Su estilo es sin duda menos combativo que el del derrotado Donald Trump, pero los expertos pronostican que la presidencia de Joe Biden aumente la presión de Estados Unidos sobre su gran rival, China, en materia de comercio, derechos humanos y seguridad.
Las relaciones entre las dos superpotencias han estado marcadas por rencores y recriminaciones durante los cuatro años del mandato Trump, que impuso elevados aranceles a bienes chinos y culpó a Pekín del origen de la epidemia de la COVID-19.
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"Trump adoptó una política muy agresiva con China, intentando imponerle presión en todos los frentes" asegura Adam Ni, director del China Policy Centre, basado en Canberra, Australia.
"Con Biden, creo que tendremos un enfoque más calculado y centrado no solamente en el ataque puntual, sino en consideraciones de largo plazo", explica.
La dirección de las futuras relaciones entre Washington y Pekín parece sin embargo inamovible, según los expertos, pues la mayoría de los dirigentes estadounidenses quieren asegurarse de que su país mantendrá la supremacía militar y económica respecto al gigante asiático.
Pero Biden ha prometido revisar la política de Trump del "America First", que causó la retirada de Estados Unidos de foros internacionales, como la Organización Mundial de la Salud (OMS) o el Acuerdo de París sobre el clima.
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Así, el demócrata, que en los días siguientes a su elección ha propuesto una política de conciliación, va a restaurar alianzas, desde Europa hasta la región Asia-Pacífico, construyendo un frente contra las ambiciones chinas en materia tecnológica, comercial y territorial.
Comportamiento impulsivo
La presidencia de Biden va a priorizar "frenar" la expansión de China, estima Anthony Blinken, que fue consejero del presidente electo durante la campaña.
Pero mientras Trump tenía un comportamiento impulsivo ―elevando aranceles a bienes chinos y, al minuto siguiente, considerando “amigo” al presidente chino Xi Jinping― los expertos prevén, con la nueva administración, una acción más amplia y pragmática para hacer frente a Pekín.
"Probablemente vamos a asistir a una política más coherente de confrontación en asuntos geopolíticos" afirma Evan Resnick, profesor en la Nanyang Technological University de Singapur.
"Esa posición pondrá nerviosos a los chinos", asegura.
Biden ha sido claro durante la campaña electoral al opinar sobre la situación de los derechos humanos en China, en especial durante un debate en febrero de los candidatos demócratas en el que utilizó una tajante retórica al referirse al presidente Xi.
Matón
"Este individuo no tiene ni un gramo de democracia en el cuerpo, es un matón", afirmó Biden.
La campaña presidencial de Biden también ha calificado de "genocidio" la represión contra la minoría musulmana de los uigures en la región china del Xinjiang.
Y allá donde Trump insistía en los conflictos comerciales con China, Biden pretende, según los analistas, recuperar para Estados Unidos un cierto liderazgo moral.
Pero, respecto a Hong Kong, el presidente electo "probablemente va a basarse, y no a revertir" las políticas de Trump, que consistieron en poner fin al trato preferencial comercial que Washington otorgaba al territorio semiautónomo tras la severa ley de seguridad impuesta por Pekín.
Hay, sin embargo, oportunidades para reconducir una relación con Pekín.
La primera prioridad de Biden es controlar la epidemia de la COVID-19 que ha provocado hasta ahora la muerte de cerca de 240.000 estadounidenses, todo ello en medio de una controvertida gestión del presidente saliente.
En este ámbito, existen posibilidades de acercamiento con China, donde surgió el virus y se están realizando progresos en la investigación de una vacuna.
Las relaciones "pueden pasar de un feroz confrontación a una pragmática cooperación en la lucha contra la epidemia", indicaba el lunes un editorial del diario nacionalista Global Times.
La "cooperación" en este ámbito puede generar claves para "volver a evaluar algunos de los problemas inherentes a las relaciones entre China y Estados Unidos", prosiguió.
Asimismo, Biden ha propuesto volver a formar parte del Acuerdo de París, del que se desvinculó Trump, en cuanto asuma el cargo.
Con ello, se alinea con la posición de China ―principal contaminador del planeta― que ha prometido reestructurar su economía en torno a energías limpias.