Quienes se identifican con el discurso y actuar del presidente de la República, Rodrigo Chaves, forman parte de un grupo popularmente llamado “chavismo”. El apellido del mandatario se utiliza como estandarte para manifestar el respaldo al gobernante.
Aunque el apoyo al presidente disminuyó en nueve puntos porcentuales (p.p.), aún se mantiene por encima del 50%, según la última encuesta del Centro de Investigación y Estudios Políticos (CIEP), de la Universidad de Costa Rica (UCR). Ese rendimiento supera al de sus antecesores en el tercer año de gobierno: Laura Chinchilla 14,3%, Luis Guillermo Solís 28,7% y Carlos Alvarado 18%, todos con corte a abril.
LEA MÁS: Democracia en Costa Rica: un futuro con desinterés ciudadano y la amenaza del populismo
Dichos resultados contrastan con las votaciones en las que ganó a través de un apoyo real del 29,5% del padrón electoral. Es decir, menos de la mitad del país eligió al encargado de liderar el gobierno.
Los simpatizantes representan un movimiento personalista. La ideología —el qué se entiende por chavismo— no termina de concretarse más allá de una identificación con un líder y los vaivenes dominan los intentos de formar un partido político concreto: la agrupación que los llevó a las urnas ya no es del agrado del presidente y otras organizaciones nacieron para acoger a los chavistas.
Para que el chavismo se consolide como un movimiento social y político debe cumplir con ciertas características, como convertirse en un actor político, gobernar en más de una administración, contar con ideología clara y con una base social estructurada. Así lo indicaron los politólogos Ronald Alfaro, investigador y coordinador del CIEP, y Constantino Urcuyo.
LEA MÁS: Sala Constitucional condena al Estado por acciones del gobierno en contra de tres periodistas
Las elecciones del próximo año serán clave para determinar si el movimiento detrás del chavismo responde únicamente al personalismo o ya constituye un movimiento social. De momento, pareciera estar en etapa de gestación.
Gestación
“Uno no puede negar que el chavismo es un movimiento que está a prueba de sobrevivir”, comentó Alfaro.
El chavismo intenta formarse para trascender y convertirse en un actor político en la sociedad como agrupación. Para lograrlo requeriría más de una administración; asimismo, debe convertirse en la oposición fuerte del gobierno electo en caso de que no logren mantenerse en la silla presidencial.
Contrario al calderonismo o al figuerismo —que se mantuvieron como movimiento político por años, y cuya existencia actual no es motivo de análisis en este artículo—, el chavismo aún no traza una línea ideológica y de valores con la cual se pueda identificar.
Lo que sí tienen determinado es un estilo confrontativo y un líder que cuenta con la admiración y respaldo de un grupo de personas. Esas dos características son las que empiezan a darle forma a un posible movimiento social y político.
El llamado que hizo el mandatario a una “transformación profunda” del país alimenta la admiración entre sus seguidores, quienes desconfían del sistema político costarricense. Además, la fuerte crítica que lanza Chaves hacia los demás Poderes de la República y la institucionalidad pareciera ser del agrado de sus simpatizantes, probablemente con una alta dosis de desencanto hacia los actores de la política tradicional.

Lo que necesita para nacer
La consolidación de un movimiento político se enfrenta al desinterés de los ciudadanos hacia estos temas. El 87% de los costarricenses no tiene simpatía partidaria, según el último informe del CIEP-UCR.
Ese será uno de los retos del chavismo: pertenecer a un único partido que los agrupe y gane la confianza de los electores. Esta ha sido una tarea complicada durante los tres años de gobierno de Rodrigo Chaves, ya que inició con el Partido Progreso Social Democrático (PPSD) y se desvinculó del mismo durante su mandato; luego apareció la agrupación Aquí Costa Rica Manda, sin mayor éxito, y ahora el Partido Pueblo Soberano (PPSO) intenta dar continuidad a las políticas del presidente.
“Chaves y su movimiento carecen de una visión estratégica de largo plazo. Lo que hacen esas visiones es que aglutinan a las fuerzas políticas y a los sectores sociales; pero en este momento eso no existe”, señaló Urcuyo.
Los movimientos políticos avanzan en su consolidación a través de sus objetivos claros. Dos ejemplos de esto se plasman en la visión de reforma social del calderonismo y en la visión de oposición y desarrollo del aparato del Estado que le dio vida al figuerismo.
Estos dos movimientos lograron sobrevivir a la ausencia de sus fundadores. El apoyo no era únicamente personalista, sino a las ideas, los colores y las luchas sociales que defendieron.
Estas ideas llevaron a la presidencia, en más de una ocasión, al candidato de cada partido. Sin embargo, el éxito del chavismo no se debe medir solamente con una futura victoria electoral, ya que la historia reciente demostró que con dos administraciones seguidas el Partido Acción Ciudadana (PAC) no logró consolidar un movimiento social ni político y más bien quedó ausente de cualquier puesto de poder para el periodo 2022-2026.
“Los chavistas primero tienen que dar el paso como actores orgánicos. Después tienen que constituirse en algo que no han sido hasta ahora: formar cuadros (equipos) para cumplir objetivos”, dijo Alfaro.
Si los movimientos se centran únicamente en el personalismo se arriesgan a repetir la historia de los expresidentes Otilio Ulate y Rodrigo Carazo, quienes llegaron a la silla presidencial por medio de un partido político nuevo que se enfocó en el líder y no se mantuvo en el tiempo.
¿Qué es el chavismo en este momento?
El chavismo existe como grupo de seguidores afín a Rodrigo Chaves. Aún falta el nacimiento y desarrollo del movimiento con una base social estructurada, lo cual puede demorarse unos años más.
Urcuyo comparó al chavismo con el cesarismo. “Es una forma del ejercicio del poder caracterizado por la concentración de autoridad en una sola persona, a menudo con rasgos autoritarios, populistas y autocráticos”.
Lo que hoy se conoce como chavismo se pondrá a prueba en las próximas elecciones de 2026, en medio de la crisis de partidos que experimenta el país. Los resultados determinarán si existe una identidad real no solo con el líder, sino con el partido que logren consolidar; pero esa identificación se fortalece junto a una ideología clara que de momento no se conoce.