Miguel Guillén, de 46 años, es el nuevo secretario general del Partido Liberación Nacional (PLN). Es un liberacionista con unas tres décadas de militancia y un viejo amigo del expresidente Óscar Arias. Lo conoció hace casi 20 años y ve al exmandatario como su amigo y su mentor.
Sin embargo, más allá de lo que decidan hacer personas como Arias y el expresidente José María Figueres, Guillén desea que el PLN enfrente sus nuevos retos electorales con “una figura nueva, renovada”.
Entre tanto, apela a la unidad. “Nuestro partido es un rancho ardiendo al que se le han caído paredes, al que se le ha caído el techo y necesitamos reconstruirlo con armonía, con unión”.
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La expresidenta Laura Chinchilla y otros miembros del PLN pidieron un cambio fuerte. ¿Qué le dice Liberación Nacional a esas voces?
— El gran mensaje, con lo que corresponde a mi elección en particular, es que Liberación Nacional está entendiendo la necesidad de cambio. Está entendiendo, además, queuna nueva generación con una nueva visión debe asumir el rol del representación del partido. No tenemos que amarrarnos a dogmas como si fueran la verdad última. Debemos cuestionarnos absolutamente todo. Hasta el punto de revisar la Carta Fundamental si hay que revisarla.
El expresidente Figueres criticó en su informe de campaña, el mismo día de su elección como secretario general, que el partido carece de una ideología definida. ¿Lo ve así?
— En lo personal, no. Yo tengo muy claro cuáles fueron los principios sobre los cuales se fundó el PLN y esos principios no deben variar. Esos principios de lucha, de mayor prosperidad, de igualdad, de un Liberación Nacional que mire con especial atención al fortalecimiento de la clase media. Pero aunado a esto yo diría tenemos que adaptarnos a las exigencias de las nuevas generaciones. Para las nuevas generaciones no es tan necesario el discurso político. Ellas necesitan soluciones prácticas; por ejemplo, quisieran ver mayor inversión en alta tecnología en Costa Rica para poder trabajar en esas áreas.
Liberación Nacional perdió tres elecciones presidenciales consecutivas por primera vez en la historia. ¿Qué hay que cambiar que no se haya cambiado en las últimas derrotas?
—Primero, lo que yo represento, una nueva generación. Eso ya es, en sí mismo, un cambio importante. Un reclamo que se ha hecho a Liberación desde ciertos sectores es que no se cambian las caras. Esta última elección del Comité Ejecutivo atiende a ese llamado.
A mí también me parece que nos han cobrado varias cosas, y tenemos un cúmulo de errores históricos que se han venido sumando; pero uno grande es la coherencia. Nosotros debemos ser coherentes con nuestros principios, con el discurso que se plantea en campaña y con lo que la población realmente necesita. Cuando uno va a una elección es muy fácil decir lo que la gente va a aplaudir, pero es muy difícil decir lo que realmente hay que hacer y al final puede provocar algún grado de dolor, fricción y polémica.
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Figueres también criticó que el Partido se alejó de los sectores más pobres y de grupos que antes le fueron claves como el sindicalismo, el agro, el solidarismo o el cooperativismo. ¿Debe reconquistar el PLN a esos grupos?
— Históricamente, Liberación tuvo una gran familiaridad con las conquistas sindicales. No fue poca cosa cuando don Pepe (José Figueres Ferrer) se comprometió con Manuel Mora a defender las conquistas sociales de aquella época. Nos une una lucha histórica con los sindicatos, por los derechos de los trabajadores. Pero hoy día hemos visto cómo las organizaciones sindicales van a menos y creo que han perdido la capacidad de representar a esos sectores.
El cooperativismo, por otro lado, es un factor de cambio en nuestra economía y creo que es fundamental meter cabeza ahí. Se debe repensar y darle toda la fortaleza como generador y democratizador de la riqueza.
Hemos descuidado a un país pobre, como es el nuestro. Nos denominan un país de de de renta media alta, pero en realidad seguimos siendo un país pobre en muchos sentidos. Hay ciertos sectores que Liberación no ha descuidado del todo, pero que deben fortalecerse con mucho más profundidad dentro de la estructura del Estado.
La expresidenta Chinchilla pedía un cambio de liderazgos, pero si uno ve las fotos de la Asamblea Nacional del sábado, ve a los expresidentes Arias y Figueres en primera plana. ¿Qué papel deben jugar los líderes históricos del Partido?
— Para una transición madura y sana es importante la mentoría de los que tienen experiencia. Tanto don Óscar como don José María tienen experiencia de mundo. Han tenido contacto con las mentes más privilegiadas de la actualidad y de unos 30 años hacia atrás. No podemos despreciar ese bagaje y esa experiencia, igual que en las familias con nuestros abuelos.
Esa transición es esencial para tener liderazgos maduros, bien orientados. Yo apelo a liderazgos no necesariamente jóvenes. A veces se cree que el cambio viene con la juventud, pero no, el cambio viene con el liderazgo. Ese liderazgo no está necesariamente determinado por un rango de edad. Lo vemos en Estados Unidos, por ejemplo, con la vitalidad que transmite Bernie Sanders más allá de mis críticas a sus posiciones.
Con todo el respeto a lo que ellos quieran hacer, a mí me parece que la mentoría y el acompañamiento es fundamental. Esa foto en que yo levanto los brazos de los expresidentes simboliza esa transición.
Más allá de la trayectoria y el conocimiento que acumulan estas figuras, también suman un desgaste político. ¿Cómo lidiar con eso?, ¿Cómo hacer que no sea un lastre electoral?
— A veces la sombra de ellos es tan potente que alguna gente puede asumir que van a interferir, y quiero decir que yo tengo mi independencia total. Yo puedo coincidir y buscaré coincidir con ellos; pero tengo mi pensamiento propio. Tengo una visión de mundo, en muchos aspectos, muy distinta a la de ellos. En ese sentido, mi propia elección es un ejemplo de lo que tiene que venir en el futuro inmediato, a mediano plazo y largo. Debe venir el optimismo, la capacidad y el volver a creer que un partido como el PLN es una herramienta de transformación.
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Usted es cercano a Óscar Arias, lo define como un mentor. ¿Qué consejo toma de él en este momento tan complejo para el Partido?
— Yo ya hace muchos años vengo muy cerca de don Óscar, como amigo, y he venido absorbiendo mucho de su sabiduría y eso nunca lo voy a negar. Él es, además de un político, un intelectual muy bien conectado a nivel mundial.
¿Qué me recomendó? Algo en lo que hace mucho énfasis es conectar con la nueva generaciones, con sus necesidades; sin descuidar los problemas históricos que tiene este país como la pobreza o la empleabilidad joven femenina. Ayer estuvimos conversando y don Óscar me decía: “mirá, vos enfatizás muy bien los temas generales y abordás bien el tema macroeconómico, pero hay que ser más insistente en escuchar a las nuevas generaciones y sus necesidades”.
Y esa comunicación con él seguirá.
— Esa amistad la seguiré cultivando con él y con su familia. Lo mismo con don José María Figueres, porque ha hecho un gran esfuerzo por defender temas como cambio climático. Fue uno de los primeros políticos que empezó a implementar acciones concretas de desarrollo sostenible, y otros muchos temas. La mentoría es fundamental y no es cierto que la independencia implique no escuchar, no consultar, no rebotar ideas y tratar de absorber sabiduría.
¿En qué lugar quedan Laura Chinchilla y ese ‘chinchillismo’ que nunca terminó de cuajar como tendencia interna, pero que siempre fue un amago de tercera vertiente en los últimos años?
— Doña Laura marcó, un hito, porque ella es la primera mujer presidente de Costa Rica. Además, ella llega a ser electa también porque la gente premió, en alguna medida, el buen gobierno de don Óscar y sus decisiones.
Doña Laura hoy está aspirando al Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Creo que a ella hay que darle su espacio porque está en una lucha muy importante, y me parece que hablarle a ella de partido político y de militancia en este momento no es conveniente para esa meta que se ha fijado. Si en el futuro se abre la oportunidad de hablar con ella sobre los temas propiamente de partido y buscar un retorno, lo veremos; pero creo que hoy no es el momento.
¿Qué legado le gustaría dejar tras su dirigencia partidaria?
— El legado más importante que yo quisiera dejar es, por supuesto, ganar las elecciones en el 2026. Si logramos trascender esa cultura de canibalismo interno y logramos ver al menos a una mayoría en dirección común, vamos a poder hacerlo.
Además, como parte de ese ejercicio, yo quisiera que se ganara con una figura nueva, con una figura renovada, con una figura que piense en economía digital, a la que le preocupe a conciencia el cambio climático, que entienda que los reclamos de una transformación sobre derechos humanos es fundamental, que escuche a las nuevas generaciones.
Siempre se ha visto la secretaría general del Partido como un posible trampolín a otros puestos políticos. ¿Aspira a ello?
— Es tan abrumadora la responsabilidad. Yo no tengo tiempo para pensar en eso y sería muy irresponsable de mi parte decir, pensar o proponerme en este momento como candidato a cualquier puesto. Quiero centrarme en los problemas internos del partido, reconstruir la casa común. Nuestro partido es un rancho ardiendo al que se le han caído paredes, al que se le ha caído el techo y necesitamos reconstruirlo con armonía, con unión.