentimiento predominante entre los que decían apoyar al PAC, junto con bajos niveles de esperanza y entusiasmo.
Polarización cambiante pero permanente
Cuando una sociedad se polariza, eso se transmite en participación. Se crea una rivalidad y la gente reconecta con la política y busca que su lado gane. Esto es lo que sucedió en esta segunda ronda electoral según el Ronald Alfaro.
La fragmentación creada por esta elección, trascendió el espectro político, polarizando espacios sociales e incluso la vida privada, según señala Argentina Artavia, politóloga de la Universidad de Costa Rica.
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No es la primera vez que pasa en Costa Rica. Un ejemplo claro de polarización política es el vivido por la sociedad después de la Guerra del 48.
Esta confrontación dio origen al sistema de partidos que estuvo vigente y reinante durante más de seis décadas. Otro ejemplo más reciente es la división vivida en torno al Tratado de Libre Comercio entre Estados Unidos, Centroamérica y República Dominicana (TLC).
Para esta elección, las personas que eligieron al Presidente votaron teniendo en cuenta la proyección de Costa Rica como un país diverso y tolerante, según Artavia.
Como reto surge la necesidad de entender la nueva forma de hacer política y trascender del hecho de que solo un partido en gobierno es el llamado a resolver todos los problemas es uno de los principales para la politóloga.
Aunado a esto es necesario un diálogo nacional en el que se busque la comprensión mutua entre los sectores.