No habían pasado más de 48 horas desde que terminaron las elecciones municipales de este 4 de febrero cuando ya se escuchaba a algunos políticos costarricenses hablar sobre las elecciones nacionales de 2026.
Faltan dos años para ellas: una eternidad en política; sin embargo, personajes de múltiples bandos aprovecharon sus contextos —de triunfalismo y de pesimismo— para sugerir la construcción de alianzas y hasta posibles candidaturas de cara a los comicios del 2026.
Las elecciones municipales sirvieron para remarcar la crisis de los partidos políticos más tradicionales y el avance del multipartidismo y de la dispersión del poder político entre las más variadas tendencias y personales.
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Agrupaciones como el Partido Liberación Nacional (PLN) y el Partido Acción Ciudadana (PAC), que ostentaron el Poder Ejecutivo por 16 años consecutivos (entre 2006 y 2022), perdieron poder a raudales en estos comicios. El Partido Unidad Social Cristiana (PUSC) ganó cinco alcaldías más que hace cuatro años, pero lo hizo recibiendo una centena menos de votos a nivel nacional que en aquel entonces.
Al final, el proceso redundó en la victoria de 21 agrupaciones políticas distintas para los 84 cantones posibles: una división política que puso a soñar a algunos con la posibilidad de competir en 2026, incluso sin tener una agrupación política en este momento. A otros los envió a hacer matemáticas para gestionar el limitado capital político de sus partidos, cada vez más incapaces de aglutinar por sí solos a grandes sectores sociales.
Llamados a la coalición
Una de las primeras personas en hablar sobre las elecciones de 2026 fue el presidente del PUSC, Juan Carlos Hidalgo, quien celebró los resultados de los comicios municipales.
Hidalgo opinó que el crecimiento es un buen punto de partida para consolidar el proyecto político de la Unidad, de cara a las elecciones nacionales de 2026 y, consultado sobre una eventual candidatura presidencial suya dentro de dos años, afirmó que sí “le interesaría” aspirar por la Presidencia, aunque eso finalmente dependerá de la voluntad del partido —y el partido parece dirigirse a una contienda interna, agregó.
Pero Hidalgo fue más allá y también opinó que el PUSC debería pensar en una coalición para aspirar al Poder Ejecutivo. Específicamente, habló sobre la posibilidad de unirse con “otras fuerzas políticas de centro-derecha” con las que existan afinidades.
“Parte de las cosas que yo creo que debemos plantearnos a lo interno del partido es adelantar la convención interna de la Unidad lo máximo posible, para dar espacio a una coalición por ahí de junio o julio de 2025”, afirmó en el programa Malas Compañías, transmitido por Teletica Radio. “Esa es una de las cosas que yo dije cuando fui electo como presidente del Comité Ejecutivo Nacional, que yo iba a buscar una convención interna para hacer una coalición en 2026”, subrayó.
Es una reafirmación de intenciones.
En la mesa de conversación, Hidalgo incluso señaló a posibles aliados a los que buscaría. Mencionó textualmente al Partido Liberal Progresista (PLP), de Eliécer Feinzaig; al Partido Republicano Social Cristiano (PRSC), del expresidente Rafael Ángel Calderón; y al Partido Unidos Podemos (PUP), de la actual ministra de la Presidencia Natalia Díaz.
“La idea es que las fuerzas que tenemos coincidencias; no homogeneidad de pensamiento, pero sí coincidencias en una visión de país; podamos unirnos en una sola propuesta programática”, dijo.
Los socialcristianos consideran como un éxito haber ganado 20 alcaldías este 4 de febrero: una cifra que todavía sigue muy lejos de las 48 que llegaron a obtener en 2002, pero que creció en cinco unidades en la comparación con las elecciones de 2020.
Sin embargo, el caudal políticos de los partidos tradicionales podría ser insuficiente para una victoria en solitario en 2026, tomando en cuenta las condiciones actuales de dispersión del poder y de casi nula afinidad partidaria entre la ciudadanía. Por ejemplo, si bien el PUSC liderará cinco cantones más entre 2024 y 2028, el número de votos que recibió a nivel nacional en las elecciones locales de febrero fue de 212.537; es decir, 132 menos que hace cuatro años, según el último recuento provisional publicado por el Tribunal Supremo de Elecciones (TSE), la medianoche de este 5 de febrero.
Esto se suma a los resultados de las elecciones nacionales de 2022, en donde Lineth Saborío (quien fue candidata presidencial por la Unidad) quedó quinta en el recuento final, con menos de 260.000 votos: un 12%.
Hidalgo no fue el único político que habló sobre la posibilidad de impulsar una coalición.
También lo planteó el exdiputado y excandidato presidencial del PLN, Antonio Álvarez Desanti, este 12 de febrero, ante el Directorio Político verdiblanco.
Entrevistado por el periódico La Nación sobre sus planteamientos en ese contexto, aseguró considerar que su partido tiene la marca “dañada” y agregó que más bien debería buscar una alianza con agrupaciones como el PUSC, el PLP, el Partido Nueva República (PNR) de Fabricio Alvarado, y el mismo PRSC, para impulsar un programa político conjunto y cerrar la puerta a la continuidad del gobierno actual, al que acusa de múltiples yerros.
El PLN perdió 14 alcaldías en las elecciones municipales pasadas: una nueva debacle en la historia del partido más viejo de la democracia costarricense, que ya suma 10 años fuera de la Poder Ejecutivo y tres derrotas consecutivas en comicios presidenciales.
“Si pensamos como partido político individual, no hay nada que hacer”, diagnosticó Álvarez.
Coaliciones y fracasos del pasado
En términos prácticos, formar una coalición es bastante sencillo para los partidos políticos.
“Tiene que celebrarse un pacto entre las dos o más agrupaciones, con el fin de celebrar candidaturas en común. Ese pacto debe celebrarse entre los representantes de las agrupaciones políticas que tengan interés de coaligarse y debe ser aprobado por parte de las asambleas superiores de esos partidos, con un programa de gobierno común y los puestos reservados para cada agrupación política y sus encabezamientos“, explicó a EF Gerardo Abarca, secretario general del Registro Electoral.
El plazo límite para inscribir una coalición es de seis meses antes de la elección correspondiente; y el acuerdo también debe establecer pautas sobre resolución de conflictos internos y la repartición de los eventuales recursos a los que se logre acceso de la deuda política, entre otras cuestiones.
Concretar una coalición en términos políticos es más complicado, tal como recordó el propio liberacionista Álvarez Desanti.
“Aquí lo que puede prevalecer es el egoísmo personal y que cada uno crea que puede ganar solo”, afirmó. Además, están los puestos: una alianza entre varias vertientes, implica menos cargos de elección y de designación para repartir entre un grupo más grande de aspirantes.
Por otra parte, también está el cálculo político. Una alianza solo es factible cuando todas las partes lo estiman conveniente y desde este 13 de enero quedó claro que, al menos en el caso del PLN, no parece factible en los términos planteados por el excandidato.
Por ejemplo, tan pronto se publicaron las palabras de Álvarez, Fabricio Alvarado y Eliécer Fienzaig descartaron cualquier ligamen con el PLN.
“No digo que descartamos una coalición, eso lo dirán los tiempos, pero sí puedo decir que no contemplamos una coalición con el PLN”, afirmó Fabricio Alvarado.
“No he participado en ninguna conversación para conformar una coalición de cara al 2026 y, ciertamente, ni los partidarios del PLP ni yo tenemos ningún interés en formar una coalición con el PLN”, añadió Fienzaig.
La idea de Desanti incluso fue rechazada a lo interno del PLN, por los actuales presidente y secretario general de la agrupación, Ricardo Sancho y Miguel Guillén.
Históricamente, existen pocas experiencias de éxito electoral de coaliciones políticas en Costa Rica, aunque se pueden contar experiencias en elecciones municipales y otras 10 en elecciones nacionales, entre 1966 y 2006.
Solo dos de las 10 alianzas mencionadas para elecciones generales lograron alcanzar la Presidencia: Unificación Nacional, a José Joaquín Trejos, en 1966; y la Coalición Unidad, a través de Rodrigo Carazo, en 1978. Este último grupo participó en dos elecciones, fue una amalgama de varias agrupaciones opositoras a Liberación Nacional y abrió las puertas para la creación de la Unidad.
Para las elecciones de 2022, figuras como Eliécer Feinzaig, Mario Redondo (de Alianza Demócrata Cristiana), el PRSC y hasta el actual presidente Rodrigo Chaves informaron sobre pláticas para explorar posibles coaliciones entre ellos. Sin embargo, finalmente no se fraguaron iniciativas concretas. Feinzaig y Redondo sí presentaron una alianza llamada Coalición por el Cambio, pero finalmente desistieron de llevarla a las papeletas. El intento se vino abajo luego de que el alcalde de Cartago se vio implicado e incluso fue detenido en el marco del caso judicial sobre presuntos sobornos para la gestión de infraestructura municipal conocido como “Cochinilla”.
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¿Y la continuidad del gobierno?
Además de los llamados a coalición, está la interrogante de cómo y quién buscará la continuidad del actual gobierno. El movimiento que colocó al presidente Rodrigo Chaves enfrenta a la vez una gran oportunidad y un gran reto.
Si bien el presidente Rodrigo Chaves ha sufrido el típico desgaste de imagen de cualquier jefe de gobierno, sus índices de aprobación siguen por encima del 50% después de dos años de gobierno: una cifra inusualmente alta si se toma en cuenta la experiencia de gobernantes pasados.
No obstante, la ausencia de una estructura partidaria detrás de Chaves y su administración abre el espacio para las dudas sobre la transición del poder.
Los problemas ya se evidenciaron en las elecciones municipales de este mes de febrero, en las cuales no participó ningún partido político directamente ligado con Chaves, aunque sí lo hizo el partido que le llevó al poder: Progreso Social Democrático (PPSD). Esta agrupación logró dejarse dos alcaldías (Atenas y Carrillo), a pesar del divorcio público de su cúpula con el presidente Chaves desde 2023.
Hay un segmento de la población que podría desear una nueva versión del oficialismo, pero no se sabe todavía cuál sería su presentación.
A pesar de la falta estructuras partidarias, sí existe un jerarca que levantó la mano para asumir el relevo —al menos tímidamente, por el momento.
Fue el actual ministro de Obras Públicas y Transportes, Luis Amador, quien dejó clara su postura en una entrevista para el programa Matices de Radio Monumental.
Consultado sobre su eventual aspiración presidencial dijo: “Uno nunca sabe en dónde el destino lo va a llevar y, habiendo sido un crítico tan feroz de la inacción y el estado en el que estábamos, la vida me dio el reto de tratar de paliar y si la vida me vuelve a dar el reto de seguir paliando y tratando de arreglar, créame que lo voy a asumir”.
Hasta el momento, Amador es una figura fuerte del Poder Ejecutivo. Según una encuesta publicada por el Instituto de Estudios Sociales en Población de la Universidad Nacional (Idespo), con datos recolectados entre el 10 y el 18 de noviembre del año pasado (y un margen de error de 2,7 puntos porcentuales), solo un 8,6% de la población dice desconocer cuál es la labor de este jerarca y su calificación de desempeño es cercana a un 7 en una escala de 1 de 10. La cifra del jerarca incluso es más alta que la del propio presidente Rodrigo Chaves, lo cual es un dato no menor.
La carrera presidencial seguramente será larga y falta la gran mayoría de su trayecto. Pero algunos ya dan sus primeros pasos.