Son las 9 a.m. en San José y las 5 p.m. en Bruselas, capital de Bélgica. 9.000 km separan ambas ciudades, pero la telefonía facilita la conexión. Al otro lado de la línea me atiende Mónica Araya, vicepresidenta de la Asociación Costarricense de Movilidad Eléctrica (Asomove) y miembro distinguido de la fundación internacional Climate Works.
Desde una habitación de hotel (su residencia actual está en Noruega), Araya hace un llamado a Costa Rica para que el país fije su propia fecha en la que dejará de importar o vender vehículos de combustión. Se muestra optimista por el futuro de la transición hacia la electrificación, pero aboga por el pragmatismo: metas claras y concretas.
En el marco del Congreso de Movilidad Eléctrica, organizado por Asomove, EF conversó con Araya sobre el ritmo que lleva este recambio a nivel mundial, las tareas pendientes y las oportunidades que esta pujante industria ofrece para el país.
Algunos países y empresas se han puesto como meta vender solo tecnología cero emisiones a partir del 2035 más o menos. ¿Costa Rica tendrá tiempo para ponerse al día?
—Sí claro. En lo que hay que ponerse de acuerdo es en lo que compramos de fuera. Tenemos una gran ventaja que no la tiene México, Brasil o Argentina y es que ellos son países que todavía producen vehículos y esas plantas tienen sindicatos y todavía están muy amarrados a carros tradicionales. En el caso de Costa Rica la economía política es más favorecedora porque no existe ese clúster que está ahí tratando de extenderle la vida a los motores de combustión interna. El Acuerdo de París dice que hacia el 2050 tenemos que ser una economía global cero emisiones netas, entonces no tenemos tanto margen. Si uno sabe que un motor de combustión más o menos en el mercado dura 15 años, si le quitamos 15 al 2050 va siendo 2035. En Costa Rica uno podría poner que en 2035 termina la venta de vehículos de combustión que usen gasolina y diésel, o tal vez en Costa Rica calce más decir que a partir del 2035 las ventas serán cero emisiones.
Usted hace un llamado a que el país establezca su propia fecha. El Plan de Descarbonización pone como meta al 2050 tener emisiones netas cero y el 100% de buses eléctricos. ¿Es poco ambicioso?
—Sí, es una meta poco ambiciosa. Esa fecha refleja que no había en ese momento tantos referentes internacionales, pues ese plan salió en el 2019. Han pasado cosas increíbles entre 2019 y ahora. Por ejemplo, quién hubiera pensado que en el 2022 los 27 países de la Unión Europea, incluida Alemania que es la meca del motor de combustión interna y no querían en principio este cambio, tendrían ya la fecha puesta. Hace tres años, eso hubiera sido impensable.
Usted vive en Noruega que es uno de los más avanzados en la electrificación del transporte. ¿Qué puede aprender Costa Rica de Noruega?
—Hay una cosa que para mí es la diferencia entre Costa Rica y Noruega y es que ellos sí piensan en el largo plazo. No podemos dejar que en Costa Rica el debate político esté anclado en el corto plazo. Lo urgente no puede ser enemigo de lo importante. Noruega hace tiempo decidió que la fecha límite para terminar estas ventas de las que estamos hablando es el 2025, no 2035. Va a ser el primer país del planeta donde va a morir el motor de combustión.
Un segundo punto es que ese consenso fue acordado entre todos los partidos políticos que tal vez no están de acuerdo en otros temas. Esa capacidad de ver más allá del ciclo político es para mí una de las diferencias más importantes. Además ellos ven dónde hay negocio. El Gobierno ya presentó un plan de largo plazo en industria verde.
¿Cuándo podrían acercarse los costos de un auto de combustión y la alternativa eléctrica?
—Ese es el punto central. En los mercados líderes que son California, Unión Europea y China se espera que esa paridad de precios llegue más o menos en el 2026. La premisa es que en los próximos cinco años tenemos que hacer todo lo posible por mover la aguja.
La pregunta más importante en este momento es, una vez que logremos mover la aguja en los mercados clave, ¿cuáles son los siguientes 10 países que van a ir adelante? De América Latina van a ir más rápido Chile, Costa Rica y Colombia: son países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), países que ya vieron la oportunidad. Igual en África es más fácil que se mueva Kenia.
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Usted dice que si Costa Rica no hace este recambio le saldrá más caro, ¿cómo está esa ecuación?
—Esa ecuación es una mezcla de factores. La más obvia es la factura petrolera. Costa Rica paga una factura petrolera alta. Nosotros no hemos medido el costo que tiene en Costa Rica la contaminación a la que están expuestos desde los choferes de bus hasta las personas que van en bus. A nivel global sabemos que la contaminación tiene un costo en la productividad y en la salud de las personas. Ese costo queda invisibilizado en las cuentas macroeconómicas.
Además, Costa Rica tiene una apuesta por el turismo verde. Será muy difícil para Costa Rica decir que es un país comprometido con la agenda climática, con el ecoturismo, y no tener una flota verde.
Se está hablando mucho del incremento en el precio del litio y de la búsqueda de nuevos componentes más baratos. ¿Hay avances en este tema?
—La gran transición que tenemos que hacer por razones climáticas va a requerir minería, no podemos no ver esa realidad. Quienes tienen litio en este momento tienen un material estratégico para la transición.
Necesitamos que las empresas que producen baterías quieran circularidad, materiales trazables porque son carísimos y necesitamos que haya sofisticación en la segunda vida de esas baterías o en el reciclaje.
Otro punto es lo de los nuevos materiales. Se va a necesitar mucho cobre, aluminio reciclado. Estamos a las puertas de una gran revolución industrial en verde. Hay oportunidades increíbles, por ejemplo con hidrógeno verde.
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A esta revolución “verde” se le critica todavía el origen de la energía. ¿Cómo limpiar esto?
—Es un hecho que necesitamos electrificar y que esa transición energética de transporte por razones climáticas requiere de minería. No podemos en este momento entrar en la falsa equivalencia de que como el litio o el cobalto tienen un impacto ambiental en su extracción entonces no se puede electrificar o que electrificar es peor. En este momento, en el mundo producir cualquier cosa tiene un impacto. La conversación sobre la sostenibilidad de las baterías está muy activa. La tarea es cómo pasar a una economía cero emisiones netas y que esa transición sea justa para trabajadores y para comunidades.
Este debate se centra en el transporte terrestre. ¿Qué está pasando con el transporte marítimo y aéreo?
—Hay mucho comercio internacional que es marítimo. Todas las conversaciones del sector están ancladas en algo que se llama Organización Marítima Internacional. Hasta la fecha ha sido terrible el foro: lentos, todo se frena, no hay imaginación política, no hay compromiso con el clima.
Desde el punto de vista de aviación la que gestiona es la Organización de Aviación Civil Internacional. También lentos, como si tuviéramos todo el tiempo del mundo.
Han habido ciertos avances. En la COP 2021 hubo una iniciativa del mundo marítimo donde se habla de tecnologías no para pasar de golpe a cero emisiones porque todavía esa tecnología es muy cara, sino ir segmentando: empezar con los más pequeñitos y, conforme la tecnología se va haciendo más barata, se va moviendo a los buques. En la aviación es más complicado para los viajes transatlánticos. En este momento no hay forma de ir de Holanda a Costa Rica con una tecnología cero emisiones. No está inventada.