Costa Rica inició un proceso de transformación económica durante las últimas décadas del siglo pasado. Poco a poco, el país pasó de centrarse en la producción agrícola a enfocarse en el fomento de las exportaciones y la atracción de inversión extranjera directa. Este cambio traspasó transversalmente a Guanacaste, una provincia de tradición agropecuaria y pesquera, pero que al mismo tiempo estaba llena de playas, manglares y bosques preciados.
El papel guanacasteco en este proceso se dibujó desde los años 1980. Por aquel entonces se iniciaron las gestiones legales para desarrollar el Polo Turístico del Golfo de Papagayo, en donde se generaron las condiciones necesarias para la atracción de grandes cadenas hoteleras.
A partir de los 1990, la agricultura de monocultivos a gran escalase vio remplazada como punta de lanza de la economía costarricense y guanacasteca por la atracción de turistas y rentistas con alto poder adquisitivo.
La transformación generó riqueza, innegablemente. El Banco Central (BCCR) estima que el turismo generó ingresos de divisas por $4.751,2 millones en 2023: unas 14 veces el valor de las exportaciones de café, antiguo motor de la economía costarricense. Esa proporción se duplicó en los últimos 20 años y la brecha sigue creciendo cada día.
Sin embargo, investigadores dudan de que ese boom turístico haya logrado sus promesas de reducir los rezagos productivos, económicos y sociales en Guanacaste y otras regiones fuera de la GAM. Por un lado, el desarrollo turístico se concentra principalmente en las costas y no cubre a todas las regiones de la provincia. Por otro, sus réditos parecen trasladarse mayoritariamente a inversionistas privados y no a las comunidades receptoras de los grandes proyectos inmobiliarios e industriales.
Alto turismo, baja repercusión
El salto turístico en Guanacaste se evidencia en múltiples estadísticas.
Por ejemplo, según datos del Colegio Federado de Ingenieros y Arquitectos (CFIA), Santa Cruz es el cantón que ha experimentado un mayor crecimiento en la tramitación de permisos para la construcción de proyectos residenciales (por metros cuadrados) durante los últimos 10 años.
Además, están los registros de llegadas internacionales por la vía aérea. Hace solo 15 años, las llegadas al Aeropuerto Daniel Oduber, de Liberia, apenas superaban las 200.000 visitas anuales: menos de una quinta parte de las que acumulaba el Aeropuerto Juan Santamaría. Sin embargo, el número de registros del aeropuerto liberiano casi se cuadruplicó desde entonces y ahora representa más del 45% de las llegadas que recibe el principal aeropuerto del país, en Alajuela.
Asimismo, la provincia guanacasteca superó desde 2010 a San José como la provincia con una mayor cantidad de habitaciones turísticas, tanto regulares como de lujo, según los registros del Instituto Costarricense de Turismo (ICT).
No cabe sitio para la duda. La transformación llegó.
Pero este avance no se ha logrado trasladar del todo a los principales indicadores socioeconómicos de la provincia guanacasteca.
Si bien el ingreso promedio de los hogares en la región Chorotega ha aumentado a un ritmo superior que en el resto del territorio costarricense desde 2010, la tasa de desempleo en la zona se ha mantenido por encima del promedio nacional (hoy es 3 puntos porcentuales mayor y solo superada por la de la región Brunca).
Los números de pobreza se han reducido (la tasa de la región Chorotega se estimaba por encima del 35% hace 30 años, pero ahora se ubica en un 27,6%); sin embargo, siguen siendo sustancialmente más altos que el promedio nacional y de la zona central del país, que a su vez concentra la mayor parte de la producción nacional.
Parece extraño, pero no lo es tanto, según el coordinador del Observatorio de Turismo, Migraciones y Desarrollo Sostenible de la Región Chorotega de la Universidad Nacional (Obtur-UNA), Esteban Barboza. Desde su punto de vista, la situación se explica porque el modelo económico establecido en Guanacaste se ha centrado en la atracción de capitales privados extranjeros, sin que necesariamente se haya pensado en los intereses de la economía local, más allá de como una fuente de mano de obra (muchas veces solo temporal o parcial) para la construcción de desarrollos inmobiliarios y la posterior atención de clientes.
Silvia Zúñiga, investigadora del Centro Mesoamericano de Desarrollo Sostenible del Trópico Seco (Cemede) de la UNA, agregó que la actividad turística predomina en las playas, pero no se trata de un sector igual de pujante en todas las muy distintas zonas de la región Chorotega.
Más allá del turismo
Lejos del foco turístico, se han hecho esfuerzos para llevar otros tipos de industria a la zona, aunque aparentemente resultan insuficientes.
Una de las principales movidas fue el traslado de la planta de Coca Cola en Costa Rica de San José a Liberia, cuyo costo se estimó en unos $140 millones, en marzo de 2022.
Este traslado le permitió la empresa aumentar su volumen de producción y ya se refleja en las cifras de exportaciones de bienes guanacastecas, cuyo valor aumentó de $188 millones en 2020 a $1.031 millones dos años después. El crecimiento exponencial cobra sentido si se toma en cuenta que la empresa de bebidas es el principal exportador de la industria alimentaria en Costa Rica y el tercero en términos generales.
Además de esta inversión, otros grandes proyectos se buscan asentar en la zona. Por ejemplo, el proyecto inmobiliario Nya, también en Liberia, que incluye etapas residenciales y comerciales, pero también cuenta con permisos medioambientales para albergar una zona franca.
Sin embargo, Guanacaste no termina de despegar como el polo de desarrollo prometido fuera de la GAM.
Aunque sus indicadores macroeconómicos son ligeramente mejores que los del resto de regiones productivas de la periferia en el país, la generación de riqueza es dispar entre regiones y no es tan claro que se traduzca en mejores condiciones de vida para la población local. En algunos casos, como los de las comunidades cercanas a grandes clubes u hoteles, más bien dificulta su acceso a las playas o al recurso hídrico, esenciales para algunas de sus actividades económicas principales.
Según concluyó el académico Edgar Blanco, del Centro de Investigaciones Históricas de América Central de la Universidad de Costa Rica (CIHAC-UCR) en un reciente artículo académico sobre el auge turístico en Guanacaste, hay dos factores que podrían explicar por qué las condiciones de la mayoría de la población no mejoran tan significativamente como muchas personas esperarían.
Por un lado, las ganancias de las actividades económicas no se trasladan en mayor medida a las poblaciones que las acogen, a través de empleo altamente remunerado o de cánones en favor suyo. Por otro, Guanacaste va más allá de sus costas y “a pesar del significativo desarrollo turístico alcanzado, este se ha concentrado en solo una parte de las costas de tres de los once cantones que conforman la provincia”.
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Esta publicación es parte del especial 200 Años Anexión Nicoya de ‘El Financiero’. Cliquee aquí para consultar todos los reportajes y artículos.