La muerte de Ruth Bader Ginsburg, quien falleció este viernes 18 de setiembre a los 87 años y era uno de los nueve miembros de la Corte Suprema de Justicia en los Estados Unidos, desatará toda una batalla campal en la recta final de las elecciones presidenciales.
Bader Ginsburg era considerada uno de los miembros más liberales de la corte y un ícono nacional, especialmente entre los demócratas.
La jueza, que fue nombrada a su cargo en 1993 por el entonces presidente Bill Clinton, llevaba varios años batallando con el cáncer y había sido hospitalizada hace pocas semanas para someterse a sesiones de quimioterapia.
A lo largo de sus décadas en la corte se convirtió en adalid de los derechos de las mujeres, el matrimonio entre parejas del mismo sexo y una defensora de todo tipo de discriminación basada en sexo, raza o religión.
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Por eso mismo era una espina en el costado del movimiento conservador en el país. Su deceso desatará una intensa puja por su sucesión que podría tener implicaciones electorales.
A solo siete semanas de los comicios, sería casi inconcebible que los republicanos intenten confirmar a un nuevo candidato, que sería propuesto por el presidente Donald Trump. Pero es algo que bien podrían intentar, pues controlan el Senado, el órgano encargado del trámite de confirmación.
El proceso, sin embargo, sería escandaloso, pues en el febrero de 2016, cuando murió el juez conservador Antonin Scalia, los republicanos se negaron a considerar al candidato de Barack Obama pues, a su juicio, las presidenciales de ese año estaban muy próximas (nueve meses) y, por lo tanto, se trataba de una decisión que debería tomar el presidente entrante.
Que lo intenten ahora en un contexto idéntico, pero a menos de dos meses de los comicios presidenciales, sería explosivo.
Sin embargo, no cabe duda de que lo intentarán. De hecho, desde hacía varios días se había comenzado a rumorar que Trump ya tenía varios candidatos listos, entre ellos el senador de Texas Ted Cruz.
Además, dado que actualmente la corte tiene una mayoría conservadora de solo cinco votos contra cuatro liberales, esta sería una oportunidad de oro para consolidar el pensamiento conservador en la corte por al menos una generación.
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De paso, le cae como anillo al dedo a Trump pues esa posibilidad podría entusiasmar al voto de la base del partido y convencer a algunos republicanos que se han comenzado a alejar del presidente y podrían no votar por su reelección en noviembre.
Mitch McConnell, el líder de los republicanos en el Senado, había dicho que confirmaría a un juez para la corte así fuera en la recta final de las elecciones, pese a que él mismo fue quien se opuso al proceso del candidato de Obama.
Nombramiento rápido
Donald Trump indicó este sábado que tiene la “obligación” de designar “sin demoras” un nuevo juez para la Suprema Corte, tras el fallecimiento de la magistrada Ruth Bader Ginsburg.
Nombrar a los magistrados del alto tribunal es “la decisión más importante” por la que se elige a un presidente, tuiteó Trump, en momentos en que la oposición demócrata pide que no ejerza esa atribución antes de las elecciones presidenciales del 3 de noviembre.
La Constitución de Estados Unidos otorga al presidente la potestad de designar a los magistrados de la Suprema Corte, de nueve integrantes con cargos vitalicios, y que deben contar además con la anuencia del Senado.
El partido Republicano del presidente Trump ostenta en el Senado una mayoría de 53 bancas sobre 100, y el líder de su bancada, McConnell, ya dijo que organizaría una votación si el presidente hacía una nomincación para llenar la vacante dejada por Ginsburg.
Algunos legisladores republicanos moderados, podrían sentirse cómodos con este cambio de opinión, por lo que la lucha por convencerlos debería ser feroz.
Los demócratas quieren evitar a toda costa que Trump designe un nuevo juez −sería el tercero en su mandato− a la Suprema Corte, que lauda sobre los grandes temas de la sociedad estadounidense, tornándola más conservadora.