En un primer intento de acuerdo para intensificar el combate contra el calentamiento global, la COP26 llamó el miércoles a los países a revisar sus objetivos de reducción de emisiones a finales de 2022, tres años antes de lo previsto.
Se trata de un primer borrador de declaración final, que evolucionará a medida que los ministros trabajen hacia la conclusión de la conferencia este fin de semana, pero pide a los casi 200 países participantes "revisar y fortalecer" sus planes de descarbonización para el próximo año.
Y subraya que limitar a +1,5 ºC el calentamiento a finales de este siglo respecto a la era preindustrial "requiere una acción significativa y efectiva por parte de todas las partes en esta década crítica".
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Según un mecanismo establecido en 2015, los países deben revisar sus objetivos cada cinco años, la próxima vez en 2025.
Pero, desde su llegada a Glasgow, las naciones más vulnerables insistieron en que las revisiones se hagan anualmente.
El primer texto no parece satisfacer plenamente ni a los países ricos ni a los pobres lo que, en términos diplomáticos, podría paradójicamente significar posibilidades de éxito, aunque con innevitables modificaciones.
El primer ministro británico y anfitrión de la conferencia, Boris Johnson, vuelve a Glasgow el miércoles para hacer balance de los progresos.
En el Acuerdo de París de 2015, los países se comprometieron a actuar para limitar el calentamiento por debajo de +2 ºC, idealmente a +1,5 ºC.
Ahora la COP26, organizada en la ciudad escocesa de Glasgow del 31 de octubre el 12 de noviembre, aunque seguramente se alargue, debe acordar cómo lograrlo para evitar las devastadoras catástrofes naturales que implica cada décima de grado adicional.
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Las emisiones de gases de efecto invernadero desde la Revolución Industrial ya provocaron un aumento de la temperatura de +1,1 ºC y sus caóticas consecuencias, incluidas sequías e inundaciones, no harán más que agravarse provocando el surgimiento de millones de refugiados climáticos, advierten los expertos.
Los compromisos para 2030 con que los países llegaron a Glasgow dejaban a la Tierra en la vía de un "catastrófico" calentamiento de +2,7 ºC. O, en el mejor de los casos, de +2,2 ºC, según los cálculos.
En su primera semana, la COP26 vio un alud de pomposos anuncios.
Países como Brasil, Argentina e India reforzaron sus objetivos de reducción de emisiones.
Un centenar de naciones se comprometieron a cesar la deforestación en 2030, y otros tantos a emitir un 30% menos de metano, gas con 80 veces más efecto invernadero que el CO2.
Pero el martes el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) actualizó su estimación y determinó que aún así el planeta sigue encaminado a +2,7°C, o como mucho +2,1°C.
En una mención explícita sin precedentes en anteriores conferencias climáticas, el texto pide también a los países que "aceleren la eliminación del carbón y de las subvenciones a los combustibles fósiles", hidrocarburos incluidos.
"No menciona el abandono del petróleo y el gas, pero sigue siendo un paso adelante aunque hay muy pocas posibilidades de que esto no se mantenga en el texto final", consideró Lola Vallejo, directora del programa climático del Instituto de Desarrollo Sostenible y Relaciones Internacionales (IDDRI) de París.
Pero para Jennifer Morgan, directora ejecutiva de Greenpeace International, este borrador solo “es un acuerdo para que todos crucemos los dedos y esperemos lo mejor”. “Es una petición educada de que los países quizás, posiblemente, hagan más el año que viene”, afirmó.
Por su parte, Mohamed Adow, director del grupo de reflexión medioambientalista Powershift Africa, lamentó que el texto recoja "muy poco" de las demandas de los países vulnerables en materia de ayudas para adaptarse al cambio climático y hacer frente a las pérdidas y daños ya sufridos.
Gran reclamación de las naciones en desarrollo, “ni siquiera se menciona el plazo para la entrega de los $100.000 millones de financiación”, subrayó en referencia a una promesa de ayuda anual hecha en 2009 pero que en 2021 sigue sin cumplirse.
Sí pide a los donantes que dupliquen la cantidad de dinero destinada a la “adaptación” a los efectos del cambio climático, que actualmente solo representa una cuarta parte de esa ayuda, frente al 75% destinado a la reducción de emisiones. Los países en desarrollo exigen al menos paridad entre ambos aspectos.