El largo combate para acabar con la pandemia mundial del COVID-19 tiene dos armas, las vacunas, utilizadas masivamente, y los tratamientos médicos, mucho menos divulgados hasta ahora.
Píldoras mágicas
Es el sueño de pacientes, médicos y responsables sanitarios y políticos: una píldora que permita yugular el COVID después de dar positivo en un test.
Los tratamientos más avanzados hasta ahora son el molnupiravir del laboratorio Merck/MSD (comercializado bajo el nombre de Lagevrio) y el Paxlovid de Pfizer. Son fármacos antivirales, que disminuyen la capacidad del virus de reproducirse, y frenan así la enfermedad.
El Lagevrio ha sido aprobado de forma urgente en la Unión Europea, y está en proceso de autorización en Estados Unidos.
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Sin embargo, los resultados completos del ensayo clínico realizado por Merck/MSD, divulgados el 26 de noviembre, muestran que su eficacia es muy inferior a lo que se había anunciado previamente.
Según esos resultados completos, el medicamento reduce en un 30% (y no en la mitad como se creía inicialmente) el porcentaje de hospitalizaciones y decesos entre los pacientes que tomaron la píldora poco después de la infección.
También surgen preguntas sobre la seguridad sanitaria de esos medicamentos, ya que su uso podría favorecer teóricamente la aparición de variantes del virus o provocar efectos cancerígenos. Esos riesgos sin embargo son considerados bajos por los expertos estadounidenses.
Las autoridades sanitarias europeas y estadounidenses examinan igualmente los datos del Paxlovid (basado en parte sobre el ritonavir, un medicamento creado contra el VIH).
Ambos medicamentos parecen por el momento eficaces respecto a las variantes del COVID-19 y los especialistas creen que podrían combatir perfectamente la última aparición, la mutación conocida como ómicron.
Anticuerpos de síntesis
Esos medicamentos, de gran complejidad, no podrán ser utilizados de forma masiva, ya que su precio es elevado.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda el Ronapreve para los pacientes de la tercera edad o con un sistema inmunitario deficiente. El medicamento fue creado por Regeneron y el laboratorio Roche y cada dosis, según estimaciones de oenegés, cuesta unos 2.000 dólares.
Este medicamento combina dos anticuerpos de síntesis, conocidos como "monoclonales", el casirivimab y el imdevimab, y es administrado mediante una sola inyección intravenosa.
En el caso de estos medicamentos, la aparición constante de variantes sí parece plantear un problema, debido a la manera en la que fueron creados.
Regeneron reconoció el 30 de noviembre que la eficacia de sus anticuerpos de síntesis podría verse disminuida ante la variante ómicron.
La OMS recomienda otros anticuerpos monoclonales para los enfermos más graves, el tocilizumab (vendido bajo el nombre Actemra o RoActemra por el laboratorio Roche) y el sarilumab (vendido bajo el nombre Kevzara por parte de Sanofi).
Según la OMS, esos dos medicamentos inmunodepresores deben ser administrados conjuntamente con corticoides.
Corticoides
Fue el primer tratamiento oficialmente recomendado por la OMS, en septiembre de 2020, únicamente para los enfermos más graves.
La OMS recomienda, a partir de todos los datos disponibles, "la administración sistemática de corticoides" a los pacientes con COVID "severo o crítico".
Entre algunos pacientes el tratamiento reduce la mortalidad y también la probabilidad de necesitar un respirador artificial, según la OMS, ya que reduce la inflamación.
¿Y los países pobres?
Vacunas y tratamientos tienen como mínimo un punto en común: los países pobres son realmente los últimos en recibirlos.
Según una estimación de la oenegé Médicos Sin Fronteras (MSF), un tratamiento de algunos días a base de Lagevrio o Paxlovid en los países desarrollados puede costar unos 700 dólares por paciente.
Tanto Pfizer como Merck han firmado acuerdos de licencia voluntarios para facilitar la difusión del Lagevrio y del Paxlovid en los países en vías de desarrollo, una vez reciban la autorización formal.