La finca El Encanto, enclavada en una montaña en el centro de Honduras, trabaja con la mitad de los recolectores de café que necesita por la migración de miles de personas a Estados Unidos.
El drama se repite en toda Centroamérica, donde ante la escasez de gente para la cosecha los cafetaleros ven caer al suelo los frutos y sus ingresos.
En Siguatepeque, 90 kilómetros al norte de Tegucigalpa, el dueño de El Encanto, Selvin Márquez, sembró las cinco hectáreas de la finca. Tiene 20 recolectores en lugar de los 40 del año pasado.
"Muchas de nuestras personas que se han dedicado a recolectar el café se van para Estados Unidos, para otros países, por falta de oportunidades", se lamenta el hombre, de 34 años.
Los "cortadores" llevan un recipiente de plástico atado a la cintura. El frondoso follaje mitiga los abrasadores rayos del sol.
Entre ellos está José Samuel Hernández, de 34 años. Trabaja junto a su mujer, Esly Mejía, de 24; su cuñada Gleny, de 20, y la hija de la pareja, Alexa, de dos años.
Cada mano cuenta, hasta las pequeñas de Alexa, que abrazada a un polvoriento oso de peluche a ratos juega y otros ayuda cortando granos de las ramas más bajas.
La familia cortó 182 kilos en ocho horas y recibió 10 centavos de dólar por kilo.
“La canasta básica está muy alta, está sobrepasando los 14.000 lempiras ($567 al mes)”, por lo que el ingreso es “insuficiente”, expresa a la AFP José Samuel Hernández. Guardia de seguridad, aprovechó el día libre en su otro trabajo —donde devenga $429 mensuales— para sumarse a su familia en la finca.
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Las autoridades de Honduras estiman que un millar de sus 9,5 millones habitantes se marchan cada día rumbo a Estados Unidos para escapar de la pobreza y la violencia criminal.
La migración de hondureños "afecta de manera doble" la producción y la recolección, afirma Oscar Márquez, de 36 años, hermano de Selvin.
"Los que se van dejan de cortar nuestro café y los que se quedan" también, porque viven de remesas del exterior, sostiene.
En Honduras, el séptimo productor mundial según fuentes del sector, hay 250.000 hectáreas de café repartidas entre más de 100.000 productores.
Su cultivo genera un millón de empleos y cerca del 38% del PIB agrícola, según el Instituto Hondureño del Café.
En la temporada 2021-2022, el país exportó $1.400 millones.
En el Valle Central de Costa Rica, en la localidad de Birrí, 37 kilómetros al norte de San José, la finca Hersaca Tres Marías sufre la misma suerte: una drástica reducción de trabajadores nicaragüenses —el grueso de su mano de obra— que se marcharon a Estados Unidos.
Muchos eran trabajadores temporales, que tras la cosecha volvían a Nicaragua. Pero tras las protestas de 2018 duramente reprimidas por el gobierno de Daniel Ortega, se agudizó el éxodo.
Managua no divulga cifras de emigrados, pero más de 164.000 nicaragüenses fueron interceptados por las autoridades estadounidenses al entrar de manera irregular en el año fiscal 2022, tres veces más que el periodo anterior.
En las dos hectáreas de Hersaca Tres Marías, las manos del nicaragüense Nicolás Torres, curtidas y ennegrecidas a sus 70 años, acarician sin parar las matas colmadas de granos.
"He crecido dentro del café", dice sin parar de recolectar. "Este ha sido uno de mis trabajos buenos que he hecho siempre".
En Nicaragua "hay una descomposición social y en el ámbito político", sostiene Torres. "El gobierno a veces no nos permite a todos los nicaragüenses trabajar libremente, (hay) bastante presión en el país y eso nos hace emigrar".
En Costa Rica hay casi 94.000 hectáreas de plantaciones de café, que emplean a unos 25.000 recolectores, mayoritariamente nicaragüenses pero también panameños y costarricenses, según Bilbia González, subdirectora ejecutiva del Instituto del Café de Costa Rica.
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Indica que “la mano de obra recolectora migrante (...), nicaragüense, es sumamente importante” para Costa Rica, que en la temporada 2021-2022 exportó $337,8 millones en café.
"Gente nicaragüense (llega) muy poco, se han ido para Estados Unidos, llegan muy poco este año. El año antepasado tenía 70 peones y este año he tenido 50", explica el encargado de Hersaca Tres Marías, Geovanny Montero.
Por la reducción de la mano de obra y las lluvias que maduraron con premura el fruto, Montero prevé una pérdida del 5% de su cosecha.
"Eso es mucha plata", se lamenta mientras muestra los granos caídos y perdidos, al aclarar que hasta que no termine la cosecha no pueden cuantificar esas pérdidas.
Fernando Porras, encargado de Coopelibertad, la cooperativa que compra la producción de la finca, comenta que está terminando la cosecha "con la poquita gente" que tienen aún. El pago es de unos 15 centavos de dólar por kilo.
Este año, la cosecha que solía hacerse en dos días demora una semana.
"Nos ha costado mucho", dice Porras. "Tenemos que andar corriendo con el café", agrega resignado.