La recesión mundial causada por la pandemia podría trastocar duraderamente los circuitos migratorios, en particular la migración económica hacia los países ricos.
Lo que sí podría aumentar, sin embargo, son las solicitudes de asilo.
El cierre de fronteras ha sido una respuesta inmediata y casi unánime a la crisis sanitaria en los países desarrollados, llevando a una caída drástica de la inmigración, en particular en Europa.
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No parece que el desconfinamiento progresivo del planeta suponga una recuperación del flujo migratorio como antes del covid-19, estima la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE).
Sobre todo, porque la "vuelta a la normalidad", en particular en lo que respecta a la migración por razones de trabajo, va a tomar otros derroteros.
La OCDE teme que las personas sean “ineligibles” para una visa de trabajo debido a la situación del mercado.
Las empresas dejarán de contratar y muchas optarán por el teletrabajo, desde el país de origen.
En el contexto de una recesión económica severa podrían reducirse las necesidades de reclutamiento a nivel internacional.
También se vería afectado el apoyo a una política migratoria proactiva.
Peor que en 2008
“La magnitud del impacto en términos de flujos migratorios será más importante que en la crisis económica de 2008, cuando hubo una caída drástica de las migraciones intraeuropeas”, compara Jean-Christophe Dumont, jefe de la división Migraciones de la OCDE.
Esa caída se prolongó en 2009 y 2010.
“Con el COVID-19, todo se ha multiplicado. La magnitud de la crisis es sin duda mayor. No me sorprendería que haya una caída del 30% al 40% en 2020″, explica Dumont. "Para los próximos años, todo depende de la recuperación económica, pero todas las señales están en rojo”.
Por año la inmigración laboral afecta a unas 600.000 personas que no son originarias de la Unión Europea.
La Oficina Europea de Apoyo al Asilo (EASO) anunció este 11 de junio que la demanda de solicitudes de asilo cayó en abril el 87%, el nivel más bajo desde 2008.
En abril se registraron 8.730 solicitudes de asilo en los países de la Unión Europea, Noruega y Suiza, anunció la institución.
Se prevé, no obstante, que la demanda aumente en los próximos meses.
La inseguridad en Oriente Medio, las “consecuencias directas” del coronavirus o la extrema precariedad alimentaria en otras regiones serán los motores de las “nuevas demandas” en los próximos meses.
"Uno no impide lo otro", observa Matthieu Tardis, investigador sobre migraciones en el Instituto Francés de Relaciones Internacionales.
Tardis dijo que se habla de una posible recuperación en materia de asilo después del confinamiento.
“Es todavía pronto para decirlo”, agregó. "Las consecuencias directas están ahí: actualmente hay muy pocas llegadas, las fronteras exteriores de la UE están cerradas, incluso para las personas necesitadas de protección internacional. Pero hay países que han aprovechado para restringir el acceso al asilo”.
Presión migratoria
Cabe esperar una mayor presión migratoria, una diferencia entre las opciones legales a la inmigración y las intenciones de migrar.
Más allá del flujo, las enseñanzas de crisis anteriores hacen temer efectos “desproporcionados", duraderos y negativos sobre la integración de los inmigrantes, adviertió la OCDE.
Debilitados por la pandemia, los migrantes ven una segunda espada de Damocles: la congestión administrativa de los expedientes en espera, congelación de los procedimientos de reinstalación en Europa, y regularización por el trabajo paralizado por empresas que han dejado de contratar.
Pese a las proyecciones, la crisis sanitaria habrá permitido sacar “una verdadera lección”.
“No se pueden cerrar las fronteras completamente", advierte Dumont. "Hay familias que viven a un lado y otro de las fronteras, compromisos humanitarios, necesidades de mano de obra en sectores a los que, incluso en tiempos de crisis, nadie quiere ir. Por lo que se hacen excepciones rápidamente. La migración es parte de lo que somos en tanto que sociedad”.