La esperanza de vida es uno de los parámetros para medir el desarrollo humano y la calidad de vida de las sociedades modernas.
Los humanos están viviendo cada vez más tiempo debido, en parte, al avance de la medicina, una mayor cobertura de los sistemas de salud y condiciones más favorables del entorno.
No obstante, esos factores se presentan de forma distinta en cada país, lo que genera desigualdad en la esperanza de vida: los japoneses llegan, en promedio, hasta los 87 años; mientras en países africanos como Lesoto, Somalia o la República Centroafricana las personas tienen una expectativa ligeramente mayor a los 50 años.
LEA MÁS: El Guarco, Heredia y Zarcero encabezan la lista de los cantones con más desigualdad
Esas diferencias también se plasman entre los cantones de Costa Rica, según lo recoge el más reciente Atlas de Desarrollo Humano Cantonal 2022, elaborado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y presentado este mes.
El Índice de Desarrollo Humano (IDH) cantonal se construye con tres componentes. Uno de ellos es el de vida larga y saludable, que se mide a través de la esperanza de vida. Los otros son la educación y el nivel de vida digno.
El estudio se construyó con datos del 2020, por lo que sus resultados reflejan la situación de los 82 cantones en ese momento.
¿Dónde se vive más y menos?
A diferencia de otros indicadores, la esperanza de vida es un elemento más homogéneo entre los distintos territorios del país. Eso quiere decir que, a pesar de que existen brechas, existe más igualdad en comparación con otros aspectos como el ingreso económico o la pobreza.
Tanto en los primeros como los últimos lugares se mezclan cantones rurales, fronterizos y del Gran Área Metropolitana (GAM).
Los cantones donde más se vive, en promedio, son tres: Montes de Oca, Guatuso y Río Cuarto. Sus habitantes tienen una expectativa de 85 años. Le siguen muy de cerca San Mateo y Nandayure, con solo unas décimas menos.
LEA MÁS: ¿Cuál es el cantón con mejor desarrollo humano de Costa Rica? Esta es la lista de los 82 municipios
Entre los primeros 10 lugares destacan cinco municipios que pertenecen a la provincia de Alajuela, cuatro son de San José y uno de Guanacaste.
En la otra cara, hay tres cantones que marcan un rezago más notable del resto de localidades. En Matina se llega a los 75,9 años, los pobladores de Dota viven, en promedio, 75,7 años, pero los que menos expectativa tienen son los talamanqueños, con 74,6 años.
Entre los últimos lugares también se ven cantones metropolitanos como Aserrí o Alajuelita.
Los cantones más desarrollados del país no están necesariamente entre los que más sobresalen en este indicador en específico. Santa Ana, el que presenta el mayor desarrollo humano, está en la casilla 11, con 82,7 años; pero Escazú se encuentra en el lugar 31, con 81,7.
Belén, por su parte, está mejor situada en el puesto 13, donde sus habitantes viven 82,6 años.
LEA MÁS: Estos son los cantones con mayor y menor PIB en Costa Rica
Montes de Oca es el cantón que más se ha sostenido en esa primera posición. Desde 2016, su expectativa de vida no baja de los 85 años. Igual estadística mantiene Río Cuarto desde 2019, cuando se incluyó en el índice luego de ser declarado cantón.
Mientras tanto, Dota es el municipio que más veces ha estado en el último lugar. Excepto en 2011, 2015 y 2018, el resto de años ese cantón de la Zona de Los Santos ha tenido una esperanza de vida inferior a 80 años, con el punto más bajo en 2010 cuando registró 73,3.
En 2020, buena parte de los municipios tuvo un retroceso en la expectativa de vida, pues el covid-19 ocasionó la muerte de decenas de personas de distintas edades.
No obstante, la línea histórica deja ver avances y caídas en algunos cantones. Coronado, por ejemplo, aumentó su esperanza de vida en tres años desde los 78,5 en 2010 a los 81,3 en 2020. En Orotina, este número creció de 78,3 a 81,4 en ese mismo periodo.
En Sarapiquí, por el contrario, cayó de 84,7 a 80,7, una disminución de cuatro años. Similar tendencia ha tenido Talamanca, donde pasó de 80,8 años en 2010 a 74,6 una década después, lo que representa una caída más pronunciada de seis años.